Image: De los otros

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Letras

De los otros

Mariano Peyrou

29 abril, 2016 02:00

Mariano Peyrou. Foto: Archivo

Sexto Piso. Madrid, 2016. 216 páginas, 17€

El poeta Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971), instalado en Madrid desde que era un niño pero con memoria (propia y familiar) de sus raíces argentinas, traductor dado al reto, ha escrito una primera novela, De los otros, en la que el diálogo es fundamental, pero no unívoco. A veces su protagonista dialoga con su mejor amiga, y entonces las réplicas pueden llegar a encabalgarse, interrumpirse, amontonarse en el cuerpo del mismo párrafo; a veces, sus interlocutores son dos niñas cuya lógica es tan asombrada y feliz y nueva como corresponde; hay ocasiones en que ese diálogo es consigo mismo, pero en ese caso es frecuente que el protagonista necesite imaginar la presencia de la amiga, convertirla en piedra de toque llevado por su "pasión por el vocativo"; y por otro lado, ¿es un diálogo aquello que el creador mantiene con el público? ¿Y si el público sólo son ochenta tipos dispersos, porque uno es un compositor de música culta? ¿Es diálogo la seducción? Y si lo es, ¿qué hace que ese diálogo quede sistemáticamente truncado después de la primera noche, o las primeras semanas?

Todas estas vueltas a la relación de uno con los otros se articulan en torno a una anécdota: Tico es un músico de prestigio en el circuito especializado, instalado en la cuarentena, con raíces familiares inglesas pero que ha vivido desde siempre en España, y con tanto éxito con las mujeres como incapacidad para construir una relación duradera con ninguna de ellas. De los otros sigue sus pasos, sobre todo los mentales, a lo largo del fin de semana que el protagonista pasa en la finca de campo del padre de su mejor amiga, Pola, sin que pasen demasiadas cosas: la hija de Pola juega con su mejor amiga, llegan unos chicos que tienen un grupo de rock, deambulan unos intelectuales de barra de bar que se dedican a explicar el mundo desde el cliché... En fin, nada. Pero esa nada permite que los personajes hablen sin parar, cuestionándose el precario significado de la identidad individual y las dificultades de vivir rodeados de otros. Y así, la conversación recala en lo político (¿cómo combinar una noción de compromiso social con el elitismo propio de la inteligencia cultivada? Y, vale, ya puestos, ¿qué es elitismo?), lo generacional, etc.

Pero hay dos aspectos que tienen un peso mayor que otros: la condición del artista en un mundo que descree del arte y aún más de cualquier noción de tradición, y el fenómeno de la seducción, abordado desde cierta sospecha, o al menos desde un espíritu inquisitivo, psicoanalítico (esto último se hace explícito en el libro). En realidad, la inteligencia en De los otros opera de un modo obsesivo, aplicando la lógica de tal modo que hasta el silencio está a punto de convertirse en un cliché sin nada que decir, hasta que por el otro lado acude el ingenio para reactivar la partida y seguir preguntando, ¿para qué necesitamos a los otros? "Schönberg había dicho que necesitaban al público aunque fuera por razones acústicas, ya que la música en una sala vacía suena incluso peor que en una sala llena de gente vacía". Bueno, es una hipótesis. Hay muchas otras, inconcluyentes, en estas páginas.

El caso es que De los otros es también muy divertida, leve, irónica (nota: estudiar la ironía en la presunta generación de los Peyrou, Pardo, San Basilio, etc.), una metralleta de ideas finalmente generosas, vitalistas: hay una angustia del vitalista como hay, nos recuerda Tico, "un saber vedado para los felices", fórmula que recuerda a la felicidad del infeliz de Papini. La novela es también musical y hasta pictórica en su uso del lenguaje, tan lúdico aprovechándose del léxico privado desarrollado entre los dos amigos. Por lo demás, no es casualidad que el fin de semana empiece y acabe con dos viajes en coche, espacio minúsculo en el que uno habla con el otro muy cerca, y la sensación de transición sirve para abrir o cerrar paréntesis.

Las últimas páginas del libro son las más juguetonas, asumiéndose en parte como capricho pero por ello mismo esenciales: una forma de convocar a otros, otras vidas y otros nombres más bien imposibles, irrepetibles, creados en un diálogo con otro.