Teatro

¡Vaya embrollo de obra!

El teatro Pavón de Madrid abre su temporada con Don Gil de las calzas verdes

28 septiembre, 2006 02:00

Montse Díez en Don Gil. Foto: Ros Ribas

El Tirso más inspirado regresa a la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Don Gil de las calzas verdes, representado por la Compañía en 1994, ha sido ahora dirigido por Eduardo Vasco, quien lo ha vestido con figurines de Caprile.

La puesta en escena de la obra supone la recuperación de una de las cumbres, sino la cima, de la comedia de enredo, con sus líos de argumento y personajes, disfraces e imposturas, ingenio y frescura. Como demuestra con esta obra escrita en 1615, Tirso dominaba muy bien el género. Don Gil de las calzas verdes la escribió poco tiempo después de haber sido amonestado por su orden, que le llevó al retiro en Aragón y, posteriormente, al continente americano al año siguiente. Aunque sus mayores conflictos con las autoridades llegarían un decenio más tarde por escribir "profanas comedias" que le conducirían a la reclusión en un monasterio de Cuenca.

Don Gil ... tiene que ver con esos problemas. El fraile mercedario inicia la obra con el ultraje a una joven dama de Valladolid. El caballero con el que se va a casar huye de ella y de la ciudad para desplazarse a Madrid, la nueva corte donde espera hacer fortuna y encontrar un matrimonio más ventajoso. Frente a la reacción más clásica, la de la tragedia que implicaría la venganza por el padre del honor mancillado de su hija o la reclusión en un convento de la doncella, Tirso opta por tejer una comedia cuyo protagonismo recae en la dama, que viaja a la capital para encontrar a su prometido y hacerle reparar la afrenta. El autor convierte la nueva corte en la capital del enredo. Transforma a Doña Juana, -interpretada por Montse Díez- en un hombre y también en una segunda mujer que se cuela en la casa de la novia de su prometido, Doña Inés (Pepa Pedroche). La reconquista de su hombre (Toni Misó) convierten a Doña Juana en una especie de anticipada apelación feminista, que actúa al margen de cualquier cortapisa social. Otra de las cualidades de la obra es el retrato que su autor hace de las mujeres como "unos seres fascinantes, capaces casi de cualquier cosa, que él parece comprender y que humaniza y respeta", explica Eduardo Vasco. A diferencia del montaje que dirigió Marsillach con escenografía de Cytrynowski y Adriana Ozores de protagonista, Vasco casi ha prescindido del aparato escénico para apoyarse en unos vistosos figurines del modisto Lorenzo Caprile.