Image: Lampedusa, una vida entre libros

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Letras

Lampedusa, una vida entre libros

23 octubre, 2015 02:00

Giuseppe Tomasi di Lampedusa (derecha) junto a su futuro hijo adoptivo Gioacchino Lanza Tomasi (izquierda) en los años 50

La muestra Guiseppe Tomasi di Lampedusa. Leer bien para vivir mejor, descubre en La Casa del Lector, la faceta de lector voraz del genial escritor italiano, que llegó a acumular una gran biblioteca de más de 4.000 volúmenes.

Giuseppe Tomasi di Lampedusa fue escritor únicamente durante cuatro años, pero fue lector durante toda su vida. Esta frase puede servir para resumir a la perfección la idea central que pretende transmitir la muestra Giuseppe Tomasi di Lampedusa (Palermo, 1896-Roma, 1957). Leer bien para vivir mejor inaugurada en La Casa del Lector (Matadero Madrid) y comisariada por Gioacchino Lanza Tomasi, hijo adoptivo y heredero del escritor, y por la crítica literaria Mercedes Monmany, una de las mayores expertas en la obra del autor siciliano.

Lampedusa fue un lector voraz que llegó a acumular una gran biblioteca de más de 4.000 volúmenes, sobre todo de literatura inglesa y francesa, las que más acapararon su pasión por la palabra escrita. Aunque de todos los libros de su vida, el más importante sería póstumo. Su obra maestra El Gatopardo, fruto condensado de varias décadas de amor por la literatura y retrato de la cínica adaptación de los partidarios del Antiguo Régimen al nuevo tiempo de la revolución en la Italia meridional, sería publicado en 1958 tras la muerte de su autor. Paradójicamente, el gran amante de los libros no pudo disfrutar del apabullante éxito del suyo propio.

Manuscrito original de El Gatopardo, escrito por Lampedusa entre 1954 y 1957

El núcleo de la exposición se cimenta en una parte no muy conocida de la vida del escritor. Tras la Segunda Guerra Mundial, con su Palacio familiar arruinado y próximo al enésimo marasmo económico, Lampedusa conoció e hizo amistad con un grupo de jóvenes que alegraron sus últimos años. El príncipe se convirtió en su modelo, influyó en sus gustos y dirigió sus experiencias. Estableció un vínculo especial con Gioacchino Lanza Tomasi, que se convertiría en su hijo adoptivo, y con Francesco Orlando, para quien confeccionó un curso de literatura francesa e inglesa que condensaba su amplia experiencia literaria. Gracias a ellos renació y se alegró de abandonar su soledad intelectual, de hablar sin límites de literatura y de conocer a unos jóvenes a los que enseñar algo al final de su vida.

Estas lecciones recorren lo más granado de la literatura europea, desde Montaigne y Shakespeare hasta Virginia Wolf o Stendhal, especialmente adorado por Lampedusa por, según sus propias palabras "resumir una noche de amor en un punto y coma". De cada uno de los autores estudiados se muestra una página manuscrita por el escritor donde expone su opinión sobre ellos y su obra, acompañada por una ilustración realizada expresamente para la muestra por el artista español Fernando Vicente. "Esta colección de lecciones será editada pronto por la editorial Acantilado", afirma Mercedes Monmany, "junto con un epistolario de juventud que ampliará su obra literaria". A juicio de Lanza, el Lampedusa escritor era un "renovador que tenía un modo de escribir emotivo y asociativo". Y cita las grandes influencias de Eliot, Wolf, Stendhal y también de Manzoni, de quien apreciaba "su forma de cerrar los párrafos, con frases cortas y contundentes".

Pero tan erudito saber contaba con una laguna de importancia capital. Lampedusa no tenía conocimiento ni interés en la literatura española, tan ligada a la Sicilia que tanto amaba, fuera del inmortal Quijote. Esa carencia quedaría subsanada gracias a su futuro hijo adoptivo Gioacchino Lanza Tomasi, que siendo hijo de una noble española lo inicia en la lectura de Góngora, Quevedo y Lope de Vega. "Gracias a Gioacchino, la literatura española entra en las apetencias del príncipe", afirma Mercedes Monmany. "Se enamoró del Siglo de Oro, y llegó a afirmar que gracias a él se pudieron desarrollar posteriormente las grandes literaturas europeas como la francesa, la inglesa y la alemana".

Escena de la famosa adaptación realizada por el director Luchino Visconti en 1963

La última sección de la muestra está dedicada a la película homónima El Gatopardo, obra maestra de gran éxito que cosechó la Palma de oro en el festival de Cannes de 1963, filmada por el director italiano Luchino Visconti. La cantidad y calidad del material original ofrecido testimonia la extensa difusión y el notable éxito mundial de que gozó en su día la película. Los elementos, que van desde carteles del estreno hasta fotografías del rodaje, pertenece a la colección personal de Sebastiano Gesù, uno de los máximos expertos en la presencia de la isla de Sicilia en el cine. Preguntado sobre su preferencia entre la novela y la película, Lanza asegura que aunque considera a las dos obras maestras "la versión cinematográfica es más explícita, pero la literaria es más importante culturalmente".

En conjunto, un recorrido apasionante por el alimento espiritual de un personaje hijo de su tiempo, que vivió momentos de gran convulsión, el final de toda una época, y lo plasmó magistralmente en una novela que ya en el momento de su publicación se convirtió en un hito del siglo XX. Algo que quizá nunca habría ocurrido si antes de genial escritor, Lampedusa no hubiese sido un voraz y aplicado lector.