Image: Solomon Perel: Soy como una enciclopedia viviente de las ideologías del siglo XX

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Letras

Solomon Perel: "Soy como una enciclopedia viviente de las ideologías del siglo XX"

30 mayo, 2014 02:00

Solomon Perel

El joven judío que sobrevivió a la II Guerra Mundial en las Juventudes Hitlerianas está en España para presentar la publicación de Tú tienes que vivir (Ediciones Xorki), memorias de aquella época que fueron adaptadas al cine en la película Europa, Europa.

Solomon Perel (1925, Alemania) tiene 89 años. A la vista de su espléndida salud mental y física, quizás sería apropiado restarle los 4 años que vivió, entre 1941 y 1945, bajo la identidad inventada de Jupp Perjel. El primero, el auténtico, Sally Perel, de procedencia judía, se vio a las puertas de la muerte cuando, tras abandonar por mandato de sus padres la Polonia tomada por los nazis, fue interceptado por la Werhmacht al inicio de la invasión de la URSS. En ese justo momento, con el "¡Tú tienes que vivir!" que le interpeló su madre antes de su partida del gueto de Lodz resonando en su cabeza, el condenado a muerte decidió seguir luchando y para ello, de manera improvisada y casi milagrosa, antes de identificarse, creó una nueva identidad: Jupp Perjel, un alemán huérfano criado fuera de Alemania. Y los nazis decidieron creerle.

Su historia de supervivencia al Holocausto, por tanto, es perfectamente singular ya que no sufrió las penalidades de los guetos ni de los campos de concentración. Pero eso no implica que Sally se escapara de experimentar su propio infierno personal. Durante estos cuatro años la terrible posibilidad de ser descubierto (en este sentido la circuncisión era un grave problema) y la vergüenza de llevar una cruz gamada en el pecho mientras su familia sufría las penalidades de la guerra supuso la particular shoah del joven Sally. Mientras, Jupp Perjel trabajaba como traductor en el frente ruso en el que se fue haciendo popular gracias a su impecable labor y por el hecho de ser el más joven de entre todos los combatientes. De ahí, y para horror del otro habitante del mismo cuerpo, fue trasladado de nuevo a Alemania para ingresar en un centro de las Juventudes Hitlerianas donde sería sometido a la educación nacionalsocialista y a la inmunda Teoría de la Raza.

El relato de este superviviente judío nos llegó en 1990 a través de la magnífica película Europa, Europa. Sin embargo, hasta ahora no se habían publicado en España las memorias que escribió Sally Perel 40 años después de la II Guerra Mundial, cuando reunió el valor necesario para hacer público su relato. Tú tienes que vivir (Ediciones Xorki), nos muestra a un hombre que necesita exorcizar sus demonios personales y que lo hace con una sinceridad total. Perel, de visita en nuestro país para presentar la obra en la Feria del Libro, recibe a El Cultural para charlar sobre su vida y sobre la actualidad.

- ¿Por qué decidió contar su historia tras 40 años de silencio?
- La historia de mi supervivencia es totalmente distinta a la historia de los demás supervivientes del Holocausto porque, a diferencia de sus historias, la mía no solo es dramática sino también problemática. Mientras la mayoría de los judíos estaban en guetos o campos de concentración yo gritaba el "Hail Hitler" o "Viva la victoria". De hecho, poco a poco me fui convirtiendo en un verdadero joven de las Juventudes Hitlerianas. Llegué a un punto en el que incluso quería la victoria de Alemania. Por todo ello, necesité 40 años para saber quién era ese momento y quien soy ahora. ¿Era una víctima o era un verdugo? Cuando lo comprendí, tomé la decisión de escribir mi historia que ahora afortunadamente se va a publicar en España, donde espero que los lectores sientan cariño por lo que viví.

- ¿Cómo entendió el pueblo judío su actuación durante la guerra? Usted habla de que fue su particular shoah.
- La juventud israelí, tanto la ortodoxa como la secular, acogió mi historia con mucha comprensión y hasta entusiasmo. Muchos dijeron que habrían actuado de la misma manera. Desgraciadamente también hay personas que solo ven en blanco y negro.

- ¿Tuvo problemas con esa personas que no pudieron entender su comportamiento durante la II Guerra Mundial?
- Sí, por supuesto. Ha habido opiniones contrarias que me han causado algún problema. No en la opinión pública, nunca lo hemos debatido públicamente. Pero tengo varios ejemplos. Una persona me dijo que si hubiera estado en mi lugar en vez de llevar cruces gamadas se habría suicidado. Lo que pasa es que es muy fácil sentirse como un héroe cuando estás sentado tranquilamente en una butaca. Con 16 años, con la muerte frente a ti, sabes que puede ser tu turno en cualquier momento y, encima, escuchas la orden de tu madre: "Tienes que vivir"... Entonces no te queda otra que luchar por tu vida. También se me acusó de inmoral, de traicionar mi religión... pero desde mi punto de vista el derecho a la vida es lo más sagrado que existe, está por encima de las religiones.

