Juan Echanove en 'Ser o no ser'. Foto: Sergio Parra

Juan Echanove en 'Ser o no ser'. Foto: Sergio Parra

Teatro

'Ser o no ser', comedia contra Hitler y... Putin

Juan Echanove dirige y protagoniza una versión escénica del clásico de Ernst Lubitsch en el Teatro La Latina a partir del próximo jueves 17, un vodevil trepidante y rocambolesco 

17 marzo, 2022 03:29

Confiesa Juan Echanove que anda algo mosqueado con ciertas sincronías entre su carrera profesional y algunos acontecimientos traumáticos de la historia reciente. Cuando hizo La asamblea de las mujeres de Aristófanes en 2015 la crisis griega cobró un relieve apocalíptico. Mientras que en este 2022, justo antes de estrenar en el Teatro Palacio Valdés de Avilés (el pasado día 4), Ser o no ser, la versión teatral de la película de Lubitsch, Putin ordenó invadir a sangre y fuego Ucrania. Un atropello salvaje de la soberanía de un país que ha remitido al zarpazo nazi sobre Polonia de 1939, precisamente el capítulo histórico en el que se enmarca la trama.

El argumento, como saben, lo protagoniza una compañía polaca que debe ensayar en un sótano para protegerse de los bombardeos. Pero, lejos de permanecer escondidos en ese reducto seguro, sus integrantes toman partido en el escenario bélico para evitar que los invasores decapiten a la resistencia polaca. Es pues una parábola del poder de intervención del teatro en la realidad. Contado así, y teniendo en cuenta que la cinta se estrenó en 1942, con las hostilidades en alto, el tono apropiado debería haber sido el de un drama histórico con tintes del suspense típico del género de espías. Pero la originalidad (y la osadía) de Lubitsch fue confeccionar un vodevil que activaba el mecanismo de la risa sin renunciar a lecturas de mayor hondura.

Ese mecanismo es el quería también liberar Echanove tras meterse en la piel de dictador Trujillo en La fiesta del chivo, el retrato de Vargas Llosa sobre la dictadura dominicana y su siniestro timonel, que Carlos Saura, en un paréntesis de sus quehaceres fílmicos, sintetizó sobre las tablas. Sentía el popular actor, que ya habitó los avernos interiores de otro tirano más familiar (Franco en Madregilda), que la sociedad, baqueteada por la pandemia, estaba falta de humor inteligente. Por eso se lanzó sin dudarlo sobre el clásico de Lubitsch. Con tanto ahínco que, aparte de encabezar un elenco en el que figuran cómplices habituales suyos como Lucía Quintana, Eugenio Villota y David Pinilla, ha decidido tomar las riendas de la puesta en escena como director, una función que ya ejerció en Visitando al señor Green (2005) y Conversaciones con mamá (2013).

“Estar en el alambre es lo que me motiva del teatro. vivir algo que me remueva las tripas”. Echanove

No es tarea fácil ese desdoblamiento y le ha tenido bastante agobiado en las semanas previas al estreno. Pero un obseso del teatro como él, que en los últimos años forjó un sólido tándem con Gerardo Vera (armaron juntos montajes tan ambiciosos como Sueños de Quevedo y Los hermanos Karamazov de Dostoievski), dota de sentido a la vida encabalgando retos así. “Colocarme en el alambre es lo que de verdad me motiva del teatro. Embarcarme en algo que me remueva las tripas: ahí es cuando realmente soy yo”, apunta a El Cultural. En los próximos meses (se prevé una larga gira) encarnará a Josef Tura, el dueño y primer actor de la troupe cercada en Varsovia que se pone manos a la obra –nunca mejor dicho– para darle una larga cambiada a la Gestapo y poder huir a Inglaterra, no sin antes salvar a los heroicos polacos que sabotean el dominio nacionalsocialista sobre su suelo.

Seductora, vanidosa y valiente

Pero en esa hora crucial para el devenir histórico de su país y de toda la humanidad al pobre Josef se le cruza el devaneo de su mujer, María, primera actriz de la compañía, con Sobinski (Nicolás Illoro), un apuesto aviador. Los celos le carcomen y el enredo íntimo se enreda a su vez con el plan antihitleriano de los cómicos. El entrelazamiento de ambos planos comforma el cimiento humorístico del guion cinematográfico, trasvasado al teatro por Bernardo Sánchez Salas. Quintana es la seductora, vanidosa y valiente María, capaz de meterse en la boca del lobo nazi para salvar la dignidad de su pueblo.

Quintana se mantiene embutida en los elegantes abrigos y vestidos que gasta María pero el resto de compañeros vive durante la función un frenesí camaleónico. Seis actores (completan el reparto Gabriel Garbisu y Ángel Burgos) se reparten una treintena de personajes, lo que provoca en camerinos un trajín de cambios de ropas y complementos: gafas, gorras, barbas postizas… Acelerados movimientos al servicio del engranaje de una comedia redonda (“No se puede hacer otra mejor”, afirma el filósofo Slavoj Zizek) y con un mensaje de fondo, que, como concluye la propia Quintana, “habla de coraje, de solidaridad, de generosidad y de intentar hacer frente a la barbarie”. Oportunísima pues.

La audacia de Lubitsch

Natalia Menéndez, a la pregunta de cuál es la película que más veces ha visto de nuestro cuestionario Esto es lo último, contestaba, segura, Ser o no ser. Es una historia amada por el gremio de los cómicos, porque retrata con ojo clínico sus debilidades (sobre todo el ansia de focos y aplausos) y una de sus usuales grandezas: comprometerse a través de su oficio con la realidad circundante. El título (más teatral imposible) es un guiño a Hamlet, obra que está representando en la Varsovia humillada por los nazis la compañía del matrimonio Tura, cuyos cónyuges se pelean por cada milímetro de protagonismo en la cartelera. Lubitsch se la jugó al abordar una guerra con humor. En el corto plazo no le salió gratis. No fueron pocos los que repudiaron su atrevimiento. Pero en el medio y el largo se impuso por este mismo motivo, aparte de por la fineza a la hora de cincelar personajes y la sabia artesanía con que teje los enredos de la trama. Para verla, en fin, con gusto y provecho, una decena de veces en la vida.