Primo-Levi

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Letras

Primo Levi, la voz desgarrada del siglo XX

Con motivo del centenario del escritor italiano la UCM organiza una inmersión caleidoscópica en el pensamiento y la obra de un autor, por desgracia, cada día más vigente

24 octubre, 2019 08:56

“Me parece superfluo añadir que ninguno de los datos ha sido inventado”, concluye el escritor Primo Levi (Turín, 1919-1987) en el prólogo de su relato memorialístico fundacional, Si esto es un hombre, con el que inicia su inmersión en una carrera contra el olvido, la mentira o la indiferencia de lo que fue, no lo olvidemos, el genocidio más grande ocurrido jamás en suelo europeo. Precisamente no olvidar, hacernos recordar lo que fue Auschwitz y la Alemania nazi fue el principal empeño del italiano, porque como aseguraba en otro volumen, “esas cosas ocurrieron de verdad, y ocurrieron así. No hace siglos, no en países remotos, sino hace quince años y en el corazón de esta Europa nuestra”. Sólo hay que atreverse a leer.

Cuando se cumplen cien años del nacimiento de este portavoz de la peor cara del siglo pasado, de este químico reconvertido en memorialista y fundador del concepto de memoria histórica, la Facultad de Filología de la UCM organiza, hasta el próximo lunes, el Congreso Internacional ‘Primo Levi. Memoria y escritura’, una inmersión caleidoscópica en el pensamiento y la obra de un autor, que, quizá por desgracia, está cada día más vigente.

Ésta es la opinión de Arno Gimber, ponente del congreso y profesor de Filología Alemana en la Universidad Complutense de Madrid, que sostiene la todavía gran importancia de no dejar de hablar del horror nazi. “En la Historia nada se repite, es absolutamente imposible. Pero puede volver a ocurrir algo parecido, desde un régimen no democrático hasta un genocidio, también en nuestros países, claro que sí”, advierte. “No hay seguridad, pero analizando el fracaso de la República de Weimar, explicando las causas de la llegada de Hitler al poder, los errores que se cometieron, hablando de la Shoa en las clases, leyendo a Primo Levi (y otros testimonios), a lo mejor aportamos algo para que sea más difícil que aparezca de nuevo la barbarie. Ojalá”.

“La mirada de Levi es una advertencia. Nos recuerda que las raíces ideológicas y sociales de la dictadura no se han erradicado de una vez por todas”, explica Giuseppe Stellardi, presidente de la Facultad de Lenguas Modernas de la Universidad de Oxford y estudioso del autor, por cuya páginas desfilan la Italia fascista y la Alemania nazi, estados cuyos ecos hoy no parecen ya tan lejanos. “Pero al mismo tiempo, la esperanza de que la memoria y la cultura continúen ofendiendo a la eficiencia del medio ambiente contra la deshumanización”.

Literatura contra el horror

Esta intención de advertencia, de alarma, fue una de las motivaciones que llevaron a Levi, químico de formación, a ahondar en sus más terribles recuerdos en la en su día pionera y hoy canónica Trilogía de Auschwitz, compuesta por Si esto es un hombre (1947), La tregua (1963) y Los hundidos y los salvados (1986). Pero hay más. Como apunta Stellardi, “la literatura era el componente esencial de su forma de reaccionar contra el horror. El trabajo de Levi no es solo un relato fáctico de lo que sucedió, sino también una reflexión profunda y una elaboración artística de su experiencia personal, por lo que adquirió un valor universal”.

Tras su relato pionero, otras voces como las de Imre Kertész, Jean Améry, Ruth Klüger o Jorge Semprún, añadirían matices y experiencias a la pesada mochila de la memoria europea, pero Levi fue el primero en huir del trauma, en tratar de recuperar su humanidad, a través de las palabras. “Levi dirá en numerosas ocasiones que para él escribir era una forma de poner orden en el caos del mundo. Las obras de Levi se presentan como relatos que ambicionan ser algo más que la descripción de las vivencias de un hombre en un campo de extermino y los modos por los cuales ha sobrevivido”, opina la catedrática de Filología Italiana de la Universidad de Córdoba Carmen Blanco Valdés. “Levi pretende sobre todo documentar una experiencia violenta, presentar las peores consecuencias de la xenofobia y, sobre todo, meditar sobre el comportamiento humano en condiciones excepcionales. Para él escribir era un modo de liberarse de las obsesiones”.

