Image: La gran transformación

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Letras

La gran transformación

Karen Armstrong

8 noviembre, 2007 01:00

El profeta Jeremías, pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina del Vaticano

Traducción de Ana Herrera. Paidós, 2007. 500 pp. 28 euros

Recordábamos hace algunas semanas, a propósito de la obra de Mircea Eliade, el origen y la permanencia -paralela al desarrollo de la Humanidad- de esa presencia que solemos reconocer como lo sagrado. El concepto, de significación no exclusivamente religiosa, es vidrioso, pues de él beben otras importantísimas formas del conocimiento como el arte, la literatura (con particular referencia a los orígenes de la poesía), la filosofía, etc. En consecuencia, el término se ensancha en su significación y Rudolf Otto, por ejemplo, prefirió hablar de lo numinoso o de lo que, de forma más contundente, llamó mysterium tremendum. Hoy comentamos una obra en la que esa presencia se nos revela no sólo en sus orígenes y de una manera crucial, sino atendiendo a unos siglos claves para su desarrollo. La autora va con su análisis muy atrás, se remonta a las migraciones arias, a los textos védicos y a la China Shang, aunque se detenga primordialmente en los momentos culminantes de esa "gran transfor- mación" que da título a su libro, y que son los que van aproximadamente de los siglos IX al III a. d. C.

Quiero también comenzar recogiendo una frase de Karen Armstrong (Worcestershire, 1944), la autora, para que el lector comprenda mejor las dimensiones de su estudio, el sentido final (y sobre todo útil, de una gran actualidad) que posee su libro: "Necesitamos redescubrir el ethos axial [así reconoce ella el concepto que hemos comenzado subrayando]. En nuestra aldea global no podemos permitirnos ya una visión provinciana, exclusiva. Debemos aprender a vivir y a comportarnos como si las gentes de los países que están muy lejos del nuestro fueran tan importantes como nosotros mismos Los sabios de la era axial no crearon su ética compasiva en circunstancias idílicas. Cada tradición se desarrolló en sociedades como la nuestra, desgarradas por la violencia y por la guerra como nunca antes había ocurrido". Vemos, pues, cómo la obra de Armstrong parte de unos presupuestos muy reales y no de la utopía o del distanciamiento.

A este sentido a la vez de trascendencia y de utilidad no ha sido ajena la trayectoria vital y formativa de la autora, la cual abandona la orden religiosa a la que perteneció para graduarse en Oxford y ser hoy, en la Universidad de Londres, una renombrada historiadora de las religiones. A la vez, se mantiene muy cerca de los temas de actualidad colaborando en diversos medios de comunicación, entre ellos en el periódico "The Guardian", y en instituciones internacionales partidarias del diálogo y de la convivencia entre culturas muy diversas y enfrentadas, pero unidas aún -¿hasta cuándo?- por esa "amalgama" hecha de espíritu y de pensamiento a la que ella dedica esta obra que, sin duda, es la más ambiciosa de cuantas ha escrito.

Ha rastreado, pues, la autora la espiritualidad humana o la "filosofía perenne" -ya vemos de qué manera el concepto sigue cambiando ante nuestros ojos- desde los orígenes. Son sin embargo cuatro las cimas, culturas o países en que ese espíritu se nos ofrece de una manera tan temprana como reveladora: la India, China, Grecia e Israel. Fueron estos cuatro países -muy especialmente en el siglo IX a. de C.- los reveladores de movimientos espirituales, creadores y éticos cuyas huellas llegan hasta nuestros días: hinduismo y budismo, confucianismo y taoísmo, monoteísmo o racionalismo filosófico, son los más elevados. A la vista de ellas vemos de qué manera lo que Armstrong reconoce como el ethos axial ha sido fundamental para el desarrollo de la Humanidad y no sólo porque de esos momentos hayan surgido algunas de las religiones más importantes sino porque esos momentos culminantes de espiritualidad nos han proporcionado una gran literatura de base, no menos primordial para los humanos, así como inamovibles mensajes de carácter ético, filosófico, político o psicológico.

