Image: El extraño caso de la literatura de terror

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Letras

El extraño caso de la literatura de terror

29 septiembre, 2016 02:00

Ivana Baquero como Ofelia en El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), uno de los hitos del terror con raíces españolas

¿Cuál es la situación de las letras oscuras en nuestro país?, ¿se desprecian?, ¿qué temáticas tratan?, ¿cuál es su porvenir? Autores y editores del género opinan sobre el presente y el futuro de la literatura de terror en España.

Los monstruos, fantasmas, demonios, brujas y demás representaciones de lo oscuro no acostumbran a gozar de popularidad masiva por escrito. Si bien ésta es la consideración general, la situación de la literatura de terror no es la misma en todos los países. Para pensar en la de España, primero, debemos diferenciar dos tipos de terror, como señala el escritor de género Ismael Martínez Biurrun, cuya novela más reciente es Un minuto antes de la oscuridad (Fantascy, 2014). Según su clasificación, tendríamos por un lado un terror "más oscuro, más sólido a nivel literario pero a lo mejor más difícil de digerir (…) menos comercial, un tipo de literatura que no es tan sensible a las modas, pero que al mismo tiempo permanece más (…) desde el mismo Lovecraft o Thomas Ligotti, que hacen un terror con pocas concesiones al escapismo y al disfrute". El autor afirma que "en España no es que se esté trabajando mucho, siempre lo han solido trabajar autores por su cuenta y editoriales en la periferia".

El otro lado del género sería el que trata su autor contemporáneo más célebre, Stephen King: "El terror más comercial que es un poco más luminoso, (…) ha vivido su carrera muy simbióticamente con el cine desde que se empezaron a hacer las películas de terror modernas, que al principio eran fundamentalmente adaptaciones de novelas: La semilla del diablo (Roman Polanski, 1969), Carrie (Brian De Palma, 1976) y El exorcista (William Friedkin, 1973) sobre todo", explica Biurrun. Éste paso del terror a las pantallas, según el autor, ha contribuido a alejar al público de las letras: "Digamos que la gente sigue necesitando y disfrutando este tipo de historias de terror pero a lo mejor elige otros medios como son el cine o directamente los videojuegos", afirma.

Pilar Pedraza es una de las escritoras de género fantástico y terror más consolidadas de nuestro país, una carrera en la que ha dado un paso más este año con la publicación de Mystic Topac (Valdemar). La autora echa una mirada al pasado del terror para compararlo con su situación actual: "Es un género que está avanzando, parte de una época, hacia el franquismo, en la que era poco cultivado y preciado, desde entonces ha ido creciendo", afirma. En el plano económico, Emilio Bueso, otro autor patrio entregado al género, como demuestra la recopilación de sus obras cortas en Ahora intenta dormir (Valdemar, 2016), señala que éste "tampoco es ajeno a la crisis del libro, aquí han caído las ventas y las tiradas casi lo mismo que en otras narrativas y se piratea tanto o más que en el resto de los nichos".

"Falta esa novela- acontecimiento, algún revulsivo que de escuela", señala Ismael Martínez Biurrun

Cuesta señalar algún escritor español que represente lo que Stephen King en Estados Unidos (y quizá en todo el planeta): un autor de género consolidado en el panorama literario. En esta línea, Biurrun afirma que no cree que haya una perspectiva común ni un escenario consolidado de autores de terror españoles "fundamentalmente porque lo que no está consolidado es el público". Para el autor "estamos viviendo la era post Stephen King y no ha venido nadie a reemplazarlo, yo creo que falta esa novela-acontecimiento (…), algún revulsivo que de escuela". Natalia Rodríguez, editora del sello Fantascy, especializado en fantasía, ciencia ficción y terror, coincide: "todavía está por llegar la novela que rompa de verdad, se convierta en fenómeno y abra toda esta labor que se está haciendo a un mayor número de lectores".