Una de estas obsesiones, quizá la más sorprendente fue su exigencia de neutralidad a la hora de juzgar. Levi siempre se negó a condenar de forma generalizada al pueblo alemán, que para él era el destinatario real de su Trilogía. “Es Normal que no haya condenado el pueblo entero. Conoció a alemanes que lucharon contra Hitler y alemanes que estuvieron presos en los campos. No existe la culpa colectiva”, afirma Gimber, para quien el mérito de Levi “consiste precisamente en no difundir el miedo y el terror, sino en enseñar la humanidad. Sus libros son esperanzadores”.

Para Stellardi, “su propósito principal no era vengarse, sino reafirmar el poder de la mente humana para sobrevivir al ataque más destructivo”. Una reconstrucción que,en su opinión, debía pasar necesariamente “por el lenguaje, la cultura y la comunicación. Los alemanes eran lectores asiduos de Levi, y con frecuencia mantenía correspondencia con ellos. Sin embargo, nunca aceptó ningún intento de auto absolución”. Pero la propia respuesta del escritor la apunta Blanco Valdés, que apunta que “en 1976, en un apéndice a su edición escolar Si esto es un hombre, Levi aseguraba:‘la tentación de odiar nace en mí, pero no soy un fascista, creo en la razón y en la discusión como supremos instrumentos del progreso, y por ello antepongo la justicia al odio’”.

Volver a ser humano

Sin embargo, la gran confrontación que tuvo Levi tras su paso por el Lager no fue con los otros, sino consigo mismo. En sus libros, muchas páginas están ocupadas por reflexiones sobre cómo vivir después de una experiencia genocida como aquella, sobre cómo recuperar la humanidad. “Levi narra el proceso de destrucción, la demolición del ser humano. La mayor enseñanza de Levi, más allá de haber dado testimonio directo de los horrores del exterminio, es que su obra es un reflejo de todos los ataques a los que puede verse sometida la dignidad humana, tanto de orden físico como de orden moral, y de cómo sobreponerse”, opina Blanco Valdés.

Para Stellardi, su escritura nació precisamente como una reacción para “expulsar el veneno y recuperar su propia humanidad. El lenguaje y la literatura fueron sus respuestas a la inhumanidad, porque la humanidad es frágil y siempre está en peligro. Pero el lenguaje, la literatura, la cultura, la comunicación y la educación son nuestras mejores armas para combatir la deshumanización y el totalitarismo”, defiende.

Pero a pesar de este aparente triunfo, coronado con una carrera de escritor que más allá de lo memorialístico guarda poemas apreciables, dos novelas espléndidas (Si ahora no, ¿cuándo? y La llave estrella), un texto inclasificable y de gran originalidad (El sistema periódico), y varios libros de cuentos (Historias naturales, Defecto de forma, Lilit y otros relatos y el póstumo Última Navidad de guerra), así como el libro de entrevistas recién publicado en España Yo, quien os habla; siempre planeará sobre la figura de Levi el misterio de su muerte. ¿Se suicidó Primo Levi arrojándose al hueco de la escalera? ¿Fue finalmente alcanzado por el complejo de superviviente?

Más allá de la propia vida

Gimber da una respuesta negativa, y considera que “su final tiene que ver con la pérdida de fe en la fuerza de la comunicación. Donde la comunicación ya no es posible, estamos perdidos”. Sin embargo, Blanco Valdés muestra más dudas, pues apunta que Levi fue uno de los 20 supervivientes de los 650 judíos que fueron deportados con él. “Es un asunto todavía hoy controvertido, pero, lo cierto es que el suicidio, paradójicamente, ha sido un final no inusual para algunos de los supervivientes”, reconoce. “La vergüenza y la culpa por haber sobrevivido tú en lugar del otro, quizá más generoso, más sensible, más inteligente, más útil, es un sentimiento que carcome, porque en realidad el sentimiento no es el de que hayan sobrevivido los mejores, sino los que mejor se adaptaron”.

Stellardi, por su parte, termina diciendo que “incluso si lo suicidó, sería extremadamente difícil concluir que este hecho sellaba el fracaso del esfuerzo de su vida como sobreviviente, testigo, escritor y hombre. Este esfuerzo para él nunca fue una individualidad individual, fue y sigue siendo una batalla colectiva; En este sentido, la contribución de Levi perdura más allá del límite de su propia vida”.

Una vida y un testimonio cuyo legado es, no sólo el de “iniciador de lo que hoy se denomina memoria histórica”, como asegura Blanco Valdés, sino como apunta el italiano, una herencia doble. “Por un lado, como hombre de su tiempo, proporciona una perspectiva única y penetrante sobre uno de los principales acontecimientos del siglo XX. Por otra parte, como escritor, contribuye poderosamente a la reflexión continua sobre el significado de ser humano. Su trabajo es uno de los mejores ejemplos del significado universal y la importancia de la literatura verdadera”, concluye Stellardi.