- ¿Qué fue mas duro, sobrevivir en el frente del este o su experiencia en las Juventudes Hitlerianas?
- Fue mucho más complicada la experiencia en las Juventudes Hitlerianas. En el frente existía el peligro de que te matara una bala rusa pero no tanto peligro de que me descubrieran como judío porque, por ejemplo, no había duchas. Además, me llegaron a querer en la compañía, era como la mascota. Sin embargo, en las Juventudes Hitlerianas el peligro era constante. Allí se vivía el nazismo de la forma más fanática. Y cada día tenia que vivir el peligro de que se descubriera mi circuncisión en las duchas comunales. Además también había muchas revisiones médicas. Tenía que recurrir a mi imaginación para buscar cualquier excusa o cualquier medio para escapar de ese circunstancia. También teníamos una asignatura que se llamaba Teoría de la Raza. Cuando el profesor explicaba las características por las que se podía reconocer a un judío el miedo que sentías era infinito.

- ¿Qué pensaba cuando le ponían en clase como ejemplo de ario báltico-oriental?
- Era bastante surrealista pero si vas con un uniforme con las cruces gamadas entonces no levantas la más mínima sospecha. ¿Quién iba a pensar que era judío?

- ¿Cómo pudo el pueblo alemán dejarse llevar por el ideario nacionalsocialista?
- El pueblo alemán, desde su creación como tal, fue educado para obedecer a emperadores o reyes durante el sistema feudal. Ese valor se fue transmitiendo de generación en generación, sobre todo entre los más jóvenes. En aquel momento, en el que Alemania había perdido la I Guerra Mundial, la depresión era generalizada. Existía un caldo de cultivo óptimo para un demagogo con tanto talento como Adolf Hitler.

- ¿Por qué no se investigó más la historia que usted inventó para convencer a los nazis de que era alemán?
- Si le digo la verdad eso sigue siendo un misterio para mí incluso a día de hoy. La única explicación que he encontrado es que el comandante del ejercito alemán que me quería adoptar cuando pasara la guerra tenía una sobrina que era la esposa del jefe de las Juventudes Hitlerianas. Por su intervención llegué al internado de esta institución. Para los directores de aquella escuela yo era, como dirían los judíos, 'kosher', totalmente limpio, y no se levantó la más mínima sospecha sobre mí.

Dos mundos en un solo cuerpo

-¿Cómo era la relación entre sus dos identidades?
- Eran dos mundos separados por completo. Sally no solo interpretaba el papel de Jupp. Realmente se convirtió en Jupp porque no me podía retirar por la noche a un rincón pensado en como iba a interpretar mi papel al día siguiente. Con el tiempo me convertí en un joven de las Juventudes Hitlerianas. Ahí estaba mi alma judía pero luego se fue creando una segunda alma, la de Jupp. Durante esos cuatro años dominó el alma de Jupp y Sally estaba reprimido. Ahora, en mi vida actual, la que domina es la de Sally y Jupp está reprimido, pero sigue ahí. Yo vivía con dos almas en un solo cuerpo.

- Mientras que su autentica identidad nunca había encontrado un lugar en el que se sintiera totalmente aceptado, Jupp, el joven nazi, era respetado y querido en las Juventudes Hitlerianas ¿Esto puso en peligro a su verdadera identidad?
- Si, sin duda.

- Pero, después de la guerra, ¿Encontró finalmente Sally su lugar cuando marchó Israel?
- [Tarda unos segundos en contestar] Sí. Tengo familia, tengo hijos, tengo nietos allí... pero no estoy de acuerdo con la situación política que se está viviendo en Israel.

- Usted defiende el reconocimiento del Estado de Palestina ¿Cómo ve la situación en este momento?
- Desgraciadamente, la situación la veo cada vez con más escepticismo. La única solución justa sería la de dos países para dos pueblos. Para conseguirlo, Israel debería renunciar a su política de ocupación, debería retirarse de los territorios ocupados para que se pueda formar realmente un estado Palestino con Jerusalén este como capital. Sin embargo, esta situación parece prácticamente imposible hoy en día por el avance de la ocupación isrealí de los territorios palestinos.

- En las ultimas elecciones europeas se ha visto un avance de la extrema derecha ¿Esto le preocupa?
- La verdad es que me preocupa mucho. Me despierta el recuerdo de los años 30. Todos nos damos cuenta de cuando empieza una guerra pero nadie sabe cuando empieza la preguerra. Yo diría que estamos viviendo una situación de preguerra. El fascismo esta en auge y eso para mí es una gran amenaza al igual que en aquella época.

- ¿Por eso recorre el mundo contando su historia, para luchar contra esa amenaza?
- La vida me ha marcado profundamente. Soy como una enciclopedia viviente de todas las ideologías del siglo XX. Las he experimentado todas en primera persona. Precisamente por eso me considero como un embajador de la convivencia y de la paz. Siempre he soñado con la paz y sigo soñando con ella.

- ¿No cree que ahora estamos más preparados para evitar situaciones de extremo enfrentamiento?
- Sí, por supuesto. Y parece que la gente tiene ahora mas experiencia. Pero no todos han aprendido las lecciones del pasado ni han sacado las conclusiones adecuadas y, por lo tanto, es muy importante advertirles de que esa amenaza existe. Espero con mi libro poder contribuir modestamente a que la gente realmente reflexione y sea consciente del peligro. La mejor prevención es dar a conocer el pasado.

- ¿Dónde encuentra a su vejez los placeres de la vida?
- Para mí los placeres o las alegrías de la vida significan levantarme sano, con buena salud y no pasar el día sentado en el sillón haciendo crucigramas. Afortunadamente me encuentro en muy buena forma física. Mantengo el contacto con la juventud, viajo a muchos países para trasladarles mi testimonio, para contarles mi historia, para que la juventud sepa mi pasado y que esto no se repita. Eso para mi son las alegrías, lo que me mantiene en forma.