Haruki Murakami. Foto: Philip Fong / Tusquets

Haruki Murakami. Foto: Philip Fong / Tusquets

Letras

Crítica de la portentosa nueva novela de Murakami: el amor y la búsqueda de un lugar en el mundo

El autor japonés más leído del mundo recrea en 'La ciudad y sus muros inciertos' una historia en la que lo soñado no está reñido con la vida real.

25 marzo, 2024 01:37

Haruki Murakami (Kioto, 1949), el autor japonés más leído del mundo, ha escrito que la disposición de su mente es como una sala inmensa y amenazante repleta de cajones, inspirada en la novela El castillo de Kafka. "Por fortuna, el contenido de mi mente no es tan siniestro, pero su estructura física quizá se parezca a eso", declara en su ensayo De qué hablo cuando hablo de escribir (Tusquets).

La ciudad y sus muros inciertos

Haruki Murakami

Traducción de Juan Francisco González. Tusquets, 2024. 560 páginas. 22,90 €

En su última novela en castellano, La ciudad y sus muros inciertos se abren, como en un espacio cuajado de abismos, realidades de distintas texturas, y surgen como de la chistera de un mago personajes no del todo terrenales, con veladuras superpuestas, espaciales y temporales, en un alarde de imaginación.

El ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2023, autor de Tokio Blues y Kafka en la orilla, cuyo nombre suena cada año como candidato al Nobel, ha obtenido, entre otros premios, el Franz Kafka, el Hans Christian Andersen, el Jerusalem Prize o el Tanizaki, el mas prestigioso de las letras niponas. Amante de la música, antes de ser escritor abrió un bar de jazz con su esposa.

Su mundo se mueve entre lo cotidiano y lo irreal, o más bien lo surreal. Un chico anodino puede de pronto convertirse en un personaje inusitado. Sus jeroglíficos no encuentran fácilmente respuesta definitiva, como si el autor escamotease alguna pieza. Algunos críticos, pese a que el trasfondo de su obra es a menudo metafísico, lo han tachado de no demasiado profundo.

Murakami busca cierta transparencia en sus narradores, siempre una voz masculina en primera persona, pero aplica mucha más complejidad a los diálogos y a la trama. Él mismo define su estilo: "Si no me iba a ocupar (o no podía hacerlo) de temas graves como la guerra o el hambre, me sentía obligado a usar materiales más ligeros, y para ello me hacía falta un vehículo rápido y potente por muy frágil que fuese".

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Las atmósferas dotadas de sensaciones oníricas son su punto fuerte, y en La ciudad y sus muros inciertos hay un flujo de escenas de carácter irreal que mantienen al público entre el mundo conocido y una ciudad que no tiene que ver con la pedestre realidad ni con el tiempo de los relojes. Quedamos envueltos en una historia en la que, extrañamente, lo soñado no está reñido con la vida real. Nos preguntamos cuándo los personajes pisan tierra firme y cuándo están inmersos en las sombras de un lugar quimérico.

El tema profundo de la novela es la maduración de un joven: respecto al amor, a su identidad, a la verdad de su existencia. No es una novela de iniciación, porque el mundo objetivo se desvía hacia lo fantástico, lo mítico y lo sobrenatural, y porque el personaje-narrador va cambiando de edad a lo largo de la obra. Pero el protagonista, y también el resto de los seres con los que se cruza, dedica su trayectoria a la búsqueda de un lugar en el mundo.

La novela se divide en tres amplias partes. En la primera, el protagonista se dirige a una joven que ha desaparecido súbitamente de su vida: "Fuiste tú quien me habló de aquella ciudad", se dice en la frase que abre la historia. El joven tímido y desubicado de diecisiete años ha conocido a una chica de dieciséis en un concurso de redacción entre estudiantes de diversos institutos. Su enamoramiento, más poético que íntimo, se desarrolla en paseos hacia el mar o el río, o en los bancos de un parque discreto.

Apenas una o dos veces al mes, aquellos encuentros estaban llenos de charlas sobre lo divino y lo humano, "con el esporádico aderezo de abrazos y besos". La joven hablará entonces de una ciudad amurallada, lejana, no perteneciente a la realidad. La muchacha describe la ciudad con minuciosidad y cercanía, hasta el punto de contarle al joven que su verdadero yo está en ese lugar rodeado de murallas. Los capítulos de esta primera parte no transcurren en el mismo nivel de realidad.

Murakami nos regala los muchos pasajes extraordinarios de esta imaginativa novela 

Se alterna la relación de los enamorados con episodios en los que el joven se encuentra viviendo en la ciudad amurallada. Las mudas temporales son también mudas de lo cotidiano a lo fantástico. El protagonista se instala en el mágico lugar con la tarea de leer viejos sueños en la biblioteca del lugar, donde una joven bibliotecaria, quizá la sombra de su amada, se ocupa de él.

En la segunda parte, el protagonista ha regresado a Tokio, a la realidad objetiva: "Quien se hallaba aquí, en este mundo real, era un individuo vulgar y corriente, que rondaba la mediana edad y que había perdido la facultad que le hacía especial en ese otro mundo". El protagonista se traslada a la ciudad de Z, donde ha conseguido el puesto de director de biblioteca. Allí es recibido por el viejo director, Tatsuya Koyasu, uno de los pocos personajes con nombre.

Tatsuya es sabio, afable y elegante, aunque viste con faldas largas. Su aparición en la novela es el medio para que se vaya revelando la biografía del alma del protagonista. La relación entre ambos, en la cuerda floja que va de lo real a lo inverosímil, es lo mejor de la novela. La historia regresará, en su tercera parte a la remota ciudad amurallada, donde los individuos no tienen sombra y donde los unicornios mueren en invierno por las grandes nevadas.

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De nuevo el bibliotecario que habíamos dejado en la ciudad de Z vuelve a habitar en el paisaje amurallado y seguirá con su trabajo de lector de sueños. En esta ocasión un joven, M, con memoria casi borgiana, habitual de la biblioteca de Z, aparecerá en la ciudad amurallada, para refugiarse allí.

Para contemplar el interior de sí mismo el protagonista ha realizado un viaje de idas y vueltas por la irrealidad y por lo tangible. No podemos revelar más de este jeroglífico porque levantaríamos el velo que oculta momentos de fascinante fantasmagoría. Murakami escribió un relato del mismo título hace cuarenta años. Convertirlo en novela después de la pandemia explica su necesidad de buscar un sentido profundo a esta historia entre lo visionario y lo real.

El escritor ha declarado muchas veces que escribir y leer requieren tiempo. Sobrepasar algunos momentos excesivamente morosos, quizá nos regala el adentrarnos en los muchos pasajes extraordinarios de esta novela imaginativa y portentosa.