PatchWord

PatchWord

Letras

Un juego de manos para quitarse el sombrero

A. G. Porta, Gregorio Casamayor y Francisco Imbernón firman PatchWord, un juego literario en el que a través de las peripecias de un sombrero desgranan las grandes cuestiones de la vida

27 septiembre, 2019 17:49

“Del mismo modo que algunos nacen ricos o pobres, otros nacemos sombrero, y nuestros orígenes pueden ser tan variopintos como los de cualquier humano”. De este modo se presenta al comienzo de su relato Athanasius Pernath, el sombrero panamá que es genuino protagonista de PatchWord (Acantilado), un juego narrativo gestado a fuego lento que nace de la colaboración de tres escritores auténticamente literarios.

Tras probar a cruzar sus plumas en 2012 con Otra vida en la maleta, Gregorio Casamayor (Cañadajuncosa, Cuenca, 1955) y A. G. Porta (Barcelona, 1954) –cuyo gusto por escribir a cuatro manos se remonta a cuando publicó con Bolaño el hoy libro de culto Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce– andaban en busca de otro proyecto que hacer a medias. Fue entonces cuando se presentó Francisco Imbernón (1952), autor de numerosas obras de pedagogía con una historia que pronto se mostró como la indicada. “Le desafiamos: nos ponemos si tú empiezas volcando en el papel todo lo que se te ocurra. Con esa cincuentena de páginas iniciales empezó la aventura de PatchWord, que nos ha llevado cuatro años”.

El protagonista de este compendio de historias, de este patchwork literario sería un sombrero, un sombrero que pasando de mano en mano (más bien de cabeza en cabeza) pudiera bucear en las tripas y pensamientos de un sinfín de personajes. “Un sombrero es una prenda personal, pero intercambiable. Una de esas prendas que puede dejarse olvidada, cambiar de manos y de cabeza, que puede encontrarse en un mercadillo o tirado en una calle. Y está sobre la cabeza, lo que le permite leer e introducirse en nuestros pensamientos”, explican en conjunto los tres escritores, que en esta charla, al igual que en la novela, se niegan a disociar su voz.

Como una rueda

Y es que a diferencia de muchos otros experimentos similares de escritura conjunta, desde Wordsworth y Coleridge hasta Bioy Casares y Borges, en PatchWord todo el texto es uniforme. “No hay partes de cada uno. Las distintas versiones del original van cambiando de manos, como una rueda, y cada uno va aportando sus ideas, sus matices y sus obsesiones a los personajes una y otra vez”. Un trabajo que, según reconocen, ha requerido “amistad a prueba de bomba, constancia a pesar del paso del tiempo, paciencia a prueba de caprichos e ideas para soportar las arremetidas del colega de turno, y capacidad técnica y literaria para escribir según el registro y el tono adoptados. Y también muchas cenas de largas sobremesas”.

Pero volvamos a la historia. Desde su Ecuador natal, este sombrero panamá recorre, poniendo a prueba el azar y la casualidad, cabezas tan dispares como las de un sacerdote, un pedagogo universitario, un militar, una artista, un psicólogo, un escritor… “En general, todos los personajes de este mosaico comparten un principio que puede resultar idílico o engañoso: la creación de un ser humano diferente, que algunos llaman también el hombre nuevo. Todos ellos creen de algún modo en su capacidad de sanar (salvar) a la persona (y a la humanidad) por vías distintas: la educación, la fe, la terapia, la disciplina…”, explican los autores, a quienes parecía capital mostrar “las interioridades y contradicciones de cada uno de esos personajes, entre lo que predican, hacen y su experiencia vital”.

Y es que a lo largo de su viaje, este sombrero va observando y opinando sobre todas las grandes cuestiones de la vida: la fe, la moral o la ética, la educación, el amor, la fidelidad, la amistad, la muerte, la frustración humana… “En principio son algunos de los grandes temas de hoy y de siempre, sólo que el sombrero (con una mirada irónica) se enfrenta a ellos y se sorprende de las actitudes y comportamientos de los seres humanos. Que ya se sabe que siempre estamos dispuestos a tropezar tres o mil veces en la misma piedra”, apuntan los autores, que llevan esa mirada irónica hasta ellos mismos, apariciones fugaces en la novela junto a muchos otros escritores actuales. “No estaba de más esa misma mirada irónica hacia nosotros mismos. Si no sabes reírte de ti mismo la vida pierde parte de su sentido”.

Inútil ir más allá

Sin embargo, a pesar del tono irreverente, la exploración que acomete nuestro textil protagonista no es sino la que lleva emprendiendo el ser humano desde siempre: comprender el sentido de la vida, aunque para él está claro nuestra total incapacidad para comprender la vida y la muerte. “Nuestro sombrero Panamá que tiene una mirada más amplia, toda una cosmovisión, sabe perfectamente que la vida es un regalo y que la muerte es un devenir, que ese regalo y ese devenir es el único sentido que hay que buscarle. Inútil ir más allá”, defienden los escritores, que reflexionan también sobre nuestra constante necesidad de dejar huella en el mundo.

“Pretender dejar huella suena un poco presuntuoso. Sin embargo somos así. ¿Qué le vamos a hacer? Los autores de las pinturas de Altamira, esos queridos antepasados, ¿eran conscientes de lo que hacían?, ¿representaban su mundo o dejaban una huella? Las dos cosas", explican. “Por eso queríamos  quitarle trascendencia a ese hecho, no sea que un día de estos el planeta se nos sacuda de encima y nos convierta en fósiles. Así que había que mostrarlo todo con una cierta carga irónica”.

Pero más allá de toda su enjundiosa carga filosófica, PatchWord, que combina relatos vertidos en todas las formas posibles –oral, escrita, audiovisual, musical...–, es una pura y simple celebración de la literatura, de esas historias que no sólo existen cuando alguien las cuenta, sino, sobre todo, cuando alguien las lee. “En realidad la novela es una defensa del hecho de narrar y también del gozo de ser lector o espectador. Hay algo mágico en el relato, algo que hace que un crío pida siempre el mismo cuento y que le sea explicado de la misma manera. Y algo nuevo en la madre o el padre que explica ese cuento: el énfasis en un personaje, la emoción, la reconstrucción de una escena o la mirada interior de un personaje que te hace pensar en ti”, argumentan Casamayor, Imbernón y Porta.

Una magia que, como narradores, los tres buscan básicamente en “la emoción, que es lo que mueve al ser humano, a ese lector que extrae sus propias lecciones, que encuentra alguna conexión especial entre lo que lee y sus propias experiencias”. Por que como afirman, “cada lectura reescribe el libro. Es una novela, no un libro de autoayuda, y alcanza su plenitud cuando encuentra quien lo lee”. Pero tampoco es necesario que el lector le dé demasiadas vueltas al asunto, advierten, “no sea que vaya a ponerse trascendente y se enrede en la maraña, esperamos que para entonces nuestro Panamá ya le habrá advertido seriamente de tales peligros”.