Gabriel García Márquez en una imagen de procedencia y fecha desconocidas. Foto: Harry Ransom Center

El Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, que adquirió el archivo del autor tras su muerte, ha digitalizado y puesto a disposición del público 27.500 materiales que incluyen manuscritos, fotografías, cuadernos de notas, correspondencia, e incluso una grabación de su discurso de aceptación del Nobel.

En noviembre de 2014, pocos meses después de la muerte de Gabriel García Marquéz, el narrador más leído en castellano y epítome de una generación, la del boom, que cambió la historia de la literatura, se hizo público que el archivo personal del escritor había sido adquirido por el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas. Como se supo posteriormente, la familia lo había vendido por 2,2 millones de dólares buscando la mejor solución, ya que, según declaró en su momento su hijo Gonzalo García Barcha, "el Gobierno colombiano nunca se hizo presente ni realizó ninguna oferta".



Las críticas no se hicieron esperar, pues fueron muchos los que no entendieron, e incluso consideraron ultrajante, que los restos literarios del novelista más destacado de Latinoamérica feroz crítico del imperialismo estadounidense, llegaran precisamente al país norteamericano. Sin embargo, la decisión ha demostrado no ser nada desacertada, pues, según informa el New York Times, el centro universitario acaba de anunciar la digitalización y puesta a disposición del público general de alrededor de la mitad de la colección, compuesta aproximadamente por 27.500 materiales que incluyen manuscritos, inéditos, fotografías, cuadernos de notas, correspondencia, e incluso una grabación de su discurso de aceptación del Premio Nobel.



Una vida condensada en papeles

El archivo online, catalogado tanto en inglés como en español, incluye, por ejemplo, borradores y manuscritos de todos los libros principales de García Márquez, incluida la copia final de su obra maestra, Cien años de soledad, que convirtió al escritor colombiano en una figura global. También se encuentran piezas de sumo interés como las correcciones que realizó para el discurso de aceptación del Nobel de Literatura 1982 o el proyecto del segundo volumen de sus memorias, que iban a tratar de su estancia en Europa y México, donde finalmente residiría hasta su muerte.



Además de sus papeles de escritor, el archivo incluye cerca de 2.000 cartas que el autor colombiano intercambió con multitud de personas, entre ellas, los escritores Graham Greene, Milan Kundera, Julio Cortázar, Günter Grass y Carlos Fuentes. Asimismo, se incluyen cerca de 40 álbumes de fotografías que documentan diversos aspectos de su vida a lo largo de casi nueve décadas, como sus actividades políticas y su estrecha amistad con el líder cubano Fidel Castro.



Álbumes de recortes de periódicos de América Latina y de todo el mundo que documentan meticulosamente su carrera como escritor y pertenencias más personales que nunca antes se habían visto, como una colección de sus pasaportes o las máquinas de escribir Smith Corona y los ordenadores en los cuales escribió algunas de las obras más queridas del siglo XX, completan la colección de piezas, muchas de las cuales son accesibles ahora para el público.



García Márquez junto a su amigo el dictador cubano Fidel Castro. Foto: Harry Ransom Center

Propiedad intelectual universal

Es cierto que en los últimos tiempos muchos archivos de todo el mundo están digitalizando sus propiedades, sin embargo, es algo inusual ofrecer gratuita y libremente tanto material de un escritor cuyo trabajo todavía está sujeto a derechos de autor. Aunque bien es cierto que la noticia no es tan sorprendente conociendo la fama y la manera de trabajar del Harry Ransom Center, uno de los más importantes de Estados Unidos, cuya nutrida colección alberga también archivos de escritores como Jorge Luis Borges, James Joyce, Ernest Hemingway o William Faulkner, entre muchos otros. A este respecto aludía en 2014 el director del centro, Steve Enniss, comentando la idoneidad de la adquisición del legado del Nobel colombiano. "Es difícil pensar en un novelista que haya tenido tan amplio impacto", aseguraba remarcando además que esta institución "es la única de sus características en la frontera con América Latina".



En referencia a los derechos vigentes del escritor, el propio Enniss declaraba recientemente al New York Times que "a menudo, los herederos adoptan una visión restrictiva de la propiedad intelectual, creyendo que el uso académico amenaza o disminuye los intereses comerciales". No obstante, el director asegura que en este caso "agradecemos a la familia de Gabo por desbloquear su archivo y reconocer este trabajo como otra forma de servicio a sus lectores en todas partes".



Sin embargo, como decimos, el material ofrecido, aunque amplio, abundante y de importancia capital, no ofrece algunas de las piezas más codiciadas del legado del autor. Por ejemplo, la colección digital no incluye ninguno de los diez borradores conocidos de la última novela de García Márquez, En agosto nos vemos, inconclusa, pero publicada parcialmente en The New Yorker y La Vanguardia tras el fallecimiento del escritor y de la que sus herederos no tiene previsto planes de publicación en el futuro.



Borradores de Crónica de una muerte anunciada y del discurso del Nobel. Foto: Harry Ransom Center

Leyendas al descubierto

Por lo que parece, la apertura del archivo ya está dando sus frutos. Según recoge el New York Times, investigadores como el sociólogo del Whitman College Álvaro Santana Acuña, un sociólogo del Whitman College, que está trabajando en un libro sobre la historia de Cien años de soledad, ya se ha servido de los documentos digitalizados para poner luz sobre algunas de las leyendas que rodean a la novela, muchas de ellas cuidadosamente elaboradas por el propio García Márquez.



Por ejemplo, el escritor colombiano hizo referencia en numerosas ocasiones a que la escritura del libro se produjo como en una especie de trance mágico: "No me levanté durante 18 meses", llegó a asegurar. Sin embargo, Santana Acuña asegura en el rotativo norteamericano que "la correspondencia en el archivo muestra que enviaba regularmente partes del libro para valorar las reacciones de amigos y críticos literarios". Asimismo, también afirma que "publicó alrededor de un tercio de los capítulos en periódicos de todo el mundo antes de acometer la publicación del libro, y algunas veces hizo ajustes de acuerdo con la reacción de la audiencia, al igual que hacían muchos escritores del XIX como Charles Dickens".



Otro aspecto que desmiente la labor del investigador es la supuesta indiferencia que García Márquez guardaba frente a las reacciones a su obra. El colombiano, como muchos escritores, afirmaba no molestarse demasiado con las reseñas, especialmente con las negativas. No obstante, el archivo incluye una serie de álbumes plagados de recortes de prensa que compilan cuidadosamente, a veces con respuestas escritas en privado, reseñas de su trabajo en muchos idiomas diferentes.



Santana Acuña asegura que le divirtió especialmente una anotación sobre una segunda reseña de Cien años de soledad que apareció en el conservador periódico colombiano El Tiempo, que inicialmente había descartado la novela calificándola de "propaganda de izquierdas mal escrita". Sobre esta segunda crítica de rectificación, García Márquez, que en la década de los 50 había colaborado con el diario rival, escribió "¡Al menos es largo y entusiasta!".