El historiador Orlando Figes, en una imagen este viernes en Madrid. Foto: Dolores Iglesias / Fundación Juan March

El historiador Orlando Figes, en una imagen este viernes en Madrid. Foto: Dolores Iglesias / Fundación Juan March

Historia Entrevista

Orlando Figes: "En Rusia hay un miedo genético desde las oleadas de terror de Stalin"

El prestigioso historiador británico bucea en su nuevo ensayo en los mitos y reinvenciones de la historia de Rusia. Una lección soberbia e imprescindible para colarse en la mente de Vladímir Putin. 

12 noviembre, 2022 00:36

Dice Orlando Figes (Londres, 1959) que todas las respuestas y explicaciones a la guerra de Ucrania se encuentran en la historia, concretamente en una visión muy particular del pasado, plagada de mitos, que Vladímir Putin y su maquinaria estatal se han encargado de proyectar e inyectar en escuelas, medios de comunicación y museos desde que se convirtió en una suerte de zar del siglo XXI. Su último libro, La historia de Rusia (Taurus), no solo resulta fundamental por el timing, sino sobre todo por el virtuoso análisis histórico que expone. Una radiografía del turbio ayer para comprender el vertiginoso hoy.

Además de ser un brillantísimo historiador cultural y un narrador extraordinario, como ha demostrado en sus titánicas obras El baile de Natasha y Los europeos, Figes es un analista del presente muy agudo gracias a su extenso conocimiento de la historia rusa, que tantas veces se ha reconfigurado y readaptado en función del gobernante de turno. Putin no es una anomalía, sino la continuación de una estirpe. "La historia que Putin cuenta coincide con la historia que los rusos se han contado a sí mismos", resume el autor británico en una conversación con este periódico en la Fundación Juan March, unas horas antes de ser el protagonista de los Diálogos cosmopolitas.

Pregunta. Dice que no hay otro país que haya reinventado su pasado con tanta frecuencia como Rusia. Todos los países tienen mitos, ¿por qué el caso ruso es especial?

Respuesta. La historia siempre ha sido utilizada por los gobernantes e ideólogos rusos para defender una filosofía de Rusia: qué debería ser Rusia, dónde debería situarse, cuáles son sus principios unificadores… Las discusiones políticas sobre justicia, libertad o democracia no han existido tan fácilmente. La historia, por lo tanto, ha sido más que a menudo el lenguaje a través del cual se han debatido esas ideas.

»Cuando Putin reivindica a Pedro el Grande está lanzando un mensaje al mundo al compararse con el hombre que reconquistó las tierras bálticas que pertenecían a Rusia, pero es también una declaración con fines domésticos: Pedro forjó un gran estado, un estado absolutista, que mantuvo a los rusos controlados, a veces con coacciones, pero es una filosofía con la que están de acuerdo.

"Putin no es un Stalin, eso es una tontería; pero el sistema que Stalin perfeccionó todavía está ahí"

P. ¿Por qué los mitos son tan importantes en Rusia?

R. Estoy bastante de acuerdo con Michael Cherniavsky, al que cito en la introducción. Rusia no es un país fácil para vivir: el clima es muy duro, las comunicaciones son malas… Y tienes que creer en algo más grande. La búsqueda de la pravda, que significa verdad y justicia, está muy enraizada en esta concepción religiosa del poder que proporciona a la gente una esperanza para la salvación, para una utopía. Los rusos tienen la necesidad de creer en algo. Y cuando la Unión Soviética se vino abajo, no sabían en qué creer, fue un momento muy peligroso para ellos.

P. ¿Cuál es la principal característica de la historia de Rusia?

R. El poder del Estado y la debilidad de la sociedad. El Estado se ha desarrollado de una forma militar, esclavizando a la sociedad y atándola al servicio de las necesidades militares. Sus fronteras son porosas. ¿Dónde empieza y acaba Rusia? La principal característica es el ciclo recurrente en el que cada vez que ha habido oportunidades para un gobierno más representativo, más autonomía para las regiones, han tenido muy poco recorrido por los conflictos subyacentes. Rusia está muy dividida entre ricos y pobres.

