Image: Mira por dónde. Autobiografía razonada

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Letras

Mira por dónde. Autobiografía razonada

Fernando Savater

3 abril, 2003 02:00

Fernando Savater. Foto: M.R.

Taurus. Madrid, 2003. 417 págs. 23’50 euros. F. Savater y J. L. Pardo: Palabras cruzadas. Pre-Textos, 2003. 136 págs., 10’52 euros

Dos libros en cuyas portadas figura el nombre, habitual, de Fernando Savater se insinúan en las mesas de novedades. Dos invitaciones. El primero, Mira por dónde, es, así lo entiendo, una invitación a la vida: una invitación a la libertad y a la felicidad, una invitación al gozo. También una invitación a la lucidez. No es un libro “de filosofía”. Es el cuaderno de bitácora de un filósofo que quiso ser otras cosas y que ha sido muchas; es la recuperación de una infancia nunca perdida; es un recorrido por paisajes y pasajes, por geografías e historias, por instituciones (educativas, penitenciarias...), un itinerario entre libros y tebeos, juguetes y películas, vivencias privadas y manifestaciones públicas. Las filias y las fobias de Fernando Savater se van revelando en capítulos tersos, frecuentemente breves, siempre incisivos. Y se van rebelando contra situaciones a veces insólitas, a menudo hostiles, o terroríficas. La prosa, conocidamente ágil, anuda la mirada ingenua y la palabra crítica. La mirada ingenua de un niño que no quiso dejar de serlo, la palabra crítica de un inconformista pertinaz. Al visitar la autobiografía de Savater, el lector se descubre no sólo informado sino estimulado: a la lectura y a la ironía, a los discretos placeres y a los turbulentos vericuetos de la convivencia, a la insustituible aventura de vivir. Y de contar. La autobiografía de un filósofo no tiene que ser necesariamente atroz. Puede -quizá debe- no estar atrincherada en tecnicismos. Tal vez porque la primera dignidad literaria de Savater fue la de publicista, este recorrido bio-gráfico y bio-lógico, cumple a la perfección el requisito: se lee con soltura porque con soltura está escrita. El segundo libro, Palabras cruzadas, es, subtítulo mediante, una invitación a la filosofía. Que ha de recibirse con agrado por dos razones: porque invitar al pensamiento es casi siempre necesario y siempre oportuno; segunda, porque Savater ha probado en múltiples ocasiones su capacidad para la invitación: es decir, para la comunicación, el estímulo pedagógico o la incitación polémica. El interior de la filosofía de Savater se expone en este texto.Un interior construido a base de educación y de comunicación, de democracia y civismo; un interior que rechaza elaborados ornamentos: por ejemplo, los ornamentos metafísicos, por los que Savater confiesa sentir horror. Se trata, por ello, no tanto de una invitación a la filosofía, sino una invitación cursada desde la concepción filosófica de uno de los más tenaces intelectuales del mundo hispánico. La filosofía de Savater se expone (se manifiesta y se arriesga) en respuestas directas, convencidas, habitualmente brillantes. Se prueba en los espacios de los medios de comunicación y de las instituciones educativas, en los dominios de la ética y de la política, de la dura tarea de la convivencia. Si manifiesta horror a la metafísica tampoco rehuye el diálogo sobre “ultimidades”, sobre lo que queda y sobre lo que falta. Si no la metafísica, sí “la meta física”: la muerte y su sentido o sinsentido. Hay otros libros de Savater más elaborados, más densos. En pocos su propuesta queda tan nítidamente delineada como en este. Palabras cruzadas. El título alude a una conversación. José Luis Pardo oficia de inductor, y de interlocutor necesario en un diálogo en el que el correo electrónico ha servido de medio propicio. Conversación a distancia en un medio opaco, ni claro ni oscuro: Pardo, que reivindica el estilo inaugural de la filosofía como diálogo escrito, que reclama -invocando a Sócrates- la ignorancia como condición de la verdadera filosofía, hace suya la vieja pasión de la pregunta. Pardo arriesga, en forma de preguntas, o de prolongadas observaciones, la elaboración teórica que ha hecho pública en sus anteriores libros: y la entrega al ejercicio de la conversación. En ese medio, en esa conversación, la invitación de Savater estalla en fogonazos de claridad. No se puede pedir más.