Image: Cernuda. Epistolario (1924-1963)

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Letras

Cernuda. Epistolario (1924-1963)

Luis Cernuda

5 junio, 2003 02:00

Luis Cernuda, por Gusi Bejer

Edición de James Valender. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid, 2003. 1273 páginas

Cernuda altivo, cordial, doliente, distante, siempre humillado y ofendido ¡Qué claro tuvo su destino, tan áspero! Como escribió en un poema de Desolación de la Quimera: "No eches de menos un destino más fácil"

Pese a tantas cartas uno tiene la sensación de que Cernuda no fue epistológrafo nato. En sus cartas apenas existe ese gusto de escribir que se da (por ejemplo) en Aleixandre. Ante tanto material se impone elogiar el buen hacer cernudiólogo de James Valender. Constatar después (como se avisa en la introducción) que las cartas de Cernuda eluden casi siempre el intimismo -y más el amoroso- y se centran sobre todo en sus circunstancias vitales y en su dificultad para que su obra llegue al lector, en la maldad y cicatería del medio literario español (que Cernuda llegó a detestar) y en los posibles enemigos que laboraban contra él... Una aguda timidez -dice Valender- y una agresividad no menos notable explican la ira cernudiana y sus malos pensamientos, pero también su pertinaz idealismo, casi siempre decepcionado, y su ser poeta -como una categoría superior, pese a la tenaz falta de éxito- por encima de todo. Está claro que Cernuda quiso triunfar (como todo escritor) e hizo lo poco que pudo por conseguirlo, pero jamás llegó a lo que llegan algunos, jamás se abajó a nada, apenas suplicó, no intentó hacerse el simpático (antes al contrario) y no transigió ni se anduvo en trepadurismos. Creía que por eso le iba mal -de ahí su leyenda- sin dejar de lado su heterodoxia sexual, vivida con suficiente claridad desde 1931 y que posiblemente, y en el ámbito español de entonces, no le benefició. Hoy vemos a Cernuda como uno de nuestros más firmes clásicos del siglo XX, pero este rico Epistolario -aún no completo- nos informa de que no siempre fue así. Pues la vida de Luis Cernuda -lo más visible en sus cartas, en su sesgo literario- fue generalmente cuesta arriba. Incluso cuando en 1962 le llega un claro destello de lo que podía ser el éxito, y casi por vez primera se siente comprendido por poetas como Valente o Gil de Biedma, Cernuda, vitalmente contradictorio, piensa que podría perder la dura libertad en la que ha vivido, acaso y precisamente por su menor éxito...

Parte de este rico corpus epistolar era ya era conocido, es importante recalcarlo. Sin embargo la parte inédita no es menos rica: por ejemplo, las cartas a su siempre amiga Concha de Albornoz, o a la familia Altolaguirre, con quienes convivió buena parte de sus últimos años mexicanos. A mí (en este capítulo de lo inédito) me ha llamado la atención la curiosa correspondencia con Camilo José Cela porque rompe algo la imagen de dos personas que, acaso, sin la distancia que las separaba, se hubieran detestado.

Curiosa desde otra índole -sigo en los inéditos- es la amplia correspondencia mantenida por Cernuda con un joven inglés que vivía y trabajaba en Ginebra. Sebastian Kerr estudió español en Málaga y escribió a Cernuda a México en 1959, teniendo él entonces 27 años. Kerr ha leído a Cernuda y le dice su admiración. Cernuda se rinde a esa amistad lejana. ¿Imaginó Cernuda a un joven atractivo, además de sus obvios refinamiento y cultura? Novedades que han llamado más mi atención, entre muchas posibles, que recalcan -finalmente- el hartazgo de Cernuda por su leyenda (arisco, seco, antiespañol) pero también su no del todo involuntario cultivo. Es impecable la edición de Valender que además (cuando es posible) añade a las cartas de Cernuda las enviadas por sus corresponsales. No obstante este enorme Epistolario no es aún completo. Faltan anunciadas cartas sin duda interesantes como las de Carlos-Peregrín Otero. Y otras como las que recibieron García Baena y Brines. Otras, sin embargo, nunca aparecerán. Cernuda altivo, cordial, doliente, distante, siempre humillado y ofendido, pero más en su sitio que nadie. Como escribió en un poema: "No eches de menos un destino más fácil".