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P. El "mundo ruso" ha sido constantemente invadido por vikingos, mongoles, franceses o nazis. ¿Esto ha generado un sentimiento de inseguridad, la necesidad de buscar puntos de unión, aunque sean inventados?

R. Sí. En el caso de la guerra de Ucrania, Rusia es la agresora, pero Putin ha presentado esta "operación militar especial" como un acto de defensa porque Rusia está siendo atacada a través de Ucrania, que es una marioneta de Occidente y de Estados Unidos. Esta propaganda tiene cierta resonancia para el pueblo ruso porque, como trato de mostrar en el libro, es la historia que los rusos siempre han contado sobre sí mismos. Una encuesta de 2016 mostraba que el príncipe Alejandro Nevski está considerado como un gran líder porque defendió a Rusia de Occidente [en el siglo XIII] mientras, y esto es relevante para el presente, colaboraba con los mongoles. China está jugando ese papel ahora mismo.

»Como Putin señaló en su conocido ensayo de julio de 2021 [Sobre la unidad histórica de los ucranianos y los rusos], Ucrania es el punto débil, la puerta abierta que deben mantener cerrada: si Ucrania intenta alejarse de Rusia caerá inevitablemente bajo la influencia de Occidente. Y Occidente cuenta con una larga tradición de usar Polonia o Ucrania como la vía para atacar Rusia. La historia que Putin cuenta, "siempre nos están atacando y necesitamos un gran líder para rechazarlos", coincide con la historia que los rusos se han contado a sí mismos.

Portada de 'La historia de Rusia'.

Portada de 'La historia de Rusia'. Taurus

P. Un aspecto muy interesante de la historia de Rusia, y que actúa como eje vertebrador de El baile de Natasha, es ese conflicto que desde el reinado de Pedro el Grande enfrenta a quienes miraron y trataron de imitar a Occidente con los que defendían los "principios rusos". ¿En qué punto se encuentra esta batalla hoy en día?

R. Hay muchos tipos de Rusia, hay muchos rusos que quieren formar parte de Europa. Pero creo que el régimen ya ha tomado una decisión y la guerra es una suerte de Rubicón: Occidente no es bienvenido. Lo que parece claro ahora es que Rusia mirará hacia el este y el debate se decanta hacia un pensamiento eslavófilo que tiene su origen en Nikolái Danilevski, en esa idea de finales del siglo XIX de que Rusia no necesita guiarse por principios occidentales porque son hostiles para ella.

P. Putin ha implantado "normas comunes" en las escuelas rusas para restablecer el orgullo por la historia soviética y las encuestas muestran que desde que alcanzó el poder la nostalgia por la URSS ha aumentado. ¿El resultado de la guerra, con una eventual derrota de Putin, puede significar el fin del Homo sovieticus?

R. El Homo sovieticus todavía está con vida y la gente parece creer que encarna los principios rusos. Está muy enraizado en la cultura política rusa. Si cogemos la definición del Levada Center del Homo sovieticus como bajas expectativas materiales, un fuerte colectivismo, aceptación del poder estatal, incluyendo el uso de la violencia, y un importante conformismo, todo esto también muy arraigado en el carácter ruso.

»No creo que si Rusia pierde vaya a emerger de las cenizas una suerte de sociedad occidental. Si algo nos ha enseñado la guerra, y para los historiadores ha sido un shock, es que la intelligentsia, las partes prooccidentales de la sociedad rusa en las que creíamos y erróneamente hemos interpretado como portavoces de Rusia, son en realidad un diminuto segmento social. Y además, ahora se ha ido la mayoría de ellos: las élites, los intelectuales, las clases creativas y empresariales…

"Una de las enseñanzas de la guerra de Ucrania es que la 'intelligentsia' es en realidad un diminuto segmento social"

P. Rusia parece estar escribiendo un importante capítulo de su historia. Desde un punto de vista histórico, ¿cuál puede ser la relevancia de la invasión de Ucrania?

