
Karl Ove Knausgård, escritor. Foto: Nina Rangøy
Karl Ove Knausgård, el Homero del día a día: secretos familiares y misterios del universo en su nueva novela
El autor de 'Mi lucha' publica 'Los lobos del bosque de la eternidad', un ejercicio de literatura realista que no renuncia al alcance metafísico.
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Nunca ha sido tarea del novelista resolver el mundo. Como dijo Milan Kundera, "una novela no afirma nada; busca y plantea preguntas". Pero en nuestros tiempos frenéticos y precarios, las novelas que no transmiten la sensación de un mundo convulso pueden parecer sesgadas.
Con Los lobos del bosque de la eternidad, el noruego Karl Ove Knausgård (1968) nos trae su segunda gran obra de ficción en tres años. Al igual que su predecesora, La estrella de la mañana (2020), la nueva novela comprende múltiples narraciones filtradas a través de varios personajes. Ambas comparten también la convicción de que vivimos tiempos de cambio y de que ahora todos nos jugamos mucho.
El título de Knausgård está tomado de un poema de Marina Tsvietáieva: "Por mucho que alimentes a un lobo, siempre mira al bosque. Todos somos lobos del denso bosque de la Eternidad". Desde el principio se intuye el alcance metafísico de la novela.
La mayor parte de Los lobos... se reparte como un archipiélago entre cuatro personajes, con la expectativa de que las conexiones entre ellos serán la gran revelación. La primera mitad de la novela, una sección titulada "Syvert", es el hilo conductor. Estamos en 1986. Syvert es un joven noruego que regresa a su pequeña ciudad tras terminar el servicio militar. Tiene 19 años. Se va a vivir con su madre y su hermano pequeño, y en torno a sus desafectas divagaciones se materializa lentamente un mundo.
Y al cabo de un tiempo –sin prisa– se introducen los primeros indicios de misterio: al poco tiempo de su regreso, Syvert tiene un sueño en el que su padre, fallecido años antes en un accidente de coche, le confiesa que su matrimonio no fue feliz.
A Knausgård se le conoce como el Homero del día a día. Una buena parte de esa vida ordinaria transcurre antes de que Syvert rebusque entre las cajas de su padre que están en el granero y se encuentre un alijo de cartas manuscritas en cirílico. Había otra mujer, otra vida. Sin embargo, de no ser por la inquietud de Syvert, todo parece normal. Se reencuentra con viejos amigos y se apunta a un equipo de fútbol. Conoce a una joven, Lisa, en una discoteca. Pasa tiempo con su hermano, Joar; más adelante, cuando su madre enferma y es trasladada al hospital, se convierte en el cuidador del niño.
Para mantener a flote a la familia, Syvert acepta el único trabajo que encuentra, como ayudante de un sepulturero. Escribe una carta a una dirección rusa que ha encontrado, pero no recibe respuesta. La sección termina en suspense, con su madre en el hospital y Lisa enviándole señales contradictorias sobre sus sentimientos.
El tiempo pasa y se suceden otras narraciones. Conocemos a Alevtina, una científica rusa que da conferencias a estudiantes. Ya estamos en la era de Putin. Alevtina está a punto de partir hacia su pueblo natal para celebrar el 80º cumpleaños de su padre cuando se encuentra con su amiga Vasilisa. Su relación es un misterio. Vasilisa es escritora y trabaja en un proyecto que, según ella, se le escapa. Alevtina está, como ella misma admite, a la deriva en la vida.
En sus respectivas secciones, cada mujer se entrega a su obsesión más íntima. En casa de su padre, Alevtina recuerda el tiempo que pasó en un retiro rural de científicos. Knausgård la enfoca de cerca, permitiéndole repasar al detalle su creciente interés por la vida de los árboles, las redes simbióticas de hongos de estos y sus pensamientos sobre los posibles tipos de simbiosis entre los mundos humano y natural.
Vasilisa, por su parte, investiga las sectas rusas de principios del siglo XX preocupadas por la resurrección de los muertos y la vida después de la muerte. Se centra en un tal Nikolai Fiodorov, un sabio que en su época ejerció una gran influencia sobre Tolstoi y Dostoievski. Fiodorov creía que era posible revivir a los muertos y repoblar la Tierra con todos los que alguna vez existieron. Para Vasilisa, encarna el deseo de contrarrestar la terrible carnicería de las guerras recientes. Ella ve un vínculo con nuestras exploraciones actuales del transhumanismo, con el uso de la tecnología para contrarrestar la muerte física.
La labor de cualquier novela consiste en absorber sus materiales y terminar lo que empezó. En el plano emocional, Knausgaard lo consigue. Tras la publicación los seis volúmenes de Mi lucha, algunos lo tildaron de ser el avatar del atribulado ego masculino blanco. Pero en esta novela da un giro; da vida –incluso celebra– el complejo y ambivalente toma y daca entre hombres, entre mujeres y entre hombres y mujeres.
Este libro, como las novelas rusas del XIX, lidia con los grandes opuestos: la visión materialista y la religiosa...
Estas relaciones, llenas de malentendidos y reconciliaciones, dan la sensación de ser auténticas, sin pautas. Sin embargo, en el plano intelectual, la gran tensión de los conceptos enfrentados queda sin resolver. Puede que esa sea la cuestión. Knausgård ha salpicado su narrativa con varias de estas reflexiones obsesivas. He notado un fuerte parentesco con Submundo de Don DeLillo, que también avanza por secciones y termina al borde de lo que parece una revelación espiritual. En ella también hay más preguntas que respuestas.
Muy avanzada la novela (han pasado cuatro décadas), Lisa y Syvert llevan mucho tiempo casados. La vida se ha estabilizado. Hasta que un día recibe una carta de una tal Alevtina. Ahora por fin llega el clic, la renovación de la promesa de que todos los elementos dispersos se unirán por fin. Y lo hacen, al menos los de escala humana. El eventual –e inevitable– encuentro en Moscú entre dos personas fracturadas por el destino es tenso al principio, pero llega a una gratificante resolución de un trauma de décadas y expone sus repercusiones actuales. Sentimos el pulso genético que se mueve entre generaciones.
Los lobos del bosque de la eternidad, como las novelas rusas del siglo XIX, lidia con los grandes opuestos: la visión materialista y la religiosa, el mundo como accidente cósmico o como encarnación de una intención radiante. ¿Está este mundo impregnado de sentido o no?
La convergencia de los destinos humanos no resuelve las grandes polaridades, pero cerca del final llega una tentadora aparición. Una noche, Syvert divisa una esfera resplandeciente, una "nueva estrella que brilla en un cielo nocturno que, de lo contrario, sería oscuro". Registra una vibración ansiosa. ¿Se trata de una anomalía astronómica o de un augurio?
La sensación de que las cosas fluyen angustiosamente la sentimos en todo momento. El punto decisivo para mí fue cuando sentí que las palabras de la página se convertían en una clara premonición. La feroz ola de calor que domina las últimas secciones de la novela –publicada en Noruega en 2021– estaba sacada directamente de las noticias sobre el abrasador verano mundial. Era como si las portadas se hubieran abierto directamente al orbe al otro lado de la puerta.
© The New York Times Book Review. Traducción: News Clips