Si bien es verdad que el enfoque de este gran análisis no es nuevo -ahí están las aproximaciones más historiográficas de Eliade, Jaspers o Campbell-, Karen Armstrong ha logrado aproximar aún más el objetivo de su indagación, de una manera extraordinaria y con una gran precisión. Y si lo ha hecho a la vez con tanto fundamento como amenidad, reconoceremos la importancia de esta obra impar. Merece también la pena que no olvidemos ese carácter de actualidad que tienen sus capítulos, ese pensamiento y espiritualidad primordiales, pues estamos hablando de un sentir y de un pensar que nacieron como respuestas a épocas muy agitadas socialmente y sacudidas por guerras innumerables. Sacrificios y ritos de los orígenes más remotos van dando paso a ese regreso a lo interior, a esa mirada piadosa sobre la realidad y, sobre todo, a ese establecimiento de reglas éticas que conforman un mundo más consciente. De ello es expresión radical la temprana poesía china, la sabiduría taoísta de Lao Tse y de Chuang Tzu, el pensar simbólico de los himnos védicos o las upanisads hindúes, el nacimiento de la lírica y de los primeros filósofos griegos o esa transformación a la que van a dar lugar los profetas judíos tras el destierro de su pueblo a Babilonia. De esta última etapa emerge con gran relieve en el libro la figura de Jeremías, la cual ha estado entre nosotros también recientemente de actualidad gracias a un libro de Susana Pottecher que evoca un verso de este profeta, Serás mi boca.

Evitando ya la valoración de su rico contenido, esta obra es también importante por la novedosa valoración que en ella se hace de la cronología, pues afina de una manera muy acusada la aproximación a los orígenes. También deja de agrupar los grandes nombres cimeros del renacimiento espiritual y filosófico en el mítico siglo VI a de C. Así, considera a la figura de Zoroastro más temprana de lo que hasta ahora se creía, retrasa un siglo el nacimiento de Buda y desplaza la figura de Lao Tse al siglo III. No por ello deja de avisarnos de la provisionalidad de las fechas en torno a estas grandes figuras y movimientos y, sobre todo, de ese momento culminante (aunque no "el final de la Historia") que fue el siglo III a. de C. Y añade: "Los pioneros de la era axial sólo habían puesto los cimientos sobre los que otros podrían construir". La más inmediata figura de Cristo y la de Mahoma, unos siglos más tarde, ensancharían con gran fuerza los caminos que los grandes iniciados del libro de Armstrong habían abierto.

Concluye el libro con un capítulo, "El camino hacia adelante", que nos remite a esas ideas útiles -de profunda actualidad- que ya se nos revelaban en la "Introducción". Cierra así la autora un círculo haciendo una reflexión sobre este planeta nuestro que, con hechos como los de Hiroshima y Nagasaki, o con dos guerras mundiales previas, ha puesto "al descubierto la autodestrucción nihilista que se esconde en el corazón de los humanos", pues además "nos arriesgamos a catástrofes medioambientales, porque ya no vemos la tierra como algo sagrado, sino como un ‘recurso’". Vemos así de qué manera ha sido lúcido y útil este viaje, de casi 600 páginas, a través de un tiempo que creíamos remoto, pero que aún está traspasado de enseñanzas para el que sabe leer en él. No son nuevos los enfrentamientos y las guerras. De ahí la necesidad de aprender en las lecciones de aquellos momentos en los que brilló el pensamiento espiritual. La larga meditación, pues, de este libro no se cierra con su última página sino que nos abre de una manera muy viva a los tiempos agitados, críticos, que nos ha tocado vivir. De ahí su clara actualidad expuesta con palabras tan sabias como amenas.

Karen Armstrong

Una ex monja especialista en asuntos religiosos

la crisis espiritual asaltó a Karen Armstrong en 1969, cuando transcurrían ya siete años desde su llegada al convento. Colgó entonces los hábitos y dirigió su interés hacia el estudio de la Literatura, disciplina de la que más tarde llegaría a ser profesora en la Universidad de Londres. Con la publicación en 1982 de Through the Narrow Gate recuperó el interés por los asuntos religiosos, aunque desde una perspectiva puramente intelectual, merced a la cual ha analizado en profundidad los orígenes, condicionamientos históricos y doctrinas de la principales religiones monoteistas. Otros estudios suyos importantes son Beginning the World, Holy War y Muhammad: A Prophet For Our Time.