R. Desafortunadamente, la principal regla de la historia es que el vencedor la escribe. Si Rusia consiguiese mantener los territorios ocupados, los libros de historia escritos en los próximos años lo celebrarían como un gran logro. Putin sería comparado con Pedro el Grande, bla, bla, bla. En cierta medida, es todo un mito. Pero es una gran apuesta: si Rusia sufre una derrota militar y se viene abajo, que podría terminar con una revolución o una guerra civil, aunque no creo que fuese demasiado lejos, va a retroceder un largo camino.

»Temería por su futuro porque en este momento, lo que está sucediendo demográficamente, es que las élites occidentalizadas se están yendo. Y Putin parece bastante feliz con ello porque las ve como alborotadores y piensa que las puede reemplazar con una población asiática más complaciente. Pero esa no es una gran perspectiva para Rusia.

P. ¿Cómo calificarán los historiadores a Putin en unas décadas? ¿Su lugar en la historia está cambiando?

R. Si hablamos desde el punto de vista de los profesionales de la historia o de los analistas de Rusia, creo que debemos reflexionar detenidamente sobre las suposiciones que hicimos de Rusia y su régimen. Putin es un dictador brutal y lo ha sido desde hace tiempo. No solo el mundo académico, muchos políticos y empresarios lo han estado indultado porque les ha convenido.

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P. La visión histórica de Putin consiste en defender que Rusia es fuerte cuando está unida y débil cuando hay divisiones y guerras civiles. ¿Su manipulación de la historia es simplista o esconde intenciones concienzudas?

R. Tiene una agenda que empezó para restaurar el orgullo patriótico, pero también creo que lleva preparando el terreno para esta guerra durante bastante tiempo. Ha habido un esfuerzo estatal para presentar una versión de la historia y marginar en la medida de lo posible cualquier relato alternativo. Es una historia muy simple: Rusia es grande y fuerte cuando está unida detrás de un líder y un estado fuertes. Si permites a los liberales tomar el poder, como en febrero de 1917 o en la forma de Gorbachov y Yeltsin, todo se derrumba. Esa heroización de la historia soviética ha sido fuertemente transmitida en los colegios, los museos llamados Mi Historia, programas de televisión… También ha habido un esfuerzo para militarizar a la sociedad.

P. En el último capítulo señala que Putin está creando una atmósfera general de miedo que recuerda a los años del Terror de Stalin y que provoca que la mayoría permanezca en silencio. ¿Qué otras características comparten ambos?

R. Se puede ver la guerra como otra ola de terror. No se trata solo de aterrorizar a Ucrania, sino a los rusos: si protestas vas a la cárcel. Es otra advertencia para los rusos de mantenerse al margen, solo obedecer. En este sentido, es solo la última de una serie de oleadas de terror que han sido usadas por el Estado para controlar a la sociedad y que empezaron con la más grande de todas en 1937. Esto genera en la sociedad lo que llamaría "miedo genético". A lo largo de las generaciones, hay una especie de lección enseñada a los niños sobre cómo comportarse y sobre qué decir en privado o en público. Y en esta situación, solo tienes que lanzar una amenaza de represión para que la gente retroceda, incluso la oposición.

»Respecto al régimen de Putin, la movilización que se está haciendo para Ucrania se asemeja mucho a cómo los bolcheviques reclutaron combatientes en la guerra civil. Volvemos al problema del tamaño del país: la única forma de hacer las cosas es empujando y golpeando a la gente, un comportamiento que está muy arraigado en la cultura política. Putin no es un Stalin, eso es una tontería; pero el sistema que Stalin perfeccionó todavía está ahí.

Puede que Putin tenga el mismo destino que Nicolás I, a quien la historia recuerda como el peor zar de todos

P. ¿Ese "miedo genético" del que habla dificulta que se produzca un rebelión interna contra Putin?

R. Las revoluciones, por definición, siempre son esperadas pero impredecibles. Al final del libro escribo que el Estado ruso es demasiado poderoso y la sociedad demasiado débil para que estalle una revolución. Pero si la guerra se prolonga mucho, habrá un creciente peligro para el régimen de que el Ejército colapse y se registren motines. Esto podría desembocar en protestas y las cosas cambian muy rápidamente.

P. Estos meses hemos visto muchas comparaciones entre Putin y gobernantes de la historia de Rusia (Pedro el Grande, Stalin, Iván el Terrible) y de Europa (Hitler). ¿A quién se parece más?

