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Letras

Habsburgo, la familia que dominó Europa

'El tiempo de los Habsburgo' bucea en la singularidad de una dinastía que, con un rico discurso que aunaba poder y cultura, creó un imperio de familia

22 septiembre, 2020 08:59

El tiempo de los HabsburgoVíctor Mínguez e Inmaculada Rodríguez

Marcial Pons. Madrid, 2020. 560 páginas. 35 €

Miembros de la casa de Habsburgo coincidieron a la cabeza del Sacro Imperio Romano Germánico y de la Monarquía de España durante doscientos años. El siglo XVI, desde el acceso al trono imperial de Maximiliano I hasta la muerte de Felipe II de España, albergó la fase expansiva de este poder familiar y es lo que los autores de este libro denominan “el tiempo de los Habsburgo”. Se trató de un proyecto político con ambición de hegemonía global, profundamente marcado por lo religioso y que se revistió de una construcción cultural muy rica beneficiada por el impulso renacentista. Este último aspecto, el despliegue político-cultural, que sirvió para formalizar un discurso en torno al poder y la dinastía, es el objeto de este libro. Está firmado por dos historiadores del arte, Víctor Mínguez (1960) e Inmaculada Rodríguez Moya (1975), de larga dedicación a las relaciones entre arte y poder en la Edad Moderna.

La singularidad de los Habsburgo reside en haber creado, con inteligencia, tenacidad y oportunidad, un imperio de familia, más allá de los numerosos tronos que ocuparon. Empezaron por patrimonializar la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, aunque nunca dejó de ser formalmente una magistratura electiva, y ampliaron intereses y espacios bajo Carlos V, heredero de los reinos castellanos, aragoneses e italianos de sus abuelos hispanos, junto con los descubrimientos y conquistas en América y Asia. En 1556, la abdicación de Carlos dio lugar al reparto de su inmenso patrimonio territorial en dos imperios, y al establecimiento de dos ramas de la familia: como el águila bicéfala de sus armas, parecía que los Habsburgo tenían un solo cuerpo y dos cabezas. Lo que dio unidad tanto al Sacro Imperio como a la Monarquía de España fue precisamente el trono, la dinastía que resumía y cohesionaba territorios que de otra manera habrían estado disgregados.

Como describen los autores, el ascenso y consolidación de los Habsburgo estuvo arropado por un rico discurso que aunaba poder y cultura. A la heterogeneidad de los reinos reunidos bajo su cetro correspondió una narrativa que mezcló múltiples elementos tomados de la tradición europea, tanto clásica como cristiana. En primer lugar, destaca el fuerte componente religioso, la sacralización de la autoridad política y del linaje resumido en la noción de Pietas Austriaca, que da sentido a su lucha sin cuartel contra los turcos, justifica el dominio sobre las Indias, explica la lucha con los protestantes y legitima la pretensión de tutelar a la Iglesia romana.

La singularidad de los Habsburgo reside en haber creado, arropado por un rico discurso que aunaba poder y cultura, un imperio de familia, más allá de los tronos que ocuparon

La retórica representativa de los monarcas Habsburgo con una majestad que es también sacralización de sus figuras, la exaltación de los santos vinculados a la familia, o la consideración de El Escorial como nuevo Templo de Salomón, fueron formas de dar sentido divinal a un poder que fusiona lo político y lo confesional, trascendente en suma. En segundo lugar, los Habsburgo se proclamaron herederos y superadores de Roma y su imperio. Por eso la idea de Pax Romana inspira la Pax Austriaca, y más concretamente la Pax Hispanica, una hegemonía global que verifica Felipe II una vez incorporadas a su corona Portugal y sus Indias.

La iconografía del Rey Prudente como emperador romano, o antes los retratos y esculturas de Carlos V como héroe, son ejemplos de esta intención. Igualmente, la familia recurrió a las referencias mitológicas para reivindicar mitos fundacionales que lanzaban mensajes acerca de sus virtudes heroicas. En ocasiones, estos elementos provenientes de tradiciones culturales distintas —la bíblica, la mitológica— se hibridaron en instituciones o productos culturales complejos, como ejemplifica la Orden del Toisón de Oro, epítome de rasgos mitológicos, caballerescos y cristianos. O las fiestas públicas organizadas con motivos de la visita del soberano, los fallecimientos o las proclamaciones, cuando se desplegaban ricos aparatos decorativos cuya eficacia derivaba de la mezcla de lenguajes representativos legibles para todos los públicos. Los actos de la coronación imperial de Carlos V en Bolonia (1530) así lo atestiguan.