Image: ¡El Principito vive, muerte al Principito!

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Letras

¡El Principito vive, muerte al Principito!

17 abril, 2013 02:00

Entrada de la Biblioteca Méjanes in Aix-en-Provence, al sur de Francia

En el 70 aniversario del libro de Saint-Exupéry la obra sigue congregando una masiva una religión de seguidores y a un creciente número de detractores. Hoy la analizan Ana María Matute, Elvira Lindo, Sergio Vila Sanjuán, José Luis Gómez, Julia Navarro, Matías Candeira, Care Santos, Albert Pla y Juan Soto Ivars.

Un niño rubio de pelo endemoniado y larga capa reside en un asteroide en compañía de una flor. A ella le confiesa un día: "Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones". A lo mejor no lo sabía en el momento, pero con esa novelita corta el brillante y evocador Saint-Exupéry (1900-1944) estaba inaugurando (o al menos ayudando a construir) una insólita tradición de culto a la infancia, de orgullosos niños perdidos que traducen madurez como conformismo y que preconizan la felicidad de una vida carente de obligaciones. La guasa ha llegado hasta el presente. Un momento, antes de que las hordas de seguidores del habitante de B-612 se nos echen encima, hay que reconocer los no pocos méritos de esta fábula que, guste o no, está entre las primeras lecturas infantiles de muchos de nosotros y que pasea por la amistad, el antimaterialismo, el amor por la tierra que uno pisa, el espíritu aventurero... El principito, esa criatura extrañada de la realidad, cumple ahora 70 años subido a una estela de 180 millones de lectores en 270 idiomas, lo que lo convierte en el tercer libro más vendido del planeta y en el mayor bestseller en francés de la historia.

El periodista Sergio Vila-Sanjuán, autor de Código Bestseller, desentraña al hilo de la efeméride alguna de las claves que han convertido al libro casi en una religión: "Es una fábula breve, llena de simbolismos abiertos que el lector puede interpretar como le dé la gana. Es cíclico que en los bestsellers se ponga de moda una fábula cada de 10 años, sucedió con Sidharta, con Juan Salvador Gaviota... la fábula de los años cuarenta es El Principito, un cuento de gente de las estrellas, que vuela, narrado en tono poético y que reivindica cuestiones universales, como la infancia, la crítica al maquinismo y la apuesta profunda por la esencialidad de las cosas". Además, confirma Vila-Sanjuán que la legendaria personalidad del escritor, un gran aviador de origen aristocrático y un consumado seductor cuya existencia concluye desaparecido en el aire, ha contribuido al éxito del libro. Sin embargo, El Principito también tiene grandes detractores, este periodista entre ellos: "No es un libro que me guste mucho. Lo más interesante de este autor son las novelas de aviación, un gran documento de época, de la poesía aventurera. El principito no me convence porque me cuestan las fábulas, pero a mi padre que había sido aviador sí le gustaba mucho, por ejemplo".

Ilustración de El Principito

A quien siempre le gustó fue a Ana María Matute. No pudo leerlo de niña, porque el libro no había llegado a España, y accedió a él porque se lo dejó un amigo. "Me produjo un impacto muy grande. Es un libro imperecedero y sigue ilustrando lo mismo hoy que cuando se publicó. Tiene el handicap que tienen algunas de mis obras, que la gente cree que es para niños y no lo es. Los niños lo pueden leer si quieren, claro, pero es mucho más profundo y ellos no alcanzan a entenderlo. Es de una poesía y de una delicadeza extraordinarias, parece mentira que lo escribiera un militar". La también escritora Elvira Lindo hace años que no lo toca, pero reconoce que le gustaba mucho en su día: "Trataba de borrar, eso sí, todas las connotaciones filosóficas, espirituales o cuasi religiosas que le han otorgado. Yo prefiero leerlo con mente de niña para disfrutar de la pura musicalidad del texto".

