Eva Illouz. Foto: Katz

Eva Illouz. Foto: Katz

Letras

Las 'Intimidades congeladas' de Eva Illouz: emociones al borde de un colapso

En este libro, la socióloga analiza cómo los sentimientos se transforman en mercancía dentro de una modernidad afectivamente paralizada.

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La aparición del último ensayo Eva Illouz (Fez, 1961) ha coincidido con la polémica: hace unas semanas, el ministerio de Cultura de Israel decidió privarla del premio cultural más prestigioso del país por firmar una petición al Tribunal de La Haya para investigar los crímenes de guerra cometidos en Gaza.

La noticia causó revuelo, porque Illouz es una de las sociólogas mundiales más prestigiosas, sobre todo, por su reconocida exploración del campo emocional en el marco de la sociedad de consumo tardocapitalista.

Con nacionalidad francesa e israelí, ha escrito 12 ensayos traducidos a 23 lenguas, es profesora en Princeton, París y Jerusalén, tiene la Legión de Honor (máxima condecoración del Estado francés) y es nombrada en las listas de intelectuales más influyentes del siglo XXI.

Lo primero que cabe decir de Modernidad explosiva es que es un ensayo oportuno, lo cual no obsta para señalar su carácter intempestivo: nada parece hoy más difícil que diseccionar la intensa atmósfera afectiva de nuestra cultura, política e, incluso, nuestra economía con el frío bisturí de la sociología, aunque esta se acompañe en este sugerente ensayo de las lecciones de la literatura sobre nuestra vida cotidiana.

Illouz analiza lo más profundo de nuestro ser con lentes psicológicas, sociológicas, históricas, filosóficas y culturales, preguntándose: ¿qué función desempeña un sentimiento en la sociedad?

Suposiciones explosivas

La suposición, a primera vista obvia, de que las emociones se desarrollan en mayor medida dentro del yo que habla es errónea, nos dice al comienzo. Más bien los sentimientos son una especie de diálogo silencioso que se mantiene constantemente “en el umbral entre el yo exterior y el yo interior”.

Para Illouz, los sentimientos son como climas que plantean una conexión entre el dentro y el afuera. Por ello, en la modernidad, el hecho de que nuestros sentimientos sean cada vez más “explosivos” tiene cada vez más que ver con su valor de mercado.

Es cierto que Illouz aquí a veces se limita a recuperar los sutiles análisis que otorgaron a su diagnóstico su merecida reputación (por ejemplo, su excelente y ya clásico abordaje del amor contemporáneo); también que, en ocasiones, parece dirigirse solo a un público especialista en las ciencias humanas.

No obstante, el libro no pierde por ello profundidad. Un botón de muestra: al final se pregunta por qué, en una cultura como la nuestra, obsesionada con la felicidad, rara vez se plantea una pregunta bastante sencilla e inquietante: “¿Qué es una vida perdida?”.

Illouz responde a la pregunta basándose en la novela Lo que queda del día, y concluye: una vida perdida es aquella en la que no somos capaces de captar nuestros propios sentimientos decisivos.

La autora recuerda también el discurso de Bill Clinton de 1999, cuando afirmó que “la promesa de nuestro futuro es ilimitada”. ¿No ocurre hoy en día lo contrario?: no solo vivimos angustiados por la conciencia de la finitud de nuestro mundo, expresada en la escasez de recursos naturales.

La paradoja es que, sin el dinamismo esperanzado en el futuro que ha caracterizado a las sociedades occidentales, esto conduce a un sentimiento aun mucho más paralizante, el de una decepción afectivamente embotada.