'La muerte de Séneca', Luca Giordano, entre 1675 y 1700. Foto: Museo del Louvre

'La muerte de Séneca', Luca Giordano, entre 1675 y 1700. Foto: Museo del Louvre

Letras

Pintar la filosofía: un recorrido con Michel Onfray

El filósofo francés propone en su libro 'El cocodrilo de Aristóteles' una original historia del pensamiento a través de la pintura y el significado de cada detalle en los cuadros analizados

16 agosto, 2022 01:34

Un pintor quiere expresar un contenido filosófico, pero es difícil pintar ideas... Lo que hace entonces es pintar un objeto que exprese la idea que resume ese contenido. Lo que hay que ver en una pintura filosófica, por tanto, es el objeto que condensa esa filosofía. Este el punto de partida de El cocodrilo de Aristóteles (Paidós), un libro en el que Michel Onfray plantea una singular historia de la filosofía a través de la pintura.

El cocodrilo de Aristóteles
Michel Onfray
Paidós, 2022. 240 páginas,
26 €

En el cuadro de Jean-Charles Nicaise Perrin La amistad de Pericles por Anaxágoras, uno de los primeros del recorrido que propone Onfray, el filósofo, de mentalidad racionalista y que no cree en los dioses, señala un candil mientras mira a su alumno, que se ha convertido en un gran estratega. Plutarco relata que el poderoso gobernante, al enterarse de que su viejo maestro vive pobre y olvidado, le hace una visita, en la que el filósofo apunta hacia ese objeto ubicado sobre una columna truncada y le dice: "Pericles, los que necesitan un candil le echan aceite".

Onfray explica que el pensador hace ver al hombre de Estado "el signo del hombre vencido, perdido por la culpa, aunque puede redimirse mejorándose a sí mismo mediante la práctica de la verdadera sabiduría". Le invita por tanto a ejercer la virtud y a reconocer que, a pesar de su poder, sigue siendo el aprendiz de un hombre más sabio: "Una vieja lección ética de los filósofos a los políticos".

El examen de estos "detalles" en más de 30 cuadros es el ejercicio que Onfray desarrolla en la obra, en la que para explicar la filosofía de Platón elige Alegoría de la caverna de Michiel Coxcie, donde aparecen varios hombres que llevan atrapados desde la infancia en el fondo de una cueva, atados con cuerdas. No pueden ver lo que acontece detrás de ellos, sino las sombras que un fuego proyecta en la pared de enfrente. Toman por verdad esas sombras, la apariencia, la ilusión, no la realidad de las cosas. Pero el filósofo sabe que a la verdad, a las ideas puras, se llega no por los sentidos sino por el intelecto.

'Retrato de Nicolás Maquiavelo', Santi di Tito, segunda mitad del siglo XVI, Palazzo Vecchio

'Retrato de Nicolás Maquiavelo', Santi di Tito, segunda mitad del siglo XVI, Palazzo Vecchio

Mattia Preti enfrenta en un lienzo a Platón, el filósofo de las ideas, y Diógenes, el filósofo de la realidad, que porta una lámpara con la que quiere desacreditar a su compañero de escena: busca al hombre ideal de Platón pero no es probable que lo encuentre, porque lo que solo existe como idea pura es imposible de encontrar, o sea que no existe.

El cocodrilo de Aristóteles comparece en una pintura de Jean Baptiste de Champaigne en la que Alejandro Magno presenta al filósofo, entre cuyos caudalosos intereses también figura la zoología, varios animales extranjeros que ha hecho traer para él. Alejandro dirige una mano hacia el cocodrilo y con la otra parece exigir al viejo sabio que escriba sus apuntes naturalistas a partir de la observación directa. Estamos, apunta Onfray, ante "la obra de un cortesano", porque Aristóteles es respecto a Alejandro lo mismo que el pintor respecto a Luis XIV, "un súbdito del príncipe que puede desarrollar su trabajo gracias a la generosidad de su mecenas".

No falta Séneca en este registro. Su muerte (el emperador Nerón le obliga a suicidarse) es un tema clásico de la pintura occidental. El objeto de La muerte de Séneca de Luca Giordano en el que repara Onfray es la lanceta con que un colaborador punza sus venas. La dignidad frente a la muerte es la última enseñanza de Séneca, que en sus últimos minutos de vida "no pierde ni su sabiduría ni su lucidez". Y es que el estoicismo proclama que "el dolor es solo lo que queremos que sea".

