Image: Recuerdos del Mahabharata

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Teatro

Recuerdos del Mahabharata

por Pilar de Yzaguirre

19 junio, 2003 02:00

Brook con Yzaguirre en Aviñón

El 8 de octubre de 1985 se hizo realidad uno de mis más antiguos sueños: Presentar en Madrid un espectáculo de Peter Brook. Nada me puede complacer más que recordar ahora, 18 años más tarde, el complejo camino que tuvimos que recorrer para que Mahabharata pudiera estar en el Festival de Otoño. La historia comienza en diciembre de 1984. Con motivo de mi visita al Festival d’Automne de París donde conocí a Michel Guy, su director. Michel me habló del Mahabharata de Brook y de Jean Claude Carrière, autor del texto. A partir de ese momento no paré de darle vueltas a la forma en que podía conseguir que Madrid disfrutase de este acontecimiento. Tras un fugaz encuentro con Brook y con su encargada de asuntos económicos, Micheline Rozan, acordamos que yo escribiría una carta oficial solicitando el Mahabharata y que ellos me responderían dándome todos los detalles. Así fue y al recibo de sus noticias me tropecé con los dos primeros obstáculos: Por una parte, no era posible presentar Mahabharata en Madrid porque no disponíamos -y seguimos sin tenerlos- de espacios en grandes naves preparadas para acoger montajes de carácter excepcional. Por otra, había que adelantar una importante suma de dinero, cosa imposible por ser la Comunidad de Madrid un organismo oficial. Llena de desaliento, tuve la sensación de estar dándome contra un muro. Afortunadamente, el entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, pudo resolver el segundo problema. En cuanto al primer problema, corrió de mi cuenta. Buscando y rebuscando di con los estudios Samuel Bronston sitos en la Avenida de Burgos. Allí había tres espacios diferentes, el mayor de los cuales estaba ya alquilado por Emiliano Piedra. El alquiler de los otros dos estaba apalabrado por el productor Andrés Vicente Gómez. Recurrí a mi muy querida amiga Carmen Rico Godoy, pareja por entonces de Andrés, y les supliqué que retrasasen veinte días el rodaje de su película. Los dos espacios disponibles tenían que unirse en uno solo para cumplir los requisitos técnicos de la obra y había que montar un graderío para el público. Cuando los técnicos inspeccionaron el local surgieron grietas por todos lados, o sea, más gastos. Por si fuera poco, en el contrato que firmamos con la compañía tuvimos que aceptar un precio muy alto, cuya cuantía se nos justificó introduciendo una cláusula de exclusividad para España. De este modo (así nos lo dijeron) todo aquel que quisiera ver Mahabharata tendría que ir a Madrid. Pero mira por donde, Rozan consiguió, sin contar conmigo, que Barcelona se uniese a la gira. Naturalmente, en cuanto lo supimos pusimos el grito en el cielo invocando la famosa cláusula. Los franceses, con gran habilidad, dirigieron una carta a María Aurelia Capmany, Concejala de Cultura de Barcelona, en la que le decían que Madrid no autorizaba la representación en Barcelona. Llena de ira, María Aurelia escribió a mis políticos poco menos que tachándome de anticatalanista. Al final nos bajaron el precio y el espectáculo se vio también allí.

Llegó el estreno y todo quedó olvidado. Mahabharata iluminó Madrid. El público se agolpaba en las taquillas pese al elevado precio de las localidades. Muy a última hora se nos avisó que la Reina asistiría y hubo que improvisar unos asientos. Apareció el gobierno casi en pleno, recuerdo a Javier Solana sentado en la escalera de la grada.

La obra duró diez horas y media y al acabar nadie se movió de su sitio. Provocó una admiración general sin límites, inimaginable. Arte, puro arte. Como he dicho, mi primera entrevista con Brook tuvo lugar en París. Es de apariencia muy sencilla, recuerdo que vestía de blanco con unos ropajes de estilo indio. Semblante muy sugestivo, amable siempre, media sonrisa, ojos azul Picasso intensos, penetrantes, bellísimos, destacando sobre todos los demás rasgos. Se deslizaba por la sala con una gran suavidad. Pronto descubrí que bajo su apariencia de seda se ocultaban dos cosas, una gran sabiduría y una voluntad de hierro. Desde el primer momento en que se cruzaron nuestras miradas quedé como tocada de muerte y sentí una fortísima necesidad de darlo a conocer en mi país. Al día siguiente del estreno de Mahabharata en Madrid me llamó Carmen Romero entusiasmada. Felipe González quería comer con Brook y allá que fuimos a Moncloa. Peter nos confesó que llevaba diez años preparando su espectáculo. Se habló de política y se habló de arte, todo a gran altura. La huella que dejó en Madrid perdura todavía en la mente de muchos.