Image: Rosa Berbel: Mi visión de la poesía está a medio camino entre la epifanía y la evidencia

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Letras

Rosa Berbel: "Mi visión de la poesía está a medio camino entre la epifanía y la evidencia"

1 febrero, 2019 01:00

Rosa Berbel. Foto: Carlos Allende

Poco a poco, casi sin querer, el nombre de una joven poeta, Rosa Berbel (1997), se está imponiendo entre críticos y lectores avisados. Nueva y valiosa según Fernando Aramburu, quien la considera una “pepita de oro”, Berbel acaba de publicar su primer libro Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión), premio Antonio Carvajal de Poesía.

Estudiante de Grado en Literaturas Comparadas en la Universidad de Granada, Rosa Berbel confiesa que su vocación poética nació “de una manera muy natural”, quizá porque en su infancia siempre estuvieron muy presentes la palabra y la música. En la adolescencia empezó a leer poesía “de forma más consciente, con más placer y libertad”, y surgieron sus primeros poemas, “de esa emoción extraña entre la admiración y la envidia. Recuerdo que imitaba mis lecturas de cabecera de entonces (Aleixandre, Cernuda, Salinas, etc.), o escribía poemas nuevos a partir de versos que me conmovían. Ese primer pastiche movilizó algo en mí, como una forma nueva y más divertida de nombrar las cosas”. Pregunta. ¿Siempre poesía? Respuesta. Antes hubo otros géneros, pero después de la poesía ha habido poco más. Me gustaría escribir otras cosas, pero ahora mismo encuentro en el poema un espacio muy flexible y generoso, que me permite experimentar con todo lo que me gusta. El poema está abierto a todo, y eso me entusiasma. P. ¿Con qué tradición poética se identifica? R. Cuando empezaba a escribir en mi adolescencia disfrutaba mucho con la poesía confesional norteamericana, sobre todo con Sylvia Plath y Anne Sexton. Poco a poco me he ido distanciando pero ese poso sigue ahí. Más adelante hubo otros poetas-maestros, sobre todo latinoamericanos: Vilariño, Bolaño, Huidobro, Parra, etc. Internet ha jugado un papel central, buena parte de la poesía a la que he tenido acceso la he conocido a través de las redes sociales. P. ¿A qué poetas contemporáneos lee? R. Últimamente leo mucho a Simic, Tranströmer y Sharon Olds, que son ya clásicos contemporáneos. Me alegra compartir o haber compartido espacio-tiempo con estos tres, es algo de lo que sentirse orgulloso. En otro sentido, aunque radicalmente contemporáneos y también imprescindibles, admiro mucho a Erika Martínez, Pablo García Casado y Berta García Faet, por citar a algunos. P. ¿Cómo explicaría a un lector poco avisado su poética? R. Es una pregunta complicada, preferiría que me leyera y que mis poemas hablaran por sí mismos. Pero diría que en este libro hay una tensión entre lo material y lo especulativo, que se revela a su vez en una tensión central entre verdad y mentira y, a otro nivel, entre un yo-político-feminista y un yo-obediente. Esta dicotomía es a fin de cuentas un simulacro, pero sostiene el libro, o al menos mi idea del libro. Y más allá, supongo que sostiene mi visión de la poesía, a medio camino entre la epifanía y la evidencia.

R. Creo que la infancia es una etapa extraña, en la que el tiempo parece estar congelado o al menos llevar otro ritmo. Es un tiempo casi mitológico, un no-tiempo, y eso lo convierte en un momento muy poético. Pero también son años de contradicciones, de conflictos, de descubrimientos no siempre alentadores. Me molestan un poco algunas representaciones excesivamente ingenuas de la infancia, es una etapa menos luminosa de lo que parece. P. ¿Cuánto hay de testimonio y cuánto de premonición en sus poemas (pienso en “Planes de futuro”)? R. Diría que se mueve precisamente ahí, en ese enfrentamiento. Pertenezco a una generación a la que los planes de futuro le angustian especialmente. Hemos interiorizado hasta tal punto la crisis que forma parte de nuestro proyecto de vida. Sabemos que en 10 o 20 años tendremos que seguir lidiando con una precariedad que es laboral y económica, pero también afectiva, porque nos impide mantener o establecer nuevos vínculos. “Planes de futuro” es un retrato de la clase media de la edad de mis padres, pero funciona también como atrapasueños de mi generación. P. ¿Qué tal se lleva con las redes y con la ciberpoesía? R. No puedo separar la poesía de las redes sociales: en mi caso, primero fueron las redes y después la poesía. Internet me ha posibilitado tejer una red con poetas de muchas partes del mundo, nutrirnos mutuamente. La comunicación y el acceso a la información se han transformado por completo, y eso se revela en la poesía, porque ahora todos nos entendemos con otros códigos. Los primeros poemas que publiqué fueron en revistas virtuales y pienso que estos espacios son muy enriquecedores: permiten al poeta difusión, y al lector, saber qué está pasando. Pienso, por ejemplo, en Tenían veinte años y estaban locos, el Tumblr que Luna Miguel llevaba hace unos años, que ofrecía un panorama muy rico de la poesía joven. Para alguien que empezaba, hacer un descubrimiento cada poco tiempo era genial. P. ¿Y le interesan los poetas tipo Marwan, Brandon, etc? R. No me interesa el discurso monolítico de “la poesía soy yo”, y creo que buena parte de las críticas a esto que está pasando radican ahí. El debate no debe partir de la acusación sobre si este fenómeno es bueno o malo, sino de la certeza de que este fenómeno es, y no puede volver a no ser. Si los debates partieran de ahí serían más interesantes. Y en última instancia, pienso que el lector es sabio y no le gusta ser sermoneado: cada uno lee lo que quiere, y eso es muy legítimo. @nmazancot