El cocodrilo de Aristóteles comparece en una pintura de Jean Baptiste de Champaigne en la que Alejandro Magno presenta al filósofo varios animales extranjeros

Onfray sostiene que, en su Retrato de Maquiavelo, Santi di Tito "no pinta a Maquiavelo sino el maquiavelismo". La clave está en los guantes rígidos que sostiene con fuerza con la mano izquierda, como si fueran un puñal, mientras la derecha reposa sobre un libro. La imagen impresiona y el autor la describe con detalle: la mirada astuta y feroz, la boca sin labios, el rostro de reptil, el rojo y el negro de la indumentaria… Maquiavelo quiere unificar las ciudades-Estado en un solo Estado poderoso, y para ello el príncipe debe utilizar "la astucia del zorro o la fuerza del león".

El maquiavelismo consiste en "avalar la autonomía de la política y el abandono de toda moral". En esta imagen, de mano a mano, ese puñal sugerido servirá para poner en práctica los preceptos contenidos en el libro.

Louis-Michel van Loo pinta a Diderot en bata azul. Era su vestimenta de trabajo, pero Madame Geoffrin, que financiaba la Enciclopedia, se la cambió por una de seda escarlata. Él añora su vieja bata y saca enseñanzas de este suceso: rechaza "el lujo y lo inútil que esclavizan, prefiriendo en su lugar lo humilde, lo sencillo". Cree que "la pobreza es virtuosa", que lo superfluo se paga con bajeza, mientras que "lo necesario permite mantener la cabeza alta".

'Retrato de Denis Diderot', Louis-Michel van Loo, 1767. Foto: Museo del Louvre

'Retrato de Denis Diderot', Louis-Michel van Loo, 1767. Foto: Museo del Louvre

Para Onfray, Diderot encarna en esta obra un estilo, una elegancia y un espíritu "con los que la Revolución Francesa acabará muy pronto".

Un gorro de armenio resume a Jean-Jacques Rousseau en un retrato de Allan Ramsay; en la mesa de Kant pintada por Emil Dörstling se concentra su sistema filosófico; un parapeto aísla del mundo a Nietzsche y Munch; la blusa de Proudhon, que posa junto a sus hijas para Gustave Courbet, "expresa su fidelidad a su vida como hombre del pueblo".  

En el óleo de Victor Eustaphieff Charles Darwin con sir Charles Lyell y Joseph Dalton Hooker, el autor de El origen de las especies sostiene un folio. El escenario es su despacho en Down House y "el triángulo intelectual" que forman los tres sabios (Lyell es geólogo y Hooker, botánico) "converge" hacia ese papel que ha sido extraído del manuscrito de Alfred Russel Wallace (que también ha descubierto la teoría de la selección natural) Sobre la tendencia de las variedades a diferenciarse indefinidamente del tipo original.

Los tres hombres están decidiendo el paso que hay que dar después de la lectura de ese texto. Y la conclusión es que "hay que adelantarse a Wallace", publicando su obra pero con unas cartas de Darwin que impongan la idea de que sus hallazgos son anteriores. Poco después llegará El origen de las especiesEustaphieff "capta el momento en que la teoría de la evolución entra en la Historia únicamente bajo el signo de Darwin".   

Onfray apunta que la taza de té de Marx en el cuadro de Hans Moczany en el que aparece junto a Engels "es un emblema de la aristocracia y de la burguesía, grande, mediana o pequeña, pero nunca del proletariado". Y que el diente que le falta a Michel Foucault en la representación pictórica de Gérard Fromanger (a partir de una fotografía) "es un agujero en el ser, un nuevo orificio por el que se llega a lo más hondo de la carne del filósofo, justo allí donde nacen las ideas".

Demócrito, Protágoras, Marco Aurelio, Tomás de Aquino, Erasmo, Montaigne y Derrida (con su gato) son otros de los pensadores que desfilan por esta obra de uno de los filósofos franceses más conocidos, autor de Antimanual de filosofíaTratado de ateología, Las sabidurías de la antigüedad, CosmosPolítica del rebelde.