Image: La Zaranda, a la libertad por la metafísica

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Teatro

La Zaranda, a la libertad por la metafísica

7 noviembre, 2014 01:00

Los personajes de El grito en el cielo rompen las cadenas de la enfermedad. Foto: Víctor Iglesias.

Un geriátrico, el sueño, la enfermedad y el alma a la intemperie. La Zaranda vuelve a hacer teatro en carne viva con El grito en el cielo, un texto de Eusebio Calonge que llega este sábado, 8, al Festival Temporada Alta con la energía, la fuerza y la ironía de la compañía jerezana.

La Zaranda ha decidido celebrar sus casi 40 años de historia plantándole cara "a este mundo deshumanizado y de cada vez menos capacidad para la trascendencia" con un nuevo montaje, El grito en el cielo, que estrenará mañana en Temporada Alta después de pasar por la Bienal de Venecia de Álex Rigola. Tras El régimen del pienso, la compañía andaluza da continuidad a una forma irónica y descarnada de denunciar "esta civilización meramente tecnológica" que solo valora lo que es útil para su perverso engranaje. Al frente, el "equipo médico" habitual, Paco de la Zaranda como director y Eusebio Calonge, autor de un texto que sitúa la acción en un geriátrico, a la vez metáfora del destino que se cierne sobre nuestro futuro y tablero desde el que nos aproximamos a la vejez, la decrepitud y la muerte. "Parece -explica Calonge a El Cultural- que se trata de morir como se vive: sin sentirlo. Sedados, narcotizados por todos los juguetitos tecnológicos que nos rodean". Todo, eso sí, al más puro estilo Zaranda.

"Nuestros montajes surgen de la memoria de la vida, de lo que llamamos experiencia -tercia Paco de la Zaranda-. La obra de arte es un misterio que alumbra lo invisible que está en nosotros. De la búsqueda de ese misterio surge nuestro teatro. Por eso, al hablar de creación teatral, nunca sé dónde acaba la razón y comienza lo inexplicable". Una razón que se muestra aquí en carne viva, sin subterfugios ni concesiones. Cuatro carros de cargas de lavandería y algunas toallas resultan suficientes para dar vida a los diferentes espacios y atmósferas de El grito en el cielo. Sedación paliativa, tratamientos, sesiones de rehabilitación y terapias consumen el ocaso de unos personajes interpretados por Celia Bermejo, Enrique Bustos, Gaspar Campuzano, Iosune Onraita y Francisco Sánchez. De esas vidas reducidas a mecanismos orgánicos sobrevive aún su capacidad para soñar. Por eso algunos de los habitantes de este peculiar infierno deciden escapar de la defunción certificada y emprender un arriesgado viaje hacia la libertad perdida. Según Calonge, la obra habla de cómo se persigue hasta el final la idea de que no todo acabe reducido a cenizas: "En una sociedad ciegamente materialista surge este grito. María Zambrano decía que el grito sale del alma, es el alma. Hablamos, pues, del alma, que en el arte actual ha sido transformada en una agitación epidérmica".

Paco de la Zaranda señala al hombre en particular como destino de sus propuestas, en concreto a su dignidad y trascendencia: "La Zaranda nunca trata al público como masa. Nos dirigimos a cada uno de los espectadores, a su conciencia, para comunicarnos con cada hombre y hacerle reflexionar. En el silencio de cada uno de ellos está la respuesta. Queremos devolver la metafísica a la calle, rescatar un publico amigo de la verdad sincera, de la belleza sincera". Quizá por todo eso La Zaranda siempre ha estado ahí, como Teatro Inestable de Andalucía La Baja. En la cuerda floja pero en la más auténtica pomada teatral. "Nunca hemos tenido un proyecto escénico -precisa Calonge-. Siempre hemos estado a punto de desaparecer. Hemos hecho cada obra como si hubiese sido la última. Ahora no es una excepción. Sin embargo, siempre se ha producido el milagro. Hace algunas décadas fue América, ahora aquí también vamos teniendo un público, no mayoritario pero sí el mejor orientado por su incondicionalidad".

El tema del confinamiento, la enfermedad y la locura es una constante en el teatro. A ráfagas, El grito en el cielo recuerda al clásico Marat-Sade de Peter Weiss pero para el autor y dramaturgo de cabecera de La Zaranda desde 1985 esta obra camina por otros derroteros: "La vida como manicomio es un argumento muy antiguo, ya estaba en nuestros autos sacramentales. Weiss ve también el mundo bajo esta metáfora. Yo trabajé con ella en Futuros difuntos pero El grito... es de alguna manera más metafísica, sus interrogantes no se quedan en este lado del horizonte". Horizonte que Colange utiliza para denunciar la situación que vive cierto tipo de teatro en España: "El teatro de creación no interesa. Las compañías que están interesadas en un teatro de ahora, que no hacen repertorio sino que se arriesgan a crear un lenguaje propio no interesan. Están intentando exterminarlas comunidad por comunidad".