Image: Fuego y furia. En las entrañas de la Casa Blanca de Trump

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Letras

Fuego y furia. En las entrañas de la Casa Blanca de Trump

19 enero, 2018 01:00

Donald Trump

Michael Wolff Henry Holt Ed. Nueva York, 2018. 336 páginas, 23,60 €. Ebook: 12,38 €

Hacía tiempo que un libro no suscitaba un interés semejante, con cientos de miles de ejemplares vendidos en unos días: es Fire and Fury, la polémica crónica de los primeros nueve meses del presidente Trump en la Casa Blanca, que la editorial Península publicará en España en febrero con el título de Fuego y furia.

Es un neoyorquino en Washington, mucho más obsesionado por los medios de comunicación y las personalidades que por los asuntos políticos. Omite los hechos, elude los detalles y prescinde de las normas profesionales en favor del éxito y la posición social. Y, aunque finge desprecio por la prensa convencional, no puede evitar dejar caer la máscara para revelar su doble juego. Por supuesto, estoy hablando del escritor Michael Wolff (1953), que con Fire and Fury: Inside the Trump White House [Fuego y furia. En las entrañas de Casa Blanca de Trump] ha producido un libro correcto en su conjunto, si bien básicamente insatisfactorio, sobre los caóticos primeros nueve meses del presidente Trump, otro manhattanita obsesionado con los medios. Wolff es una especie de Boswell perfectamente grotesco del Johnson de Trump. Los dos forman una pareja celestial, o tal vez infernal. Fire and Fury ha provocado un estallido como pocos libros contemporáneos sobre política, ha acaparado durante días la atención de un presidente enfadado, ha vuelto a prender la llama de los interrogantes sobre su estabilidad mental y ha provocado la excomunión de Stpehen Bannon, ex jefe de estrategia de Trump. No obstante, la razón por la cual el relato de Wolff es innegablemente entretenido al tiempo que lamentablemente insatisfactorio es la misma por la que informar sobre este Gobierno es tan frustrante. Como la política y las elecciones son mi especialidad, es fácil que me atraigan las historias sobre la Casa Blanca de Trump, pero aunque lo que cuentan pueda ser apasionante también puede que le dejen a uno insatisfecho. Por decirlo suavemente, obtener la verdad sin mixtificación de un presidente que lleva tiempo jactándose de manipular la prensa puede ser difícil. Y luego está la pura extravagancia de la era de Trump. Cuando cualquier cosa es verosímil, también es publicable, pero eso no tiene por qué significar que la hayas entendido. Wolff aborda la dificultad inherente de informar sobre la actual Casa Blanca en una nota introductoria en la que explica que lo que recuerdan las diferentes fuentes puede chocar entre sí, y en algunos casos ser falso. “Esos conflictos y esa laxitud con la verdad, cuando no con la propia realidad, son una constante elemental del libro”, afirma. Para afrontar este problema, señala que, a veces, deja que “los actores ofrezcan sus propias versiones, al tiempo que permite al lector que las juzgue”. Por desgracia para este último, al tratar tres de los momentos cruciales de la campaña y la presidencia de Trump, Wolff tira la toalla. Cuando relata la reunión celebrada en 2006 en la Torre Trump entre Trump hijo, el jefe de campaña Paul Manafort y Jared Kushner, yerno del presidente y su cercano consejero, y un grupo de rusos que les prometieron información perjudicial para Hillary Clinton, Wolff ofrece varias “teorías del porqué y el cómo de esta reunión imbécil”, pero no se decide por ninguna de ellas. En segundo lugar, al evocar lo sucedido un año más tarde a bordo del Air Force One, cuando el ya presidente Trump trabajaba en la elaboración de una declaración para su hijo que quitara hierro a la reunión, Wolff no intenta evaluar la veracidad de las afirmaciones de Kushner y su esposa, Ivanka, de que ellos no participaron en ningún encubrimiento. “Según recordaba posteriormente el equipo de Ivanka, esta abandonó enseguida la reunión, se tomó una píldora y se fue a dormir”, escribe Wolff. Wolff vuelve a recurrir a lo mismo, solo que esta vez desde la voz del bando contrario, cuando explica la funesta decisión de Trump de despedir al