Un momento de 'Aromas de soledad', en el Teatro Fernán Gómez. Foto: Esther Vázquez

Un momento de 'Aromas de soledad', en el Teatro Fernán Gómez. Foto: Esther Vázquez

Teatro

Gabriel y Galán, el poeta del pueblo que reivindicó a la España vaciada

Ana Contreras y Raúl Losánez estrenan en el Fernán Gómez 'Aromas de soledad', un homenaje al mundo rural a partir de la producción poética del salmantino.

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Mucho o poco, según se mire, se ha escrito sobre la España vaciada en los últimos años. En 2013, con Intemperie, Jesús Carrasco volvió a colocar el pueblo y el campo en la palestra literaria, aunque en términos más populares, quizás fue Sergio del Molino el primero en hablar de la "España vacía".

'Vaciada', matiz importante, que no 'vacía' era el espacio rural del que escribió también María Sánchez en Tierra de mujeres y en sus poemarios Cuaderno de campo o Fuego la sed. En 2019 Rafael Navarro de Castro, que vendió su buhardilla en el centro de Madrid y se mudó a un pueblo de Granada, publicó La tierra desnuda.

Algo parecido le ocurrió a Gabi Martínez que en Un cambio de verdad nos contaba su experiencia de seis meses como pastor en la conocida como Siberia de Extremadura.

Sin embargo, y a juzgar por los datos, nada de todo lo anterior ha sido suficiente. "España es uno de los países con más despoblación en el entorno rural de toda Europa. Es el tercero, solo superado por Países Bajos y Malta".

"Pero si comparamos los tres en valores absolutos, la extensión de tierra despoblada en nuestro país es infinitamente más preocupante, porque tenemos un mapa en el que toda la población está concentrada en unas manchitas mínimas", comenta el dramaturgo y poeta Raúl Losánez que a partir de esa cruda realidad, y de los versos de José María Gabriel y Galán, reflexiona sobre la relación del hombre con la naturaleza en su última propuesta escénica, Aromas de soledad.

"El ser humano, a diferencia de otros animales, tiene la capacidad de intervenir en el entorno y modificarlo a su antojo –continúa–, y si no se busca un equilibrio en la relación entre su actividad y la propia naturaleza esa intervención puede arruinar el propio progreso y lo único que genera es una insatisfacción y una disociación entre lo uno y lo otro. Es decir, actúa tanto sobre él que al final imposibilita la vida en él".

Dirigida por Ana Contreras, la obra, que se estrena hoy en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, parte de otro gran olvidado como es Gabriel y Galán para hacer frente a esta paradoja.

Miguel de Unamuno le había dado a conocer en los inicios de su carrera en los círculos literarios y de él decía Emilia Pardo Bazán que era un autor "de exquisito sentimiento, hábil retórica y gran sentido artístico" que había logrado penetrar en el alma del pueblo como no lo había conseguido ningún otro poeta.

Nacido en el municipio salmantino de Frades de la Sierra en 1870, en el seno de una familia de labradores y ganaderos acomodados, el poeta, que vivió gran parte de su existencia también en Extremadura, tenía apenas 34 años cuando murió inesperadamente en 1905. Gozaba entonces de una gran popularidad.

"Era un poeta al que la gente analfabeta recitaba de memoria -comenta Losánez-. Yo provengo de una familia extremeña y pude ver cómo se emocionaban con sus versos. Y eso es posible porque se preocupó por ellos como no se habían preocupado otros poetas más burgueses, que vivían en un entorno urbano y que, por mucho que se interesasen por el pueblo, lo hacían desde una atalaya".

Maestro de formación, Gabriel y Galán había renunciado a su trabajo para poder administrar la finca familiar en el campo.

"Conocía todos los males y padecimientos de la gente humilde muy de cerca porque aquel era también su hábitat. Y fue, además, el primero en recoger el habla popular y dialectal de Extremadura, el castúo. En ese sentido, era bastante atrevido, moderno y transgresor. Con ello abrió la veda para sistematizar y estudiar mejor aquel dialecto".

Un mundo rural nada naíf

Con una mirada especial, capaz de captar la belleza de la naturaleza y poner en valor el sosiego, el salmantino fue todo un adelantado a su tiempo.

"Precisamente, según unas encuestas que leí mientras preparaba el libreto de esta función, el 70% de la población que vive en grandes ciudades hoy, si pudiese, viviría en un entorno más rural. El supuesto progreso se ha convertido en materialismo puro y eso nos está alienando y asfixiando, impidiendo que seamos felices", denuncia el dramaturgo.

Carmen del Valle en 'Aromas de soledad'. Foto: Esther Vázquez

Carmen del Valle en 'Aromas de soledad'. Foto: Esther Vázquez

"Hay una vuelta a la idea de buscar la satisfacción en otros lugares y, en este sentido, Gabriel y Galán tuvo una clarividencia fuera de lo común para vaticinar todos los males del hombre urbano actual. En sus poemas se ve una preocupación por el trasiego, rapidez y frenesí que rige la vida de la ciudad".

Para llevar todo esto a escena, Aromas de soledad es una obra simbólica, que privilegia la palabra poética y la emoción sobre la acción, como otras propuestas que le hemos visto a la compañía La Otra Arcadia.

La obra cuenta el viaje que hace una mujer madura hacia su propio pasado cuando ella –Carmen del Valle– llega a una alquería, una finca agrícola que perteneció a su familia, y recuerda su infancia y la relación que mantuvo con su padre –Jesús Noguero–.

Todo ello narrado por Nacho Vera, una especie de trovador que introduce a estos dos personajes y las escenas y que, además, se encargará de la música en directo. "Hay un juego permanente de salto de la realidad proponiendo un viaje imaginativo y emocional hacia el pasado".

Con Contreras al mando, la obra toma cuerpo escénico sin muchos elementos sobre las tablas mientras los personajes se van moviendo entre diferentes módulos de paja seca, creando diferentes entornos.

"Ana siempre busca lo mínimo para ayudar a contar y hacer esas postales, ese recorrido tan maravilloso y tan poético que logra. Y la proyección, los tonos y todo va dando una imagen de ese mundo rural. Como dice ella, lo que quiere es que el espectador respire, vea, escuche el campo mientras está viendo a estos dos personajes".

Con una mirada crítica también sobre el campo, "lo que tratamos de reflejar en esta función no es una visión naíf o buenista y simplista de la vida en el campo, diciendo que es maravillosa como si esto fuera Disney. Más bien es una visión muy crítica que reflexiona sobre qué hemos hecho con nuestro entorno, por qué lo hemos tratado tan mal y por qué hemos echado a perder toda esa belleza que tenemos abandonada".

Un viaje entre el pasado y el presente, el progreso y la tradición y lo urbano y lo rural que llenará el escenario hasta el 7 de diciembre.