R. Se parece a Putin (risas). Es una mezcla de tradiciones políticas muy diferentes. En esa habitación con la mesa ridículamente larga hay cuatro estatuas de zares con los que se compara: Pedro el Grande, Catalina la Grande, Alejandro I, que salvó al mundo de Napoleón y también emprendió la conquista del Cáucaso, y el cuarto es una elección extraña que de hecho puede ser el que más se parezca a Putin: Nicolás I. Ascendió al trono en un momento en el que había habido muchas revoluciones en Europa y un amago en Rusia. Como Putin, reaccionó con represión, vigilancia policial, censura y enfatizando la ortodoxia y el patriotismo eslavófilo.

»Además, Nicolás se lanzó a la guerra contra Occidente para defender la ortodoxia. Parece que Putin está cometiendo los mismos errores. Primero, sobrevalorar la voluntad de los ortodoxos en el extranjero de apoyar a Rusia durante la invasión; segundo, la disposición del enemigo a combatir —en la primera fase de la guerra, lo hicieron los turcos; y los ucranianos están combatiendo increíblemente bien—; y tercero, Nicolás subestimó las intenciones de Occidente de intervenir, pensó que se quedaría al margen, pero los rusos fueron castigados. Así que puede que Putin tenga el mismo destino que Nicolás I, a quien la historia recuerda como el peor zar de todos. ¿Para qué sirve esta guerra? ¿Para la estúpida apuesta de un hombre que tiene ideas raras sobre la historia?

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P. La guerra de Ucrania, como dice, es sobre la historia. En las manos apropiadas, ¿es la historia el arma más peligrosa de todas?

R. Totalmente. Y la historia lo demuestra. Sea Franco en España, Mussolini en Italia o Hitler en Alemania, todos utilizaron visiones heroicas del pasado nacional para movilizar y redibujar fronteras y destruir enemigos. La historia es muy peligrosa, y por eso es tan importante el papel de los historiadores, especialmente ahora, en una época de fake news, falsificaciones y mitos. Es fundamental para los historiadores defender la visión correcta del pasado. Obviamente hay que mantener debates sobre su interpretación y cómo analizamos las pruebas, pero no podemos permitir que el 40% de la población estadounidense crea que hubo fraude en sus elecciones. Si eso entra en los libros de historia, ¿en qué lugar nos deja de cara a cualquier democracia que funcione?

P. ¿Cuánta culpa cabe atribuirle a Occidente sobre la coyuntura actual, teniendo en cuenta que Putin, en su primer mandato, intentó acercarse a la OTAN y la Unión Europea?

R. Occidente tiene cierta responsabilidad sobre la situación previa a la guerra, sobre el empeoramiento de las relaciones con Rusia. Vuelvo a repetir: la situación previa a la guerra. Invadir un país soberano y lanzar una guerra sobre los civiles como ha hecho Putin no es culpa de Occidente. Pero hay varias cosas sobre las que reflexionar. Primero, la forma en la que malamente entendía a Rusia, sobre todo a través de estereotipos. Segundo, la manera en la que Rusia fue tratada a partir de 1991 como si fuese lo mismo que la Unión Soviética. ¿Dónde estuvo el Plan Marshall para Rusia? Hubo mucha ayuda a los países satélites soviéticos, pero a los rusos se les dijo que eran los malos, que habían perdido la Guerra Fría y debían comportarse como los derrotados.

»Todo eso fue provocador, especialmente la expansión de la OTAN. Cuando Ucrania entró en la órbita de la OTAN, eso fue una línea roja no solo para Putin, también para Yeltsin, pero era muy débil y no podía hacer fuerza contra Occidente. En los 90 las alarmas ya sonaban en Moscú… Todo ese periodo de política exterior de Occidente debe ser reexaminado. El problema es la OTAN porque en lugar de buscar un nuevo acuerdo de seguridad para Europa que incluyese a Rusia, y una nueva definición del continente, la OTAN continuó expandiéndose desde su posición ideológica de la Guerra Fría, como una alianza antirrusa. Puede que defensiva, pero antirrusa porque el único país al que no permite unirse es Rusia.