José Sacristán en 'Caminando con Antonio Machado'. Foto: Teatro Fernán Gómez

José Sacristán en 'Caminando con Antonio Machado'. Foto: Teatro Fernán Gómez

Teatro

José Sacristán resucita a Antonio Machado en el teatro: "Todo lo que ocurre alrededor de él es terapéutico"

El veterano actor evoca los últimos versos del poeta de 'Campos de Castilla' en 'Caminando con Antonio Machado', en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.

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“De todo hace ya mucho tiempo”, dice José Sacristán (Chinchón, 1937) cuando rememora la primera vez que llevó a escena Caminando con Antonio Machado: “Sí, puede que fuera 2011. Esto empezó con Judith Jáuregui al piano y después estuvimos en Argentina con Facundo Ramírez, el hijo de Ariel Ramírez”.

Fue Juan Carlos Pérez de la Fuente, el director del Fernán Gómez, quien le lio en esta ocasión para presentarlo de nuevo en el teatro madrileño desde este jueves al domingo, 29 de junio. “Todo lo que ocurre alrededor de don Antonio Machado es bueno, terapéutico y saludable. Mi propuesta es una especie de resurrección del poeta para devolverle de los días de Colliure a su infancia”.

Pregunta. Le acompaña, en esta ocasión, la violonchelista Aurora Martínez. ¿Cómo han trabajado esta propuesta?

Respuesta. Pues ha habido que ir cambiando el repertorio según el acompañamiento. En el caso de Judith era todo más sinfónico y clásico. Con Facundo había cosas de su papá y otras suyas, y con Aurora pues acoplándolo, siempre dentro del espíritu de Machado, con lo que ella se sintiera más cómoda. 

»En cuanto al recorrido, no he pretendido un rigor académico, ni muchísimo menos, sino operar por impulsos. Hay tanto para escoger que he elegido aquellos pasajes –muy conocidos, otros no tanto–, que van informando del Machado más festivo, político o íntimo, el hombre que fue dejando el testimonio y la huella de su doloroso paso por el mundo.

P. Parece que el poeta le persigue... En abril fue el encargado de leer el discurso de ingreso de Machado en la RAE. ¿Cómo vivió aquel momento?

R. Fue un acojone total y absoluto dentro de la inmensa alegría por la satisfacción de que confiaran en mí para un menester como ese. Fue una de las cosas más felices que me han ocurrido en toda mi vida.

P. Un discurso que el propio Machado nunca pudo leer. ¿Qué destacaría de él?

R. Hacía una reflexión sobre la poesía arremetiendo contra el romanticismo y su singularidad o su encerramiento un poco en sí mismo. Pero me temo que puedo meter la pata si me pongo a pronunciarme como un experto en poesía, que no lo soy. La mirada de don Antonio remite siempre a una realidad, a una inmediatez, a algo que está ocurriendo y que se está viviendo. Esa era su interpretación y su discurso giraba sobre eso, la importancia de la relación con los demás.

P. Qué necesario es eso de tener en cuenta al otro, parece...

R. Joder, sí. Siempre lo ha sido, pero lamentablemente no mejoramos. Lo decía él: “el ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve”.

P. En ese sentido, ¿qué relevancia tienen las palabras y la propia figura de Machado hoy?

R. Total y absoluta. Es la mirada de un hombre de su tiempo que, desde la más absoluta honestidad –y el talento, naturalmente–, sigue siendo un referente en cuestiones morales y sobre integridad.

"El cine y la televisión ahora me gustan ya menos por las horas que hay que dedicar. En el teatro me siento mejor y más libre".

P. ¿Cómo cree que viviría él los tiempos actuales?

R. Yo confío en que tuviese por lo menos un espacio un poco mayor que la pensión en la que vivía en Segovia y tuviera aire acondicionado. No voy a ponerme erudito otra vez, pero imagino que hombres como Machado o Cervantes remiten, más allá de su talento, a lo humano. Está en Saramago y en Sampedro. Lo que permanece es una forma de entender la vida y nuestra relación con los demás que, por desgracia, está agredida todo el tiempo.

