Manuel Vicent. Foto: Javier Carbajal

Manuel Vicent. Foto: Javier Carbajal

Letras

Manuel Vicent: "Concha Piquer fue una mujer avanzada a su tiempo"

El escritor vuelve a la novela para narrar, en 'Retrato de una mujer moderna', la historia nada ficticia de la cantante y actriz

1 noviembre, 2022 01:23

Dos años después de retratar la legendaria vida noctívaga de Ava Gardner (Ava en la noche), Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) vuelve a la novela para recrear la vida de Concha Piquer desde el momento en el que emprende, casi sin querer, su triunfal aventura americana.

Luminoso y barroco, divertido y algo cansado, el escritor aborda en Retrato de una mujer moderna (Alfaguara) la historia nada ficticia de la cantante y actriz, y recuerda lo mejor y lo más triste de la memoria sentimental del niño de posguerra que fue. Criado a golpe de canciones de amor, sueños y desengaño, la vida entera cabía en una canción de la Piquer.

Para empezar, Vicent confiesa a El Cultural que la Piquer fue parte del paisaje sonoro de su primera adolescencia y de su niñez: “Verá, yo salía de casa camino de la escuela y de todas las ventanas, de todos los patios, salía la misma canción. En la puerta de casa escuchaba el planteamiento de la canción, a mitad de camino, cerca de donde el herrero estaba herrando los caballos, escuchaba el nudo, y cuando llegaba a la escuela, el desenlace, con lo cual en los 200 metros que separaban mi casa de la escuela yo me escuchaba una novela completa y descubría todas las desgracias que había a mi alrededor”.

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Pregunta. ¿Es entonces este Retrato de una mujer moderna una suerte de homenaje a los niños de la posguerra que crecieron oyendo esas coplas de la Piquer?

Respuesta. Bueno, Manolo Vázquez Montalbán siempre recordaba cómo, siendo adolescente, conoció a su padre el día en que salió de la cárcel, al cruzarse los dos en la escalera mientras sonaba la canción "Tatuaje" de Concha Piquer. Y Joan Manuel Serrat cuenta que mientras jugaba al fútbol con una pelota de trapo en la calle del Poble Sec, cuando su madre le llamaba a gritos para que no manchara la ropa o subiera a comer, siempre escuchaba "A la lima y al limón". De alguna manera, novelar la vida de la Piquer es rescatar tu propia infancia porque, en cierto modo, ella es en sí misma una novela: no puedes añadir nada más de lo que hay, lo único que tienes que hacer es dotarlo de una atmósfera narrativa. Porque todo lo que cuento fue verdad.

Manuel Vicent. Foto: Javier Carbajal

Manuel Vicent. Foto: Javier Carbajal

P. ¿Y no ha sentido la tentación de añadir algún episodio inventado totalmente?

R. No, no, no quise, no he inventado nada. Pudo haber sido una estrella de Broadway pero por pura nostalgia y por amores volvió a España. Recuerde que era una niña a la que habían arrancado de la huerta valenciana con trece años, sin saber inglés ni leer en español. El maestro Penella se la llevó a Nueva York camino de México a principios del siglo pasado, y por azar deslumbró a un empresario neoyorquino y se quedó allá.

P. Recrea un personaje tan novelesco como de carne y hueso. ¿Tanto le fascina?

R. Sí, porque Concha Piquer por sí sola ya te da la estructura de la novela: tú solo tienes que incardinarlo en una atmósfera. Y también porque es un personaje que condensa todo un tiempo y un espacio. Desde luego, uno puede pensar que si ahora mismo unos cohetes espaciales pueden desviar un aerolito, volver a la Piquer suena a algo pasado, pero creo que dentro de la copla que cantaba hay una modernidad innegable, un surrealismo popular, un venero purísimo. Toda la modernidad puede estar en una copla de la Piquer.

“Toda la modernidad puede estar en una copla de Concha Piquer”

P. ¿A qué se refiere? ¿En qué sentido fue una mujer moderna?

R. En todos. Es un prototipo de mujer moderna porque estuvo siempre por encima de las circunstancias. Verá, si el mundo se divide, como decía Humphrey Bogart, entre profesionales y no profesionales, esta mujer fue ante todo una profesional. Si se enfrentó al régimen franquista no fue por ideología, sino para defender su carrera, y en esto siempre estuvo por encima de los hombres que la rodearon. Fue una mujer avanzada a su tiempo, que vivió amancebada públicamente. Ahora nos parece fácil, pero en aquellos tiempos se necesitaba ser muy valiente. Sufrió mucho, pero cantaba cada vez mejor porque mezclaba el placer del éxito con la angustia de sus tormentos íntimos, privados, y esa forma de vivir se instaló en la garganta.

