Image: En la caja con Jorge Edwards

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Letras

En la caja con Jorge Edwards

8 julio, 2015 02:00

Jorge Edwards deposita su legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes

Jorge Edwards (Santiago de Chile, 1931) ha puesto a buen recaudo su legado literario en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes en presencia, entre otros escritores y amigos, de Ernesto Calabuig que nos relata en estas líneas la crónica del merecido homenaje

Aunque tratándose de un acto de Edwards apetece más decir "he regresado" o "me he regresado" -de la misma forma que los chilenos dicen "me tomé un avión"- el caso es que acabo de volver del acto de homenaje que el Instituto Cervantes de Madrid ha dado a Jorge Edwards.

El escritor ha hecho hoy su "legado a la Caja de las Letras", un depósito que se abrirá en ¡2035!, en su caso alguna misteriosa y apasionada carta personal que recibió de una mujer a los 35 años, "una carta que -augura el escritor- cuando se abra y se lea el futuro, aún seguirá siendo escandalosa". Y otra, de 1971, de la madrugada en la que él sale de la Cuba de Fidel y acaban de detener a Heberto Padilla. Edwards abandonó la isla y voló a Barcelona a casa de Mario Vargas Llosa. Cuenta Edwards que, "Mario, un tipo imaginativo" asegura siempre que él llegó obsesionado por los posibles micrófonos que hubiese en la vivienda. El hoy homenajeado lo desmiente con mucha gracia.

Entre los "tesoros" legados por el autor chileno, también algún manuscrito y primeras ediciones, por ejemplo, de Persona non grata (1973) y en especial una que el padre de Edwards (no muy contento de que su hijo fuese escritor) había comprado en secreto en una librería de Buenos Aires y que sólo, años después, descubrió el escritor.

Al referirse a sus inicios literarios, ha reconocido el gran peso del ambiente familiar: buenos conversadores como su abuelo, tertulias en las que le fascinaba un sacerdote empeñado en contar siempre historias de terror: "Y al final, cuando estaban a punto de chocar dos trenes o un personaje iba a suicidarse, aparecía siempre un hombre al que se le ponía el pelo blanco ¡en un segundo!".

Por eso, junto con estos objetos llenos de sentido que hoy se han depositado en una de las cajas de seguridad que pueblan las paredes de lo que fuese en su día el Banco Hispanoamericano, el otro legado hermoso ha sido escuchar al Cervantes de 1999 tras la presentación de Víctor de la Concha. Escuchar a Edwards es disfrutar de un civilizado, pausado y rico anecdotario, sin apoyo de papeles o recordatorios: sólo memoria, recuerdos, curiosidades y elegante palabra.