Image: El viaje de Suzanne y Leonard

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Letras

El viaje de Suzanne y Leonard

Un repaso al eco de una de las canciones más emblemáticas del nuevo Príncipe de Asturias

1 junio, 2011 02:00

Portada de Songs of Leonard Cohen. El primer disco del artista incluía el mítico tema Suzanne.

Todo el mundo entra al universo de Leonard Cohen por Suzanne, la canción que puso a rodar Judy Collins en 1966 y que su autor incluyó dos años después en Songs of Leonard Cohen, su primer álbum oficial. Una obra maestra que resume lo que será su carrera: sensibilidad, amor por la metáfora y unos arreglos que nunca le perderán el respeto a su voz profunda, un capítulo por sí misma de la historia de la música pop y folk.

Y es que Suzanne bien vale un premio como el Príncipe de Asturias. Porque representa una obra y porque en ella se retrata ya como un gran cantautor, salido de la Canadá profunda, que marca todo un territorio por el que entonces ya paseaban grandes de la música como Dylan o su compatriotra Neil Young. Era una época para la poesía, para los grandes crooners, en la que estaba todo por contar. Por eso, la letra de Suzanne y sus acordes hipnóticos abrieron más puertas a la percepción que todas las astracanadas lisérgicas de Jim Morrison.

Leonard Cohen, al contrario que el nietzschiano líder de los Doors, no huyó de sí mismo. Se refugió en sí mismo, e hizo de la poesía una auténtica barricada contra movimientos, tendencias y demás centrifugados ideológicos que se han ido sucediendo a lo largo de las décadas. Sus retiros budistas, sus "escapadas zen", saltaron a los periódicos como una excentricidad pero no cambiaron su visión del mundo. Desde fuera daba la sensación de que huía para no perder el rumbo. Hasta sus desmayos en directo, como el de Valencia hace dos años, parecían expresiones místicas, más cercanas a los desvanecimientos del éxtasis que a un vulgar corte de digestión.

Por eso Suzanne y sus canciones hermanas merecen un gran reconocimiento como el Príncipe de Asturias. De sus versos salta a la palestra una obra abierta que se prolongó en temas como Joan of Arc, Hallelujah o I'm your man. Siempre tocado por otras culturas, Leonard Cohen ha construido su obra mirando a los grandes de la literatura, por muy imposibles que fueran sus traducciones. Incondicional de nuestro Federico García Lorca, llevó su Pequeño vals vienés en 1988 al álbum I'm your man con el título de Take this waltz. Su hija, de actualidad estos días por sus peripecias genéticas con Rufus Wainwright, lleva como nombre el apellido del poeta. Cohen resucitó a Lorca para el mundo anglosajón y lo compartió con otras voces como Patti Smith o Lou Reed. Así es Suzanne y su autor. Todo el mundo quiere seguir viajando con ellos.