P. Hablaba antes de cómo algunas canciones de la Piquer marcaron la memoria sentimental de España…

R. Sí, hay canciones de la Piquer como "Tatuaje" que son como un himno a todos los que se fueron, a los que se exiliaron, a los fusilados; es una metáfora patética de la desolación de aquellos tiempos y a la vez un bálsamo.

P. En la parte final del libro cuenta cómo intentaron cambiar el veredicto del jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Artes de 1987 para otorgárselo a la cantante.

R. Sí, lo he escrito como si fuera un informe. En el fondo fue un homenaje que unos amigos quisimos brindarle. En realidad, fue idea de Antoñito López, el pintor, que estaba muy enamorado de la Piquer. En ese momento, el premio sonaba como muy consabido y fue Antonio López el que dijo que había que meter el cuchillo debajo del humus y sacar la lasca de verdad que hay en el fondo de la cultura popular, porque lo demás nos parecía a todos manierista, previsible, evidente. No lo conseguimos, claro, pero hubiera sido un golpe maestro.

“Darle el Premio Príncipe de Asturias fue idea de Antoñito López, el pintor, que estaba muy enamorado de la Piquer" 

P. La Piquer se retiró cuando comenzó a fallarle la voz, coincidiendo por azar con la apertura de la España de los años 60. ¿Realmente cree que fue entonces, con el turismo sobre todo, cuando comenzó la Transición?

R. Bueno, ella se retira en el 58, y coincide con que es cuando se produce la reconversión española, España comienza a entrar poco a poco en la modernidad, entran los turistas, entra el bikini... Era un mundo que estaba reventando por las costuras.

P. Hablando de la Transición, ¿es de quienes ahora la cuestionan y reniegan de ella?

R. En realidad los que no la han conocido son quienes la juzgan con mayor dureza. Lo mejor de esos años fue que se fomentó un clima positivo de creatividad colectiva, de empujar todos en la misma dirección, fruto de un equilibrio entre los terrores, entre los miedos de todos: la izquierda creía que los militares se iban a levantar y los militares, que el Partido comunista era muchísimo más fuerte de lo que era en realidad. Así se produjo una especie de pacto tácito de que esta vez no nos vamos a matar entre nosotros, todo menos volver a una guerra, y en ese sentido empujamos todos en la misma dirección para sacar la carreta del charco. Y todos los partidos, vinieran de la clandestinidad, del exilio o del franquismo, sintieron esa especie de buena onda, de empujar todos en la misma dirección para evitar lo peor. Ahora se ven los fallos que hubo, pero en ese momento fue casi un milagro, y de hecho asombró al mundo entero.

"Los que no han conocido la Transición son quienes la juzgan con mayor dureza"

P. También estos días se cumplen cuarenta años del triunfo del PSOE por mayoría absoluta en 1982…

R. El PSOE supo encarnar una palabra maravillosa, “socialismo”, hizo que ese socialismo se manifestara en el rostro de un joven, Felipe González, y de una nueva generación, y después apostó por una sola palabra, “cambio”: socialismo, jóvenes, cambio. Su triunfo en las urnas fue inapelable, porque si la transición primera de Adolfo Suárez había como descorchado la botella de champán, ahora se trataba ya de bebérselo. Pero duró poco, porque era tanta la expectativa de cambio, que en poco tiempo se produjo el desencanto.

P. Hace tiempo aseguró que jamás aceptaría premio alguno, pero acaba de recoger el Lletraferit de la cultura valenciana a toda su trayectoria…

R. Ja, ja, ja, es cierto, en el discursillo de aceptación en nombre de todos los premiados, confesé que yo siempre había dicho que no aceptaría jamás un premio que me obligara a vestirme de oscuro o de negro para recibirlo, pero también reconocí que en esta vida he dicho muchas cosas, pero que si los tuyos te dan un galardón honorifico, debía aceptarlo. Y agradecerlo.

"Las redes están cambiando el alma colectiva de la humanidad. Todo es verdad y es mentira, todo ocurrencia"

P. ¿Sigue pensando que las redes están expandiendo la idiotez, y fomentando “un insufrible gallinero”?

R. Yo creo que las redes están cambiando y van a cambiar el alma colectiva de la humanidad; la humanidad ya no es como era hace diez, hace veinte años, la estamos viendo transformarse a una velocidad increíble… Y no sé si será mejor o peor, pero será distinta. Va a cambiar el idioma, la forma de comunicarse, porque las redes te obligan a pensar según sus leyes. Todo tiene que ser rápido, espontáneo, todo debe ser comunicado, dicho, desdicho, todo es un sí y un no a la vez, todo ocurrencia, y todo es verdad y todo es mentira. Es como la física cuántica, según la cual una partícula puede estar en dos sitios a la vez. Pues eso se va a aplicar a las opiniones, a lo que uno suelta por la boca.