Image: Michelle Obama: “Si Obama se preocupa por este país la mitad que por sus hijos, todo irá bien”

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Letras

Michelle Obama: “Si Obama se preocupa por este país la mitad que por sus hijos, todo irá bien”

La editorial Laooconte publica la biografía de la primera dama norteamericana

4 febrero, 2010 01:00

Michelle Obama

La figura de Barack Obama ha sido profusamente glosada en los últimos meses. Buena prueba de ese interés es la cantidad de libros sobre él que pueden encontrarse en nuestras librerías. Pero faltaba un estudio pormenorizado de un elemento clave en su vida: su esposa. La periodista norteamericana Liza Mundy ha rastreado la biografía de la mujer que hay detrás del mediático presidente de los Estados Unidos. La editorial Laooconte la ha traído a España. Gracias a este libro podemos conocer que la primera impresión de Michelle cuando conoció a Obama fue que estaba ante "un tipo raro". Una apreciación que cambió luego, claro. Hasta el punto de convertirse en una de sus principales valedoras en la campaña que le encumbró. Entonces no dudó en pronunciar afirmaciones como: "Si Obama se preocupa por este país la mitad de lo que lo hace por sus propios hijos, entonces todo irá bien". A continuación les ofrecemos algunos pasajes.

La obligación tradicional de la esposa de un político es, por supuesto, reforzar las virtudes de su marido, encauzar la admiración de la audiencia a través de lo que se conoce como la mirada de adoración. Pero la tarea de Michelle Obama es diferente, por la complicada historia personal que Obama acarrea a sus espaldas. A menudo, ella reconocía ante el público que la primera vez que escuchó hablar de su marido dio por sentado que tenía que ser raro. Nació en Hawaii de una madre blanca de dieciocho años oriunda de Kansas y de un estudiante africano de intercambio de veintipocos que abandonó a la familia poco después del nacimiento de Barack Obama. Obama se crió en Hawaii e Indonesia en ocasiones con su madre, pero a menudo con sus abuelos maternos del Medio Oeste. Es un hombre mulato, técnicamente hablando, que se identifica a sí mismo, tal y como escribe en sus memorias Dreams from My Father, como "un americano negro" y "un hombre negro con un nombre gracioso". Pero cuando Michelle hablaba de él descubría un tipo normal al que le gusta salir a cenar, ir al cine y volver a casa para estar con sus hijas.

"Si se preocupa por este país la mitad de lo que lo hace por sus propios hijos, entonces todo irá bien" explicó Michelle ante una multitud en Butte, Montana.

"Se crió en casa de su abuela de Kansas comiendo atún", así es como lo definió en el Chicago Sun-Times. "Las mismas conversaciones que teníamos alrededor de la mesa de la cocina, las tenemos en su casa en Navidad. No somos tan diferentes".

Y, por supuesto, a Michelle también le gustaba hacerlo más cercano. Al comienzo de la campaña, Michelle hablaba tranquilamente sobre cómo su marido se olvidaba de guardar la mantequilla o de ir a por el pan, cómo a veces no encestaba en el recipiente de la ropa sucia cuando lanzaba los calcetines. "Es un hombre con talento, pero, al fin y al cabo, es sólo un hombre", es otra de sus frases más conocidas. En 2005, después de que ganase la carrera hacia el Senado, mientras le catapultó a la fama tras dar el discurso clave en la convención demócrata de 2004, ella le acompañó en su primer paseo por el Capitolio de los Estados Unidos. "Quizá algún día él haga algo que merezca toda esta atención", le comentó a un periodista. Michelle ha recibido críticas por sonar un tanto dura, pero se defiende a sí misma diciendo que quiere que la gente tenga expectativas realistas. "La única cosa que le digo a la gente en Illinois es que Barack no es nuestro salvador", afirmó durante la campaña electoral para el Senado de 2004. "Quiero decírselo a todo el país, y lo haré si tengo la oportunidad". Es un mensaje en el que, con razón o sin ella, pedía a los votantes el tipo de lealtad que ella tenía que desplegar como esposa. "Muchos de nosotros queremos depositar nuestros deseos, miedos y esperanzas a los pies de este joven hombre, pero la vida no funciona así y concretamente la política tampoco", azuzó a la masa. "Tenéis que estar a su lado pase lo que pase". Su mensaje es sutil: "Si yo, tan dura y exigente como soy, puedo identificarme y asumir sus imperfecciones, también vosotros podéis. Y si yo puedo reconocer y respetar sus grandes dotes diplomáticas, también vosotros podéis". [...]