director del FBI James Comey. “Según la versión de los ajenos al círculo Jarvanka, fue Jared el que presionó para que se tomasen medidas”, asegura. (Jarvanka es la contracción, tomada de Bannon, que utiliza Wolff para referirse a Jared e Ivanka). Se puede encontrar una explicación para la cautela del autor en los agradecimientos, en los que rinde homenaje a su abogado especialista en libelos. Así es este libro. En su retrato de Trump como mandatario aberrante, no solo desconectado de las tareas de gobierno, sino casi analfabeto, Wolff es implacable. Reúne devastadoras valoraciones oficiales de supuestos aliados de un presidente infantil. Sin embargo, gran parte de sus fuentes son opacas. “Llevo toda la vida inventándome historias, y ellos siempre las publican”, se jacta el presidente de cómo ha tomado el pelo a los medios de comunicación durante años. Pero Wolff, con ironía en apariencia involuntaria, no aclara dónde recogió una cita tan explosiva. El autor se hace también el escurridizo sobre si estuvo presente en algunas de las conversaciones que refiere o si lo que ofrece es una versión de los hechos tomada de personas que sí lo estuvieron. Por ejemplo, abre el libro con una fascinante conversación mantenida durante una cena en la que intervinieron Bannon y Roger Ailes, expresidente de Fox News, poco antes de la toma de posesión, en la que ofrece una cita textual detrás de otra. Según Wolff, la cena se celebró “en un piso de Greenwich Village”, pero omite mencionar que él fue el anfitrión de la velada. Wolff es periodista de oficio, y al igual que su protagonista, menosprecia las principales cabeceras por lo que insinúa que es su sesgo liberal, y destaca en particular al New York Times por calificar la presidencia de Trump de anómala. Pero, dejando aparte la ironía que supone que su propia descripción dibuje una Casa Blanca escandalosamente anormal, Wolff muestra que su vapuleo a los medios de comunicación no es sincero cuando pasa de la colección de himnos de Ailes a una perspectiva liberal más convencional. En una pulla a los medios de comunicación, llama a Richard Spencer, activista de ideología racista de la derecha alternativa, “hierba gatera para la prensa liberal”, pero a continuación hace una eficaz defensa de los liberales al dar a Spencer un micrófono abierto para que proclame que ellos son “la vanguardia de Trump”. El autor de Fuego y furia muestra su máxima fortaleza cuando escribe sobre lo que conoce mejor: las inseguridades y las ambiciones de Trump. Pero, pese a que gran parte de esta presidencia gira en torno a la cobertura informativa, sigue siendo una presidencia, y Wolff tiene muchos más puntos débiles cuando se trata de política. El fracaso de la derogación de la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible en el Senado se despacha en menos de una frase, sin mencionar la oposición del senador John McCain o la previa llamada telefónica in extremis que le hizo Trump. El libro prácticamente borra al vicepresidente Mike Pence, lo cual resulta desconcertante teniendo en cuenta la influencia que tuvo en las escuchas a los altos cargos y el personal del gabinete. Es más, poca gente consideraría a Andrew Card o Erskine Bowles unos jefes de gabinete “de talla sobrehumana”. Aunque el estilo a menudo es vivaz, Michael Wolff, que intenta atenerse a un relato cronológico, puede ser tan repetitivo como Trump, y vuelve una y otra vez a sus palabras o frases preferidas (joie de guerre es una de sus favoritas). Lo que, al final, salva al libro son los momentos en los que prácticamente convierte a Bannon en coautor, permitiendo que describa los enfrentamientos en el Ala Oeste con su archienemigo moderado Jarvanka de una manera que hace de Fuego y furia el primer relato verdaderamente desde dentro de la Casa Blanca de Trump. Por supuesto, se trata de los recuerdos de un solo ayudante, y pueden incluir lo que el propio Trump llamó en una ocasión ejemplos de “exageración verídica”. En el mundillo de la prensa, esta clase de historias se podrían considerar “demasiado buenas como para verificarlas”, pero dada la popularidad de Fuego y furia, Wolff podría darles otro nombre: hierba gatera liberal. © New York Times Book Review