Roberto Bolaño e Ignacio Echevarría con un libro de Parra. Foto: Alexandra Edwards

Roberto Bolaño e Ignacio Echevarría con un libro de Parra. Foto: Alexandra Edwards

Letras

Roberto Bolaño, caso cerrado: Ignacio Echevarría reconstruye el doloroso juicio con su viuda

El crítico literario, íntimo amigo de Bolaño y editor de sus tres primeras obras póstumas, traza la crónica razonada y precisa de lo ocurrido.

25 marzo, 2024 01:37

Fue durante las navidades de 2018. Llamaron a la puerta de mi casa y me hicieron entrega de un abultado sobre. No tenía pinta de ser un regalo. Tardé un rato en encajar, tras abrirlo, que se trataba de una demanda judicial contra mí de Carolina López, la viuda de Roberto Bolaño, y sus dos hijos. Si nunca lo han experimentado, sepan que es un mal trago recibir una demanda. La que recibí esa mañana se extendía a lo largo de 302 puntos y, acompañada de un grueso dosier de documentación, ocupaba más de doscientos intimidantes folios.

El punto 301 concluía: “Debido a todo cuanto se ha expuesto, y siendo innegable el alcance extraordinariamente relevante de las intromisiones ilegítimas del Demandado en el derecho al honor y a la intimidad personal y familiar de los Demandantes, esta parte limita la indemnización solicitada en el presente procedimiento a 150.000 euros para resarcir el daño causado a la memoria de Bolaño, a doña Carolina López y…” (aquí el nombre de sus hijos).

¡150.000 euros! Vaya. Si la cosa prosperaba, iba a tener que trabajar varios años para satisfacer esa cantidad. Por si fuera poco, había que sumar a eso las costas del proceso, los intereses y, para más inri, lo que supusiera publicar a cuenta mía la eventual sentencia condenatoria en los diarios de mayor difusión nacional de España y de Chile. Carolina y los suyos no sólo buscaban arruinarme sino también mi público descrédito: exponerme en la picota, vamos.

[Páginas en blanco]

El grueso de la demanda se sustentaba en un artículo publicado por El Cultural en el que, supuestamente, yo había "divulgado información falsa sobre los Demandantes, así como sobre la vida íntima y familiar de los mismos". Se trata del artículo titulado "Roberto Bolaño borrado" (23-09-2016), cuya circulación se pedía suspender “de forma total e indefinida”. Otros artículos publicados en esta misma revista eran también objeto de denuncia: "Penúltimos sinsabores de un novelista convertido en leyenda" (21-01-2011), "Iceberg Bolaño" (22-03-2013), "Gato por liebre" (18-11-2016), "Risa y volcán de Bolaño" (15-09-2017)…

Todos ellos –más algún otro publicado en otros medios, a los que se sumaban eventuales declaraciones en entrevistas– tenían por objeto, según la demanda, orquestar "una verdadera campaña de difamación de la imagen de Dª Carolina López", lo cual había afectado clara y directamente "a su honorabilidad" y la de sus hijos. El lector curioso puede acudir a esos mismos artículos para formarse un juicio propio sobre esta presunción.

[Roberto Bolaño borrado]

La demanda de Carolina López (en adelante, CL) fue desestimada íntegramente en sentencia publicada el 7 de enero de 2020. En ella se decía que, "por lo que se refiere al derecho al honor, es patente de entrada la ausencia en los tres artículos de expresiones insultantes o injuriosas, que carezcan de relación con el contenido de las ideas que en los mismos se exponen y comporten per se una ofensa". Por lo que concierne al derecho a la intimidad, tampoco se apreciaba que se hubiera producido una "intromisión ilegítima" en el mismo.

Los abogados de CL recurrieron el fallo (otros cincuenta farragosos folios repletos de presunciones insidiosas) y, con la Covid por medio, transcurrieron casi cuatro años hasta que una nueva sentencia del 20 de noviembre de 2023 desestimó el recurso de apelación de nuevo con rotundidad. Al no interponerse recurso de casación a esta segunda sentencia, el fallo se hizo firme y Carolina y sus hijos quedaron obligados a pagar las costas del proceso.

Portada del número de El Cultural del 23 de septiembre de 2016 que desencadenó el conflicto.

Portada del número de El Cultural del 23 de septiembre de 2016 que desencadenó el conflicto.

En definitiva: la demanda fue desestimada por dos veces por carecer de fundamento.

CL no se salió con la suya pero sí consiguió tenerme enredado en un proceso cinco años. Quienes no lo han sufrido no pueden hacerse una idea del incordio que supone defenderse ante los tribunales de una acusación cualquiera, por peregrina que sea. Tengo la suerte de que un hermano mío es un solvente abogado, de otro modo hubiera debido costear mi defensa en todo este tiempo.