"No se puede decir que haya un filón o una cantera tremenda, simplemente hay autores a los que nos ha encantado este género, hemos optado por él y vamos siguiéndolo", afirma Pedraza. Quizá la falta de un escenario consolidado se deba a la renuncia de los autores, Bueso señala que "el panorama nacional inmediato pinta mejor ahora mismo que hace diez años, pero la cruda realidad es que la gran mayoría de los cultores españoles suelen abandonar tras dos o tres títulos". Sin embargo, Rafael Díaz Santander, editor de Valdemar, una editorial consagrada a la literatura de terror y de forma especial a los clásicos, señala que para él "los escritores españoles más interesantes en la actualidad se desenvuelven en los parámetros de la literatura fantástica".

El fantasma del desprestigio

"La calidad literaria, o el estilo, es un intangible que ocurre en la mente del lector", afirma Rafael Díaz Santander
El terror, en general, no goza de buena reputación en nuestro país: "en España sufrimos el desprecio de siempre que ha habido a la literatura fantástica, porque el terror se suele englobar dentro de la literatura fantástica como una especie de evasión menor" afirma Biurrun sin querer caer en el victimismo. Bueso coincide con esta afirmación, y señala que "la crítica nacional lo rechaza porque lo considera un género para lectores poco exigentes y en las ferias de foreignrights, aunque no tienen problemas con la narrativa de género, tampoco ven negocio en traducir a la lengua de Stephen King una novedad en castellano que no ha vendido en su propio suelo más que lo nuevo de Stephen King". Para Santander dicha concepción es errónea porque "la calidad literaria, o el estilo, es un intangible que ocurre en la mente del lector".

Pedraza explica que hay un contraste entre ésta consideración patria y la que se tiene en los países anglosajones "que tienen una tradición muy extensa de gran literatura de terror y fantástica, como en Inglaterra sobre todo, en América también… nosotros no tenemos eso, lo que hace que la gente no se lo tome en serio". Sin embargo, la autora apunta que en España ha habido una literatura de género "no muy amplia pero sí de mucha calidad, como Valle-Inclán, que es un gran escritor en general pero tiene una faceta fantástica muy interesante, o Emilia Pardo Bazán, Joan Perucho y Álvaro Cunqueiro".

Con ésta concepción es fácil adivinar que introducirse en el sector con una novela de terror es unan tarea ardua, aunque, como afirma el autor de Pronto será de noche (Valdemar, 2015), Jesús Cañadas: "Es difícil hacerse un hueco con cualquier tipo de novela, sea terror o no, la situación es jodida, pero sencilla de explicar: hay menos dinero y más oferta de ocio". Biurrun cree que la gente cada vez lee menos, y que "dentro de ese escenario tan constreñido pues el género proporcionalmente sufre lo mismo, quizá dentro de un determinado tipo de terror más literario el público es más fiel". La editora de Fantascy señala que "las ventas no suelen ser demasiado altas, pero la existencia de ese público fiel sigue alimentando el género e incluso ha permitido la larga trayectoria de pequeñas editoriales especializadas".

Pilar Pedraza explica que escribir terror requiere "tener una cultura que sea acorde con el género, que es culto y de culto"

Además de los factores externos, Pedraza apunta a la capacidad del autor para moverse dentro del terror como otra de las dificultades que se puede encontrar para medrar dentro del género: "Requiere mucha persistencia, tener muy claro lo que se quiere hacer desde muy pronto y tener una cultura que sea acorde con el género (…), que es culto y de culto", afirma la escritora. El caso de las editoriales especializadas en terror es similar, Santander afirma que es difícil conseguir que una editorial sea solvente sea cual sea el género que trate: "En la actualidad, exceptuando bestsellers puntuales, las tiradas y las ventas de la literatura en general son exiguas y prácticamente irrelevantes, propias de un país subdesarrollado".

