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Letras

Ellos

Francine du Plessix Gray

19 octubre, 2018 02:00

Francine Du Plessix junto al matrimonio Liberman. Nueva York, 1948

Traducción de Ángeles de los Santos. Periférica & Errata naturae. Cáceres/Madrid, 2018. 738 páginas, 26,50 €

La crítica literaria Francine du Plessix (Varsovia, 1930), finalista del premio Pulitzer, escribe Ellos porque es consciente de que la herencia familiar (heridas, traumas y deseos, ausencias y presencias) es una de las fuentes más valiosas para el conocimiento de uno mismo. Por eso, la escritora asume un ejercicio brutal: la indagación sin censura en los silencios y en los actos de los padres, la búsqueda de una verdad del yo que pueda dar cuenta de la responsabilidad de esos “ellos” en la vida de Francine. Una procesión inabarcable de tíos y tías, de amigos de los padres y tutores temporales, de cocineras y parientes: multitudes de extraños que nunca pudieron suplir el espacio vacío de la madre narcisista y gélida, ni el lugar del padre muerto en el frente. Casi como si fuera hija de nadie, Francine encarna la historia de la Europa del siglo XX y el relato de un exilio global.

Ellos es el encuentro emocionante entre las vidas privadas y la historia. Una escritura majestuosa que recorre la fallida Revolución rusa de 1905, la exitosa de 1917, el leninismo y el endurecimiento estalinista; los éxodos y los exilios soviéticos, el antisemitismo, el triunfo de los fascismos y el ascenso de Hitler al poder, la II Guerra Mundial, las muertes y las vidas truncadas, el auge del capitalismo en los EEUU y el triunfo de las sociedades consumistas: las luces de los grandes almacenes y la comida rápida, la búsqueda del éxito social y del prestigio público, la fe en los trajes de Chanel y en las estrellas de Hollywood.

Como si fuera hija de nadie, Francine encarna en 'Ellos' la historia de la Europa del siglo XX y el relato de un exilio global

La escritura de Francine du Plessix es la búsqueda de un arraigo definitivo, la construcción de un hogar que, a pesar de las fisuras, se levanta con la voluntad de mantenerse firme. Monumental e íntima, esta obra es la estrategia de una mujer que quiere paliar el dolor de las heridas vitales, suavizar la rigidez de la madre e interpretar todos sus gestos. Porque Ellos también es la historia de una niña que idolatró a una madre llena de imperfecciones y de arrogancia, de belleza y de adicciones secretas, de puritanismo anticuado y de extrañeza rusa. La autora escribe desde la serenidad del duelo superado y desde el amor distanciado; escrupulosa con la verdad y con el dato, la biografía de su madre adquiere la estructura inevitable del árbol genealógico. Los documentos que maneja (cartas, fotografías, visados, certificados) se entrelazan con los testimonios de amigos y familiares, así como con la memoria de Du Plessix. Una historia familiar que se ramifica y crece para confirmar que la vida de los otros, aun de los que apenas vio o ni siquiera conoció, fue tan real como la suya misma y que sólo a partir de ellos es posible acercarse al sentido de la propia existencia.

Francine du Plessix Gray

Tatiana Yákovleva du Plessix Liberman, madre fría y distante de Francine, fue asimismo la diseñadora de sombreros más famosa de Nueva York hasta que la contracultura de los 60 dinamitó el uso de sombreros como símbolo de la distinción de clases. Nacida en San Petersburgo, en el seno de una familia judía de intelectuales y artistas de ascendencia noble, era una belleza robusta de metro ochenta y ojos asiáticos. En 1925 enfermó gravemente de tuberculosis y fue enviada a París con su tía abuela Sandra, exiliada de una Rusia cada vez más famélica y constreñida. Es el año 1928. Tatiana tiene 22 años y se muere de nostalgia. Entonces, conoce al poeta Vladímir Maiakovski: se enamoran apasionadamente y protagonizarán un romance brutal. Figura colosal del Futurismo ruso y poeta oficial de la Revolución, Maiakovski dejará una huella indeleble en Tatiana. Las cartas y los telegramas que se enviaron nos permiten conocer su historia. Y aunque Tatiana no querrá nunca casarse con él porque significaría regresar a una Rusia despiadada y triste, sí será su gran amor. Francine sospecha que tal vez el único: el silencio sepulcral de la familia en torno al daño emocional que el suicidio del poeta pudo causar en su madre es sumamente elocuente. Cuando Maiakovski se pegó un tiro, Tatiana estaba embarazada de cuatro meses: poco tiempo antes se había casado con el diplomático y vizconde Du Plessix “para deshacer el nudo” con el poeta bolchevique. Como no podía ser de otro modo, el matrimonio no duró más de tres años.

En 1941 Tatiana ya ha conocido a Alex Liberman, su futuro marido y el padre adoptivo de Francine. Ante los avances del nazismo alemán, los tres abandonan París y escapan a Estados Unidos. Liberman, cosmopolita ruso educado en las escuelas más prestigiosas de Francia y Gran Bretaña, es el aristócrata ambicioso que Tatiana necesita.Tras el hambre, el miedo, los hacinamientos y las mil amenazas, los tres exiliados llegan al puerto de Brooklyn a bordo del buque Carvalho Araujo. Desembarcan sin saber todavía que sus vidas van a transformarse de manera radical: el astuto Alex será primero director artístico de la emergente revista Vogue, y después uno de los grandes jefes del emporio editorial Condé Nast Publications. La bella Tatiana, por su parte, será una de las mujeres más influyentes de la moda femenina y cosechará grandes éxitos con sus diseños de sombreros. Y mientras tanto, Francine será una niña abandonada que irá de casa en casa, de tutor en tutor, de mano en mano, de desconocido en desconocido. Su madre y su padrastro, demasiado ocupados en su promoción social y profesional, delegarán en otros el cuidado de la hija. El resultado es terrible: con once años, Francine es una criatura anémica, desnutrida e insegura. Echa de menos a su padre biológico. Cuando descubre que Tatiana y Alex le habían ocultado que su padre estaba muerto, se convertirá en una huérfana llena de rabia, desolada e insomne.

La escritora no hace concesiones: disecciona las miserias de su infancia y su adolescencia para intentar comprender a sus padres. No los justifica ni los excusa, pero a veces, cuando logra entenderlos, se compadece del “zorro plateado” y de la “gran dama” de un modo conmovedor. Porque los Liberman no eran fáciles: supervivientes de guerra y emigrantes de éxito, fueron también padres cobardes y narcisistas siempre endeudados. Con la misma aspereza rusa, y aunque temerosa eterna de su madre, la adolescencia de Francine es la construcción de una identidad por oposición: ante el físico contundente de la madre, la anorexia de la hija; frente a la feminidad, el pelo rapado; contra un estilo de vida frívolo, el activismo pacifista y la búsqueda del anonimato.

El libro ahonda en las relaciones incontestables entre biografía privada y acontecimiento histórico y se hace más íntimo a medida que avanza y descubre una colección de familiares fieros, bellos y rotos por dentro. Ellos la conducen hasta sí misma. Sin perder elegancia ni precisión estilística, la narración se transforma en la confesión de una mujer que finalmente es capaz de perdonar a su madre en la escritura y en los sueños. Y es que la autora encuentra en la literatura el instrumento privilegiado para esculpir los recuerdos y reconciliarlos con los deseos frustrados. Porque sólo podremos comprendernos si escuchamos a nuestros antepasados y decidimos amar sin reservas a todas esas madres que ya no están.