Por lo demás, la prudencia dictaba que, mientras no hubiera un fallo firme, era mejor no engrosar el dosier de supuestos agravios. De modo que CL consiguió que durante estos años me abstuviera de añadir nada a cuanto llevaba dicho sobre su forma de administrar el legado –y la memoria– de Bolaño, algo que ella consideraba un ataque a su honorabilidad.

"El juicio celebrado el 17 de diciembre de 2019 fue un mal trago. Dolía oír de viva voz algunas de las barbaridades expuestas en la demanda"

El juicio celebrado el 17 de diciembre de 2019 también fue un mal trago. Dolía oír de viva voz algunas de las barbaridades expuestas en la demanda. La llegada del agente literario Andrew Wylie para declarar en mi contra y contentar así a su cliente quedó marcada por el amistoso diálogo que mantuvieron al saludarse él y Jorge Herralde, que declaró en mi favor.

“Querido Andrew, ¿qué haces tú aquí?”, le preguntó Herralde, sonriente.

“Querido Jorge, creo que he tomado el avión equivocado”, respondió Wylie.

Como fuere, su declaración fue lamentable. La otra persona llamada a declarar por los abogados de CL, la directora de Alfaguara, Pilar Reyes, excusó su presencia.

Y desde aquel día hasta hoy, que respiro aliviado, aunque perplejo ante el hecho de que la justicia no imponga ningún tipo de reparación a los sinsabores y los mareos que conlleva enfrentar una demanda que finalmente se desestima en su integridad.

[Bolaño reeditado]

El día en que se hizo pública la primera sentencia la comuniqué a los amigos echando mano de una cita de Horacio que, enigmáticamente, Roberto Bolaño puso al frente de Putas asesinas (2001): "La demanda acabará en risas y tú te irás libre de cargos".

Pero no es precisamente con risas como ha acabado esta demanda, si lo considero bien. Por mi parte, hay fastidio, sí, y rabia, pero sobre todo pena. Fui amigo de Bolaño, y me entristeció verme demandado por sus herederos, en particular sus hijos. (Lo que nos hubiéramos reído Roberto y yo, eso sí, si hubiéramos fantaseado con un duelo de honor entre ambos, acaso con espadas.). En cuanto a CL, la conocí al mismo tiempo que a Roberto, y mi amistad con él se trenzó con la de ella, a quien solía ver cuando iba a Blanes.

Hay numerosas fotos en que aparecemos juntos, en su casa, en la playa, con nuestros hijos. Coincidimos también en Santiago de Chile, en 1999, y compartimos una legendaria comida con Nicanor Parra en Las Cruces, junto al Pacífico. Nuestra relación se prolongó más allá de la muerte de Roberto, y estaba llena de cariño y complicidad.

"No es precisamente con risas como ha acabado esta demanda. Por mi parte, hay fastidio, sí, y rabia. Pero sobre todo pena”

Todavía me asombro de que optara por romperla abrupta y unilateralmente con un pretexto tan burdo como que yo había consultado sin su autorización, entre unos pocos conocidos, el contenido de El secreto del mal (2006), libro que armé por propia iniciativa, tras la publicación de 2666, rastreando en las carpetas del ordenador de Roberto que CL me confió. ¿Y por qué no iba a hacerlo? Lo mismo había hecho ya, como a ella bien le constaba, al armar, también por iniciativa propia, Entre paréntesis (2004).

Mi responsabilidad como editor me exigía asegurarme de la integridad y de la novedad de los materiales seleccionados, averiguar si se me escapaban cosas. Nada más natural que, una vez armado el libro, pedir su parecer a dos o tres personas cercanas, todas buenas conocedoras de la obra de Bolaño y amigas suyas, que podían alertarme de errores o ponerme en la pista de hilos perdidos.

[Gato por liebre]

Mi trabajo con los inéditos de Bolaño se realizó siempre en un marco amistoso y desinteresado, sin líneas rojas expresas ni tácitas, ni ninguna clase de acuerdo contractual. En su demanda, CL sugiere que mis objeciones a su gestión del legado literario Bolaño están movidas por el resentimiento que me produjo la pérdida de lucro por no ocuparme de sus obras. Y para acreditarlo aporta la única factura que –un año después de nuestra "ruptura", y por indicación expresa de la agencia Carmen Balcells, que en ese momento administraba los derechos de Bolaño– pasé a su nombre.

La factura, en concepto de "edición del libro El secreto del mal", ascendía a mil euros brutos. Mil euros brutos (850 netos), sin royalty alguno, por explorar durante meses decenas de archivos de ordenador, calibrar y seleccionar sus contenidos, armar un libro, estructurarlo, editarlo y prologarlo. ¿Cuánto ha ganado ella con las ventas de ese mismo libro en varias lenguas? ¿Cuánto con las ventas de Entre paréntesis y de 2666?