Hay quien no comparte en absoluto la visión entusiasmada de Matute o Lindo. Al cantautor Albert Pla, por ejemplo, le obligaron a leerlo en el colegio y su discurso le pareció, simplemente, repugnante. "Una vez un profesor me hizo copiarlo entero a boli... ¡me quedó un trauma!", exclama indignado, y es que no es difícil averiguar que el mundo artístico de Pla, aunque también instalado en cierto idealismo, poco tiene que ver con la criatura de Saint-Exupéry. En una postura menos rotunda, hace unos días el escritor Juan Soto Ivars lanzaba a la red esta frase: "Hace 70 años que se escribió El Principito. Estoy tratando de calibrar cuándo empezó a parecerme tan cursi". Preguntado por su posible odio al libro, el autor de Siberia aclara: "Cursiloide sí, pero odiarlo... Es una lectura muy buena para los niños, de hecho lo adapté a teatro en las colonias de la Institución Libre de Enseñanza. Sí me parece un poco cargante entre adultos". ¿Entonces cuál es el problema? Para este novelista son sus fans: "Es una cima que conviene empezar a superar pronto. No es la cursilería de El principito en sí, sino la de sus seguidores adultos, como pasa con la iglesia y los católicos estándar españoles". Con todo, el escritor acaba reconociendo que todavía hoy coge de tanto en tanto el libro y lo disfruta "sin decírselo a nadie".

Para el actor y próximo académico de la RAE, José Luis Gómez, que interpretó una adaptación teatral de la obra el pasado año, El principito plantea cuestiones universales y atemporales como ¿Para qué estamos aquí?: "Defiende que la tierra no está para nosotros, sino que nosotros estamos para la tierra". Y continúa: "Es un texto en que el protagonista se abre, como una planta joven al sol, a la virtualidad de la amistad, la lealtad, el amor y la sed de trascendencia que habita en todos los seres humanos de manera más o menos consciente". La escritora Julia Navarro, que de bestsellers sabe un rato, prefiere caminar por el terreno personal para enumerar las bondades de este relato al que accedió siendo una quinceañera. Lo que primero sólo fue una lectura obligatoria, con el tiempo se convirtió en puro disfrute: "Me encantó la capacidad que tiene para hacer soñar, para trasladar al lector a otro mundo", recuerda. Para ella, el factor más reseñable de la narración es su originalidad, "capaz de tocar el corazón de un niño y el de un adulto". Y concluye: "Es una obra intergeneracional. Quizás la que más he regalado. A mis hijos, a los de mis amigos...".

Estatua de Saint-Exupéry con El Principito en París

La también narradora Care Santos, autora además de literatura infantil y crítica de El Cultural, la defiende como si fuera suya. Y es que, de alguna manera, así la siente: "La leí cuando tocaba y me descubrió que puedes leer un libro sin entender nada y, sin embargo, disfrutar de él". Después de esa primera lectura epidérmica, Santos regresó a El Principito y, por su puerta de entrada, al resto de obras de Saint-Exupéry. Sin embargo, no se sumó al postureo intelectual que la desprecia tras conocer el resto de la producción del francés: "No importa la época, hay obras que trascienden todo y El principito es una de ellas, aunque esté ligada a un momento de la vida del autor, se defiende por sí misma, nos dice cosas sin necesidad de que sepamos nada. La primera lectura tiene que ser ingenua, así es como funciona, por eso en casa yo se lo leo a mis tres hijos, que todavía son pequeños".

El escritor Matías Candeira -junto a Soto Ivars otro de los jóvenes talentos más destacables de los ultimísimos años- apunta un nuevo criterio para analizarlo, el carácter pop e icónico del personaje y de las famosas ilustraciones que le pusieron rostro: "El Principito es intercambiable, como una marca. Hay bolsas de tela del Principito, cuadernos moleskine del Principito, condones del Principito, para sexo feliz y esas cosas. Sirve también para esa molesta y cargante filosofía de Facebook de hacer murales con frases profundas sacadas de contexto, para los enfermos contra el cáncer y hasta para regalar a la esposa y a "la otra". Sube el azúcar cuando lo lees, como en La vida es bella".

Las criaturas de Saint-Exupéry

El Principito se publicó por primera vez en 1943, un año antes de que su autor, aviador en el Ejército francés, desapareciera con su avión en las costas de Provenza. Para rendirle homenaje en este 70 aniversario, sus herederos se han asociado con HMH Books y la editorial francesa Gallimard para sacar al mercado reediciones y organizar actividades conmemorativas. Un volumen con acuarelas pintadas por el propio Saint-Exupéry, un relanzamiento de la novela gráfica de Joann Sfar y un audiolibro leído por Viggo Mortensen son las propuestas de HMH Books. Gallimard no le va a la zaga, y ha anunciado una biografía del escritor a cargo de Virgil Tanase, además de una edición facsímil y un e-book que incluye vídeos.

Pero ahí no acaban los homenajes. El parque temático Futuroscope abrió el pasado 13 de abril una atracción en 3D dedicada al famoso personaje, y para 2015 está previsto el estreno de una película de animación dirigida por Mark Osborne.