Tim-Gautreaux_Hachette-Australia

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Letras

Tim Gautreaux y el (des)encanto de la vida rural

'El paso siguiente en el baile' es la historia de un matrimonio roto que pese a sus diferencias descubre que hay algo intangible que los mantiene unidos

9 noviembre, 2020 09:35

El paso siguiente en el baileTim Gautreaux

Traducción de José Gabriel Rodríguez. La Huerta Grande. Madrid, 2020. 456 páginas. 22 €. Ebook: 10,99 €

Mi primer contacto con Tim Gautreaux (Luisiana, 1947) fue un relato titulado “Idols” publicado en The New Yorker hace unos años. El protagonista, Julian, es un tipo arrogante y engreído casi tan despreciable como Patrick Bateman en American Psycho. Cuando a comienzos del 2018 se publicó en español su volumen de cuentos El mismo sitio, las mismas cosas me acerqué al libro pensando encontrar en sus 12 historias otros tantos julianes vanidosos, presuntuosos, endiosados… para mi sorpresa me topé con personajes tan comunes como el más corriente de los mortales. Lo extraordinario era el argumento, la historia que en sí misma nos enfrentaba a complejas situaciones.

El paso siguiente en el baile (1998) fue su primera novela y está estructurada en tres partes claramente delimitadas. En ella sigue el patrón de los cuentos alejándose del modelo de antihéroe utilizado en “Idols”. Los protagonistas son Paul Thilbodeaux y su hermosa esposa Colette, una pareja joven que parecían hechos el uno para el otro desde que comenzaron una juvenil relación en los años de instituto. Su vida transcurre sin pena ni gloria en Tiger Island, una pequeña localidad de Luisiana, que para Paul, mecánico de profesión y bailón de discoteca de vocación, representa el paraíso en la tierra. Colette, empleada en el banco local, piensa de forma bien distinta y el pueblo “había empezado a parecerle un estanque pequeño y turbio”.

Una serie de desencuentros originados por la afición de Paul a las peleas se sustanciarán cuando Colette encuentra a su marido con otra mujer viendo una película en el autocine. Colette decide huir a California en busca de una existencia más intensa dejando atrás la anodina rutina rural. Como si fuera una metáfora de la nueva vida glamurosa que busca y pretende iniciar adquiere un vehículo de la marca Mercedes emulando, en cierta forma, la carroza de una princesa.

Para Paul vivir sin su esposa carece de sentido y acude en su búsqueda. Los Ángeles resulta ser la antítesis del paraíso anhelado y la realidad se impone a la utopía. Cada uno sigue su propio camino y la vida, ya difícil en sí misma, resulta más dura cuando se está en un ambiente extraño y desconocido. Paul, mucho más modelable que su esposa, se adapta al nuevo ambiente; ella, infatigable buscadora de nuevos retos terminará por asumir su fracaso.

Más allá del ambiente provinciano de su nativa Luisiana, lo que incita a la reflexión en este libro es el tipo de matrimonio que representan Paul y Colette

En el único encuentro amoroso que tienen en Los Ángeles, Colette quedará embarazada y decide regresar a casa de sus padres en Tiger Island. Paul, dependiendo sentimentalmente como siempre de ella, también regresa al pueblo con “la esperanza que las piezas rotas de su matrimonio puedan volver a soldarse”. No se trata de volver a la casilla de salida: la crisis golpea a la comunidad, las cosas no son como antes, y terminarán divorciándose. Pero no siempre las desgracias son fuente de conflictos, en singulares ocasiones también sirven para unir.

Gautreaux es un excelente narrador de historias que domina el ritmo y recrea personajes creíbles y bien diseñados. Más allá del ambiente provinciano de su nativa Luisiana —referencial marco espacial en el que transcurre su literatura—, y las culturas cajún y católica —no sé si más lo primero que lo segundo o viceversa— magistralmente descritas una y otra, lo que incita a la reflexión es el tipo de matrimonio que representan Paul y Colette. La única aspiración del marido es ser el “mejor mecánico del mundo” y esa sencillez, que la esposa entiende como falta de ambición, es lo que exaspera a la mujer: “Dentro de cincuenta años, seguirá metido en la grasa de sus máquinas hasta las orejas sin pensar en mis sentimientos”.

Lo que cada uno de ellos espera de la vida, sus ideales y quimeras, son tan compatibles como el agua y el aceite, pero hay algo intangible que pese al divorcio los mantiene unidos; tal vez la tradición, tal vez los vínculos familiares, tal vez la religión… La realidad terminará por forjarles, y los personajes que encontramos en los últimos capítulos nada tienen que ver con los ingenuos jóvenes del inicio. Para algunos el desenlace, en la línea de Steinbeck en Las uvas de la ira, puede resultar sentimental en exceso, tanto en lo relativo a la necesidad de superar desgracias y contratiempos, como al constatar que tan solo valoramos las cosas importantes cuando las hemos perdido.