Nicanor Parra, Roberto Bolaño e Ignacio Echevarría en Chile, en 1999

Nicanor Parra, Roberto Bolaño e Ignacio Echevarría en Chile, en 1999

Sospecho que parte del dinero empleado por CL para su demanda contra mí –y contra otros: sus abogados encontraron en ella una bicoca– procede de los beneficios que le reportó mi trabajo. Por lo demás, pese a retirarme su confianza como asesor de las publicaciones póstumas de Bolaño, El secreto del mal apareció varios meses después tal y como yo lo había armado.

Mal puede CL objetar nada de mi criterio y mis trabajos cuando se aprovechó enteramente de ellos. Transcurridos algunos años, tras cambiar de editorial, reeditó los libros de que me había ocupado sin apenas cambios ni añadidos de relieve, si bien suprimiendo mis notas editoriales y toda mención a mi nombre y a mis contribuciones.

Pero para entonces ya estaba muy avanzado el proceso de borrado de una parte importante de la vida, del entorno y de las voluntades de Bolaño. Pues no se trataba de mi persona ni de mis actuaciones, como pronto deduje: se trataba de purgar la administración del legado y de la memoria de Bolaño de toda presencia incómoda, ya no digamos fiscalizadora, no sujeta a los intereses de CL y a su propio relato de la vida de Roberto. Intereses y relato sin duda legítimos, pero no por eso necesariamente justos ni verdaderos.

Contra lo que sostiene la demanda de CL y sus hijos, jamás me he reclamado albacea de Bolaño. A los periodistas que me trataban como tal (aún siguen haciéndolo), ignorando el alcance jurídico del término, les desmentía que lo fuera. La razón de ese malentendido son unas palabras que CL puso al frente de la primera edición de 2666, donde decía que yo era "el amigo al que [Roberto] designó como persona referente para solicitar consejo sobre sus asuntos literarios".

"Mi trabajo con los inéditos de Bolaño se realizó siempre en un marco amistoso y desinteresado, sin líneas rojas expresas ni tácitas"

Hago constar que Roberto nunca me dijo nada al respecto. Pero, una vez enterado de que así era, no podía menos que velar, en la medida de mis alcances, para que esos asuntos fueran tratados adecuadamente, sin que en ellos interfiriesen motivaciones espurias.

Y eso es lo que hice, a despecho de que CL lo tomara como un atentado contra su honorabilidad. En los artículos mencionados, consultables todos en la red, y "autorizados" por el fallo de los jueces, se encuentra mi parecer, en absoluto infundado, sobre el modo en que, después de la publicación de El secreto del mal, se han venido sirviendo los inéditos de Bolaño, siempre llenos de alicientes y de un alto valor, que resiste a las actuaciones inexpertas y mal orientadas, cuando no tendenciosas.

[Bolaño. Penúltimos sinsabores de un novelista convertido en leyenda]

Habiendo tenido un atisbo parcial de esos inéditos, habiendo atisbado asimismo el caudal riquísimo y deslumbrante de su correspondencia y de sus cuadernos, considero una calamidad que, transcurridos veinte años desde su muerte, el legado de Bolaño no se venga haciendo público de un modo más ordenado, más riguroso, más servicial, más ajustado a su espíritu y a su propio “programa” como escritor.

Considero una calamidad que, en no pocas cuestiones –empezando por su declarada lealtad a Anagrama–, se hayan pasado por alto su voluntad y sus complicidades. Que las rígidas censuras sobre ciertos aspectos de su vida –empezando por sus relaciones sentimentales, pero también con según qué amigos y familiares– vengan bloqueando una biografía de Bolaño a la altura de su personalidad y de su leyenda.

[Iceberg Bolaño]

Que la obra de Bolaño no pueda figurar en determinadas antologías (véase mi columna "Páginas en blanco", del 07-02-2024) o ser abordada o versionada con más libertad por directores de teatro, cineastas, otros artistas y escritores. Que se impida, por razones incomprensibles, la circulación de libros como Bolaño por sí mismo, impagable selección de entrevistas armada con devota amistad por Andrés Braithwaite al poco de morir Roberto, entonces con la aquiescencia de CL.

Considero una calamidad que la misma Carolina López haya cobrado un antipático perfil público de celosa cancerbera y de perseguidora en lugar de disfrutar y compartir con merecida alegría, sin perjuicio para sus herederos, la memoria caudalosa y la obra por fortuna inagotable de un escritor y de un hombre excepcional, libre, amoroso, radiante, que pese a todo sigue cautivando el interés, la pasión y la simpatía de sucesivas generaciones de lectores.