Entonces, ¿quién es Michelle Obama? Ella es, en muchos aspectos, una persona chapada a la antigua, una mujer que anhela un modelo tradicional e intacto de familia alrededor de una mesa y que se ve como madre, en primer lugar y sobre todas las cosas. Tiene un rápido y vivo sentido del humor. Su parte favorita de la campaña electoral es leer a los niños pequeños, que es lo que hace con viveza y con gusto. Estuvo empeñada en jugar un papel de primer orden en la campaña de su marido y viajó incesantemente como su asesora senior, acompañándole desde los primeros días de Iowa. Antes de aceptar que su marido iniciase la carrera presidencial, ella insistió en -y consiguió- participar en diversas reuniones con sus consejeros más proximos, durante las que se le aseguró que la campaña era posible y que estaría bien organizada.

Ella misma decía, según los que la conocen, que era tan inteligente como su marido; algunos incluso añaden que lo es más. Al contrario que su marido, que a los veintipoco años pasó una gran cantidad de tiempo consigo mismo, leyendo y estudiando, ella es una persona de hechos, una mujer de acción, extrovertida, no una intelectual.

No le gusta cocinar y es tremendamente organizada.

Es mejor jefa que empleada, le gusta estar al mando y no le gusta perder el tiempo. Tiene mucha fuerza y puede resultar intimidante. Su marido dice que ella es "un poco más maliciosa que yo". Su hermano dice que incluso miembros de su familia la temen. Puede que él esté, o no, bromeando. Ella es la persona en quien su marido confía para que haga de radar con la gente y siempre la ha considerado más escéptica que él. Obama le llama "la jefa". Se dice que es una amiga extremadamente fiel y divertida. Le encantan las reposiciones de The Brady Bunch y de The Dick Van Dyke Show.

Ella es, sin lugar a dudas, un producto que luce con orgullo el South Side, una chica trabajadora que ha mejorado en la vida, en parte por la movilidad de su país después de la Segunda Guerra Mundial y por los movimientos de derechos civiles, pero también gracias a su propia iniciativa e inteligencia. Mantiene el compromiso con aquellos de su comunidad a quienes no les ha ido tan bien como a ella. Es ambiciosa como su marido, más sumiso de lo que la gente percibe. Ella fue quien, por ejemplo, lo introdujo de manera activa en la realeza política negra de Chicago y en el mundo empresarial cuando él planteaba su carrera hacia el Senado de Illinois. Mientras ella ha sido ambiciosa siempre en nombre de él, no se ha visto empequeñecida por la ambición de su marido; y puede que eso se deba, en parte, a que todo lo han conseguido en muy poco tiempo.

Pero en temperamento, Michelle siempre será la Cassandra de su marido. Ese instinto más pesimista se entiende mejor en el contexto más amplio de su experiencia como afroamericana. Eugene Y. Lowe Jr., un historiador de religión que es asesor del presidente en la Northwestern University, y que era decano de los estudiantes en la Universidad de Princeton cuando Michelle era una estudiante de grado, recuerda la clásica doble conciencia almacenada en la psique negra, desarrollada hace más de un siglo por W. E. B. Du Bois en Las almas de la gente negra. "En la experiencia negra hay razones suficientes para estar enfadado -y añadió- y también creo que hay abundantes razones para tener esperanza". [...]


Es cierto que la experiencia de Michelle Obama es diferente de la de una generación anterior de afroamericanos que crecieron en los años cuarenta y cincuenta. Pero aún así, hablamos del pasado que ella no vivió. Ella es una mujer urbana, más moderna. A lo largo de su vida, más que haber sido dejada fuera explícitamente, o de haber sido habitual e inexcusablemente discriminada, a Michelle Obama se le permitió la entrada en espacios que hasta hace bien poco habían sido inaccesibles y en los que su presencia era a veces todavía incómoda, o, mejor dicho, para la que todavía no estaban preparados. Ella ha vivido y trabajado en una serie de escenas de transición. Una manera de entender a Michelle Obama es como a una persona que ha vivido toda su vida en un lugar por el que siempre ha luchado.

Ahora, quizá, más que nunca.