P. Tras el éxito de Señora de rojo sobre fondo gris, ha estado de gira con La colección de Juan Mayorga, de la que se acaba de despedir hace unos días. Ahora le veremos con Machado. ¿Cuesta bajarse de los escenarios?

R. Mientras la madre naturaleza vaya consintiendo, yo seguiré ahí. De momento, en octubre debuto en Avilés con un espectáculo sobre mi amigo Fernando Fernán Gómez, del que yo he hecho la adaptación.

P. ¿Y qué nos puede contar?

R. Es un monólogo. Ya hicimos una lectura dramatizada en el Fernán Gómez, el año en que Fernando hubiera cumplido 100 años. Ahora, he hecho una nueva adaptación, para contar su infancia, desde que nace hasta que cumple 24 años, con sus primeras películas. Cuento un poco aquella España, que tiene mucho de Baroja y de Galdós. Las pensiones, figuras como su abuela, su madre, los colegios... Es esa parte de su vida que no conoce nadie.

José Sacristán en Caminando con Machado. Foto: Carlos Furman

José Sacristán en Caminando con Machado. Foto: Carlos Furman

P. En La colección su personaje buscaba a alguien que se quedara con su herencia. ¿Cuál es el legado escénico que le gustaría dejar a usted?

R. Le contesto con una anécdota muy graciosa que me pasó haciendo Señora de rojo sobre fondo gris en Tarifa. A mí me gusta mucho pasear después de la función y un día dos muchachos de treinta y tantos me miran y uno me reconoce, felicísimo, y me dice: “Usted es el que hacía reír en las películas antiguas”. Ya tengo epitafio. Pero no, no quiero, no pretendo... Me gano la vida con esto y procuro hacerlo lo mejor que puedo. Y si algo queda, que sea el haber sido de alguna utilidad a los que han venido a verme.

Un pulso con Marlon Brando

P. Pues lo dicho: que ahí sigue, sobre las tablas, para felicidad de sus muchos fans. No sé si como espectador también es asiduo a los teatros o a los cines...

R. Soy más espectador de cine. De hecho, mi sueño era tener un cine en casa. Pero no hago distinciones por género. En el teatro, igual, no tengo preferencias. Donde quiera que se me ofrezca trabajo, ahí he acudido y seguiré acudiendo. Ahora, el cine y la televisión ya me gustan menos por la cantidad de horas que hay que dedicarle. En el teatro me siento mejor, más libre y más cómodo.

P. ¿Y no es más cansado por eso de tener que hacer gira?

R. No, esto ahora es de señoritos. Al menos yo pongo mis condiciones y se me aceptan. Perdón si es un acto de soberbia, pero presumo, y agradezco, de la fidelidad de un número de personas que van a verme y me permiten elegir lo que quiero hacer. Eso me permite también manejar mi trabajo en los tempos que a mí me parecen.

P. En 2024 hizo su última película, Escape, de Rodrigo Cortés. ¿Eso quiere decir que no le volveremos a ver en cine?

R. Va a ser difícil porque yo ya no quiero madrugar ni pasar frío en invierno o calor en verano en los exteriores. Cuando viene alguien y me dice “exterior, noche, fuera”, ya no leo más. Amo y respeto profundamente a la cámara, pero ya no dispongo de ese tiempo.

P. ¿Le queda alguna cuenta pendiente, tal vez?

R. No, no. Me hubiera gustado echarle un pulso a Marlon Brando, pero ya no tengo la fijación de un Rey Lear. He trabajado con gente estupenda y no tengo una espina clavada.

P. Hace poco contaba que para usted actuar era ese querer ser otro. ¿Quién es José Sacristán cuando no actúa?

R. Yo me llevo bien conmigo, con mis propios defectos, torpezas y necedades, por supuesto. Pero me reconozco en mis limitaciones. Cuando no interpreto, no tengo mayor problema en quedar conmigo a cualquier hora para cualquier circunstancia. Incluso cuando miro para atrás y recuerdo cosas. Me importa saber de dónde vengo, cuidarlo y respetarlo.

P. Una importante lección...

R. Yo creo que sí, es importante saber de dónde se viene, no olvidarlo, para saber a dónde coño se va.