Los autores entrevistados se muestran unánimes en la negativa a que se pueda vivir de escribir terror en España. Algo que "por desgracia no es una enfermedad propia del género de terror", apunta Biurrun. Para Bueso "el premio por medrar aquí consiste en dar de comer a los demás o en que pretendan convertirte en un guionista de subproductos". Cañadas señala que quizás haya una idea equivocada de lo que significa 'vivir de escribir', que para él es "escribir de todo, yo escribo mis libros, pero también escribo en español y en inglés, para televisión, para guías de viaje, para revistas de arquitectura y de arte, hago traducciones…". Aunque, en definitiva, vender no es lo que hace que un libro sea bueno, como afirma Biurrun: "Hay que olvidarse un poco de eso, tampoco es lo esencial, para conseguir dar con una buena obra es mejor no pensar tanto en que será lo que tenga mejor salida comercial".

Sustos jóvenes

Entre las tramas del género a las que más se recurre en nuestro país se encuentran las que tienen que ver con el fin del mundo: "Todavía estamos coleando con el tema del apocalipsis (…) yo creo que lo más terrorífico de lo que nos rodea desde el 11 de septiembre posiblemente es esta idea de fin de la civilización, y de ahí ha surgido todo este fenómeno de la literatura y del cine distópico", afirma Biurrun, aunque también señala que ve mucha variedad. Bueso explica que sus contemporáneos españoles parecen "centrarse en los zombis y en el terror por el terror, pocos autores dejan al lector pensando tras cerrar el libro, y el caso es que el miedo, en abstracto, es una emoción recurrente". Desde el punto de vista del editor de Valdemar, los temas más abundantes "y por tanto los menos vendidos, son los zombis y los vampiros, tal vez porque tienen el respaldo del cine y la televisión, son temas que enganchan a un público joven poco especializado y exigente, que termina difuminándose en otras actividades".

Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984) y Michael Myers en La noche de Halloween (John Carpenter, 1978) dos de los máximos iconos del slasher.

Precisamente a este público, el de los jóvenes, es al que se le atribuye el mayor consumo de terror, aunque quizá ésta afirmación se refiera más bien al ámbito cinematográfico. Biurrun señala cómo el cine de género pasó de ser más oscuro en los años 60 y 70 a girar hacia un público adolescente en los 80, con la irrupción de los slashers : "En vista de que el público que iba a ver estas películas era juvenil se empezó a hacer un cierto tipo de terror orientado a ellos y es un poco un círculo vicioso del que yo creo que se libra el tipo de literatura que representa Lovecraft".

Pedraza explica que el terror se hace coincidir erróneamente con una cultura adolescente, como la del cómic, para ella "una cosa es que les guste y sean consumidores, y otra cosa es que lo cultiven". La autora señala que la idea que tienen los jóvenes del género es distinta de la de la generación anterior, que "estaba muy mediatizada por la religión y por lo que pudiera ser la muerte en sentido trágico (…) en cambio los jóvenes que consumen ahora literatura fantástica y de terror lo hacen con un punto de ciencia ficción y de humorismo".

¿Y mañana?

Partiendo de la falta de los dotes de adivinación propios de ciertos personajes de la literatura de terror, cabe preguntarse cuál es el futuro del género en España. Pedraza expresa una visión optimista del mismo, porque "es una de las pocas literaturas que ha sabido conectar con lo popular -juvenil". Bueso no se muestra tan esperanzado: "Si pensara que esto va bien no estaría ahora mandando a imprenta una trilogía de space opera que se lee como una fantasía épica". A Cañadas el futuro no le preocupa tanto como el presente, pero espera que "sigamos haciendo libros de calidad y llegue una generación nueva que piense que lo hemos hecho todo mal, se arremangue y siga escribiendo".

En cuanto a calidad e intenciones, Santander cree que es un género creciente, pero "su futuro va ligado a las vicisitudes del mercado del libro, que no es muy halagüeño en estos momentos". Biurrun se mantiene optimista, a la espera de esa novela que marque la diferencia: "Yo aspiro a que haya autores netamente fantásticos en España, como hay en otros países, pero lo cierto es que aquí no hemos tenido a un Poe no hemos tenido a un Hoffman y no hemos tenido a un Maupassant, nos falta esa referencia".

@sergi02