Letras

Las ollerías

Joaquín Pérez Azaústre

3 junio, 2011 02:00

XXIII Premio Loewe 2011. Visor. 76 páginas. 12 euros


Cada premio, un perfil. Los hay conservadores. Los hay revolucionarios. Otros, como el Adonáis, son seres vivos que evolucionan desde el inconformismo hacia la serenidad. Del Loewe podríamos también escribir la historia, esbozar el retrato robot. Pero casi mejor que lea usted a su último campeón: si el Loewe es algo, es esto.

Las Ollerías de Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976) es más Loewe que el Loewe. Uno a uno se suceden los asuntos inagotables, los que siempre interesarán al lector del canon literario español que nació leyendo a Machado (Antonio), creció con Rosales y sigue fiel a Gamoneda o Robayna. La memoria como origen de la persona pública y privada, las coordenadas geográficas que son las ollerías como "espacio simbólico" del microcosmos humano que es Azaústre, la infancia que devora presentes y futuros porque quiere y porque puede. Y, por supuesto, la poesía como tema último de la poesía, entre metaliteratura e intertexto: "La poesía ha de ser honesta, la poesía es un artificio,/ la poesía ha de ser mentira en su verdad objetiva". Los títulos tienden a ser identificativos: un nombre, un apellido, un lugar, una fecha. No revelan de los poemas mucho más de lo que nuestros DNIs dicen de nosotros ("Una foto invernal hacia 1981", "Los violines hambrientos", "Trasplante"). La experiencia no es solipsismo autobiográfico, pero tampoco registro alienante del imaginario colectivo: estamos en el cruce de caminos entre el hombre y la humanidad, entre la vida y la historia.

Técnicamente, Las Ollerías son experimentación con sustancias habituales, pero en combinaciones alternativas. Las figuras retóricas más resistentes al cambio (anáforas, aliteraciones) son explotadas al límite de su capacidad, con el atrevimiento del poeta consciente de que, por mucho que fuerce la máquina, el motor no va a reventar: después de todo, son treinta siglos de poesía, y la metáfora sigue entre nosotros. Anómala hasta lo surreal, la sintaxis es un espejismo de lógica gramatical, rompiendo el orden para reordenar, suspendiendo el significado para decir otra cosa, para decir más: "¿Caminas mi lenguaje? ¿Soy expresión o norte,/ un borrador o fiebre, una sombra aterida/ o el fogón que deslumbra en un vacío de nieve?" Del DRAE desconfiamos todos. Azaústre también.

XXIII Premio Fundación Loewe, Las Ollerías son el corolario de un modo de ser poeta. Pérez Azaústre escribe un libro, se ciñe unos laureles, pero, sobre todo, encarna una tradición. Que la poesía continúe.