Andrés Neuman. Foto: Natalia Fregoso / FIL

Andrés Neuman. Foto: Natalia Fregoso / FIL

Letras

Andrés Neuman, un padre al desnudo que vigila a su hijo mientras escribe 'El pequeño hablante'

El autor argentino atrapa en su nueva novela el momento de tránsito que va del niño "preverbal" a la consciencia del lenguaje y sus limitaciones.

7 abril, 2024 01:08

Partamos del aserto de que cada historia ha de encontrar su propio lenguaje, como cada narrador ha de encontrar su voz y ha de instalarse en un ángulo desde el que poder proyectarla. Siendo así, en este libro, que podríamos etiquetar de híbrido entre narración poética y apuntes líricos, la peripecia del lenguaje es la que orienta la acción del "pequeño hablante" que lo protagoniza.

Pequeño hablante

Andrés Neuman

Alfaguara, 2024. 132 páginas. 17,90 €

La fascinación del padre la mueve, le pone perspectiva y le impele a alzar la voz con sus observaciones, consignando y comentando no solo cómo se va activando en el niño la "función del habla", sino cómo se pone en pie su lenguaje, cómo la tozudez motiva su "aventura socrática": la conquista del sonido, la sílaba, las palabras, la sintaxis, son los moldes, la forma y los sentidos de su mundo. Lo que el narrador pone frente nosotros es, de algún modo, un álbum de notas de voz que registran la mirada del padre, su asombro frente a la identidad de un ser que se va construyendo en la realidad del lenguaje.

De eso trata este nuevo libro del escritor Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), siempre abierto a narrativas diversas, sin resistencia a ningún formato que le permita canalizar lo que su historia requiere. Ha explorado la novela (El viajero del siglo), el relato (Alumbramiento), la poesía (Vivir de oído), el aforismo (El equilibrista), la experiencia de la paternidad (Umbilical, 2022). Ahora su perspectiva da un giro rotundo: si tener un hijo lo cambia todo, verle crecer al ritmo que compone la gramática de sus descubrimientos y sus deseos lo "interrumpe todo" y "obliga a empezar de nuevo".

["Voy a hablarte siempre": Andrés Neuman se despide de su madre con una íntima elegía]

"Ya no puedo escribir lo que escribía", confiesa, "no encuentro las razones ni la antigua gramática, porque ahora eres tú quien balbucea entre estas frases". "Ya no puedo escribir lo mismo de antes [insiste], pero no se ha borrado ni una sola palabra". Sobre esa idea se gesta este Pequeño hablante, con su argumento: se trata del relato sincopado de cómo sucede el tránsito que va del niño "preverbal" a la consciencia del lenguaje y sus limitaciones (y las del padre "siempre al borde de entenderlo"). Un relato de imprevisible final: "Voy a extrañar al niño mudo. Y espero impaciente, al que vendrá".

No siente obligación alguna de contarlo todo, intenta esbozar sus impresiones organizándolas en microtextos que alternan, en progresión, números y letras. Representan una construcción completa del abecedario español, como un juego iniciático en el que el niño va cambiando de casilla: formula elecciones, se toma en serio los pronombres, yuxtapone sustantivos "para enumerar tesoros", verbos que nombran impulsos, el descubrimiento de adverbios ("gotas de gramática que se van añadiendo a sus deseos") y conectores secretos abren su lenguaje a un puente de "archipiélagos semánticos".

El estilo de Neuman es pura alquimia de sentidos trufados de reflexiones, cuanto escribe y sugiere

Funciona la brevedad. Nada distrae de la experiencia contenida en la historia de este pequeño hablante, primero en la casa, después fuera de ella, en su vida social, donde el niño muestra "un costado" que los padres desconocen, un personaje por descubrir.

No hay que leerlo como un libro más sobre lenguaje y paternidad. Ni se puede llamar ficción, porque en nada le falta a la verdad original de lo que cuenta. El estilo de Neuman es aquí pura alquimia de sentidos trufados de reflexiones, cuanto escribe y cuanto sugiere. Pura elocuencia poética. De ahí su efecto hipnótico en quien lo lee.

Asómense y disfruten de su particular poética narrativa sobre el aprendizaje del ser, del niño en la casilla de salida y del momento de llegada, cuando es ya "un hablante", y no hay regreso, y "empieza el juego de verdad".