Image: Adiós a Gonzalo Rojas, el poeta del amor y el desenfado

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Letras

Adiós a Gonzalo Rojas, el poeta del amor y el desenfado

El escritor chileno, galardonado Premio Cervantes de las Letras en 2003, ha fallecido a los 93 tras permanecer grave dos meses

25 abril, 2011 02:00

Gonzalo Rojas al recoger el Premio Cervantes en el año 2004. Foto: Begoña Rivas

El poeta chileno Gonzalo Rojas, Premio Cervantes 2003, ha fallecido este lunes a los 93 años tras permanecer muy grave durante más de dos meses debido a un accidente cerebrovascular, informó su familia a Radio Cooperativa. La salud del escritor, galardonado también con el Premio Nacional de Literatura 1992 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992, se agravó el pasado 22 de febrero, cuando sufrió un infarto cerebral.

Nacido en Lebu el 20 de diciembre de 1917, participó entre los años 1938-1941, más bien como disidente, en el grupo surrealista Mandrágora fundado por Braulio Arenas, Teófilo Cid y Enrique Gómez Correa. Siete años más tarde aparece La miseria del hombre (1948), su primer libro de poemas, provocando reacciones encontradas entre los críticos oficiales que no fueron compartidas por Gabriela Mistral: "Su libro (...) me ha removido y, a cada paso admirado y, a trechos, me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente inédito".

En 1952, habiendo obtenido el grado de Licenciado en Filología Clásica, gana -por concurso-, las cátedras de Literatura Chilena y Teoría Literaria en el Departamento de Español de la Universidad de Concepción donde permanece hasta 1970, fecha en que es nombrado por el Presidente de la República, Salvador Allende, Consejero Cultural en China. En su permanencia en la universidad organiza y dirige importantes actividades culturales como las Escuelas Internacionales de Verano en cuyo marco se realizaron el Primer Encuentro Nacional de Escritores (1958) y el Primer Encuentro de Escritores Americanos (1960). Para Carlos Fuentes y José Donoso estas reuniones, habrían sido el comienzo del boom latinoamericano, pues abrieron un espacio de reflexión -como el propio poeta lo propusiera-, en torno a las imágenes de América Latina y del hombre actual. Esta intensa actividad académica no le impide el ejercicio poético, en busca de la palabra diamantina que habitará en Contra la muerte (1964), libro celebrado unánimemente por la crítica.

El golpe militar chileno (septiembre, 1973) lo sorprende en La Habana, donde se desempeña como Encargado de Negocios; no sólo la historia de su país tiene un giro violento también, su vida. El poeta es ahora un exiliado, un "indocumentado" a quien no sólo se le ha arrebatado su rango de diplomático sino también se le ha expulsado de todas las universidades chilenas por "significar un peligro para el orden y la seguridad nacional". La Universidad de Rostck -Alemania Oriental- lo acoge como profesor, pero sin dictar clases, situación que lo perturba e incomoda. Entonces parte a Venezuela (1975), ha sido contratado por la Universidad Simón Bolívar, allí llega con Hilda, su segunda mujer, y el hijo de ambos, Gonzalo.

Primeros aplausos a una poesía sin prisas
Su tercer libro de poemas Oscuro (1977) se publica en Caracas, a partir de este momento su poesía escrita sin prisas, desde lo profundo comienza a leerse en todo el continente y es aplaudida sin reservas por la crítica internacional. Recibe invitaciones para leer su creación poética, dictar conferencias y cursos en universidades norteamericanas y europeas; es objeto de homenajes y sus libros comienzan a publicarse en México, Madrid y New York. Las ediciones se suceden unas a otras: Transtierro (Versión antológica: 1979), Antología breve (1980), 50 poemas (1980), El alumbrado y otros poemas (1987), Antología personal (1988), Schizotext and Other Poems (1988), Materia de Testamento (1988), figura como uno de los libros más vendidos en Madrid ese año, éste como otros del autor se construye desde una escritura cuya metáfora es el tapiz, poemas antiguos y nuevos convergen con la misma frescura en tres vertientes: la numinosa, la erótica y la repentina. Desocupado lector (1990), Antología de aire (1991), Las hermosas. Poesías de Amor (1991), Zumbido (edición para bibliófilos: 1991), La miseria del hombre (edición crítica: 1995).

Gonzalo Rojas regresa a Chile en 1979, haciendo uso de la beca Guggeheim, sabe que las puertas de las universidades permanecerán cerradas, pero aún así elige Chillán, 400 kilómetros al sur de la capital, como lugar de residencia permanente; desde allí se desplazará a universidades de Alemania, Estados Unidos, México y España. El 5 de junio de 1992 recibe el Primer Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el 13 de noviembre del mismo año, el máximo galardón que otorga Chile a sus escritores, el Premio Nacional de Literatura; el reconocimiento internacional no cesa para este poeta circular, sediento de absoluto y de pasión erótica, a los premios anteriores se sumarán el Octavio Paz de México y el José Hernández de Argentina y en 2003 el Cervantes, máximo galardón de la lengua española.

Los días van tan rápidos

Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda salvación

se me reduce apenas a respirar profundo para que el aire dure en mis pulmones

una semana más, los días van tan rápidos

al invisible océano que ya no tengo sangre donde nadar seguro

y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis espinas.

Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera

nadie allá, voy corriendo a la materna hondura

donde termina el hueso, me voy a mi semilla,

porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas

y en el pobre gusano que soy, con mis semanas

y los meses gozosos que espero todavía.

Uno está aquí y no sabe que ya no está, dan ganas de reírse

de haber entrado en este juego delirante,

pero el espejo cruel te lo descifra un día

y palideces y haces como que no lo crees,

como que no lo escuchas, mi hermano, y es tu propio sollozo allá en el fondo.

Si eres mujer te pones la máscara más bella

para engañarte, si eres varón pones más duro

el esqueleto, pero por dentro es otra cosa,

y no hay nada, no hay nadie, sino tú mismo en esto:

así es que lo mejor es ver claro el peligro.

Estemos preparados. Quedémonos desnudos

con lo que somos, pero quememos, no pudramos

lo que somos. Ardamos. Respiremos

sin miedo. Despertemos a la gran realidad

de estar naciendo ahora, y en la última hora.

(De Contra la muerte, 1964)