Image: Las buenas intenciones y otros cuentos

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Letras

Las buenas intenciones y otros cuentos

Ángel Zapata

10 julio, 2002 02:00

Ángel Zapata. Foto: Mercedes Rodríguez

Diputación de Córdoba. 2002. 90 páginas, 7’69 euros

ángel Zapata (Madrid, 1961) tiene en su haber un libro titulado La práctica del relato, y otro, publicado este mismo año (El vacío y el centro) dedicado al análisis minucioso -y excelente, además- de tres narraciones breves debidas a Sam Shepard, Medardo Fraile y Ana María Matute.

Estas obras acreditan al autor como estudioso notable del cuento; se trata, pues, de un teórico que ahora pasa a la práctica. Y eso se nota en el cuidado con que están planeados y escritos estos cuentos, en su meditada composición, en la variedad de motivos, registros estilísticos, enfoques y modalidades narrativas que aquí se experimentan, e incluso en la extensión, que va desde el microrrelato "Justo y el ángel", de apenas media página, hasta el cuento largo "Lo bueno siempre es poco", donde el autor amplía el campo de observación, por lo general limitado a breves situaciones individuales, a un espacio más extenso, aun a costa de aproximarse, en su recurso a ciertos elementos fantásticos y hasta en algunas peculiaridades fraseo-lógicas, a los modelos narrativos de García Márquez (léanse, sin más, diversos párrafos de las páginas 49 y 51, de inequívoca estirpe).

Lo más notable de estos relatos es la capacidad del autor para la sugerencia; lo narrado es sólo una parte de la historia, un conjunto de síntomas que apuntan hacia ella, que la esbozan mínimamente e inducen al lector a completarla. En el cuento "Mitades", por ejemplo, una tensa escena matrimonial, suavizada por un diálogo esquemático y repetitivo, sugiere una quiebra afectiva, un enfriamiento de las relaciones que el ambiente frío de la habitación y la renuncia del personaje a encender los radiadores subrayan con fuerza. En el polo opuesto, "La dura realidad" tiene como único soporte un divertido diálogo, propio del teatro del absurdo, que podría seguir, a la manera de un perpetuum mobile, reanudando una y otra vez la misma situación. No hay que olvidar que Zapata no rehuye los rasgos de humor, que llegan hasta la inserción de chistes: "Tanta penuria había en el pueblo que la gente mayor decidió no morirse hasta ver qué pasaba. -Yo les alabo la intención -les dijo el alcalde-, pero una boca menos también sirve de ayuda" (pág. 62). El diálogo con ribetes grotescos es también el hilo conductor de "La partida", en contraste con la dramática historia bosquejada en sus páginas. La importancia del lenguaje, no reducido a mero vehículo expresivo, es decisiva en muchas de estas narraciones. En "Sí, cariño", el empleo paródico de la muletilla sirve para desplegar una red de sugerencias acerca de un noviazgo dilatado y cansino en el que, sin embargo, existen sentimientos profundos bien consolidados. "Llueve con ganas" es, por el tratamiento lingöístico de la narración, por el manejo de las recurrencias idiomáticas y por su configuración cerrada, un verdadero poema en prosa.

Casi resulta ocioso insistir en la calidad idiomática de estos cuentos, escritos con una sintaxis medida y sobria en la que se adivina la tarea de lima y retoque de la escritura, sólo estropeada por algunas concordancias ("le tuve miedo a las arañas", pág. 34; "le tocaba el turno a los linotipistas", id.; "tendiéndole a los náufragos una cuerda", pág. 38) y por algún vocablo innecesariamente importado ("enmierdar a la gente", pág. 43) que no oscurecen la límpida y ejemplar prosa narrativa de estos relatos, de cuyo autor cabe esperar aún mucho más.