Image: Ignacio del Moral

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Teatro

Ignacio del Moral

“Dejas de ser autor joven para ser de alto riesgo”

7 noviembre, 2002 01:00

Ignacio del Moral. Foto: Mercedes Rodríguez

Lo suyo es el teatro pero vive de las series de televisión -El comisario- y ha hecho alguna incursión en el cine -es coguionista de Los lunes al sol-. Desde que en 1982 publicó su primer texto, Ignacio del Moral ha venido escribiendo un par de obras al año jugando con distintos estilos, aunque su teatro se decante claramente por lo social. Ahora prepara sus próximos estrenos: La noche de Sabina y Osezzznos.

Aunque Ignacio del Moral (San Sebastián, 1957) no es amigo de adscripciones generacionales sí comparte con autores como Ernesto Caballero, Paloma Pedrero o Alfonso Armada no sólo la edad, también un teatro que se inspira en lo social y que, en su caso, ha alcanzado un grado de madurez no apreciado lo suficiente como para poder verlo escenificado. Frente a la corriente teatral imperante, la llamada nueva dramaturgia que prefiere investigar sobre aspectos formales del texto, Ignacio del Moral defiende obras cerradas, con trama, con personajes cargados de significaciones, de diálogos ágiles, irónicos, divertidos; obras ambientadas en escenarios reales pero inverosímiles, misteriosos, desde los que nos habla de asuntos del mundo que le preocupan. él dice que escribe para el público, y por eso pretende un teatro que reflexione sobre la realidad pero que también divierta. Tiene comedias comerciales y otras que hacen enmudecer. Rey negro, La mirada del hombre oscuro y Sabina y las brujas (o la noche de Sabina) son de lo mejorcito de su obra.

-Su éxito en el cine le estará ayudando en su carrera teatral.
-Pues no. A estas alturas de mi carrera no he conseguido superar mi descontento con el teatro. Recientemente, la productora Pentación me propuso montar una comedia comercial, que iba a ser dirigida por Verónica Forqué. Todo quedó en nada. Y luego, con Ernesto Caballero, que ha dirigido varias obras mías, llevamos tiempo intentando montar Osezzznos, una antigua obrita mía que he revisado y para la que contábamos con un reparto de jóvenes actores como Fernando Cabezas y otros dos de la película de Barrio. La estrenaremos por fin en enero pero a estas alturas de mi carrera y con una ficha técnica como la que le he dicho, los productores y los programadores nos dicen que antes de programar nuestra obra tienen que verla. O sea, que te ves obligado a producir tu obra.

-¿Cómo es posible entonces que siga haciendo teatro?
-Yo me sigo considerando un hombre de teatro que se gana la vida con la televisión. Cuando pierdes tu aureola de autor joven te conviertes en un autor de alto riesgo. Veo que no hay manera de seguir una trayectoria coherente. Cuando empecé tuve bastante suerte. Estaba el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas y representaron Rey negro, que tuvo su eco. Pero luego, como no seas empresario de tus obras, te quedas sin cancha. Además, yo tuve pronto responsabilidades familiares, así que me tuve que ganar la vida con la televisión. Perdida la juventud, no hay forma de acabar con la muletilla de que eres un autor malogrado.

-¿No será también que los autores se olvidan del público?
-El refugio hoy de los autores son las subvenciones, de forma que la respuesta del público no es lo que se pretende. Son muy pocos los autores cuyo objetivo sea llenar los teatros y cualquiera que lo diga cae en el descrédito.

Eliminar lenguaje
-El otro día oí cómo una directora se quejaba de la escritura viciada de los autores de teatro dedicados también a los guiones de televisión.
-En general, el director actual cuando coge una obra lo primero que hace es eliminar lenguaje. Actualmente, la puesta en escena potencia más el aspecto visual que la parte verbal. Así que los directores pueden tener quejas por muchas razones pero no por la calidad de la escritura. Lo que pasa es que el texto que actualmente gusta a los directores es una dramaturgia muy pactada con los autores, muy abierta, porosa, con recovecos que ellos pueden rellenar con puesta en escena. Sin embargo, el texto de televisión se parece más al teatro realista, hay más información y no pide una complementación pues la dirección debe limitarse a hacer lo que dice el texto. Algunos lo llaman texto televisivo, yo a eso le llamo teatro dramático. Curiosamente, es más teatro de imágenes el que se escribe ahora que los guiones de televisión.

-Cuando habla de esos textos pactados ¿se refiere a la nueva dramaturgia promovida por José Sanchis Sinisterra?
-Sí. Sinisterra me parece un gran maestro e incluso creo que tiene muchas obras que no son así. Pero la corriente que lidera se ha convertido en principal gracias a los directores, que encuentran en esos textos un terreno ideal para complementar la autoría. Es una dramaturgia pretexto, para ser dirigida y para mí ahí esta la clave que explica su éxito: ha venido de la mano de los directores. Además, yo creo que estos autores de la nueva dramaturgia han llegado a un callejón sin salida. En sus obras no hay trama, no hay personajes, no hay dramaticidad. Hay un juego que para mí es un interesante aporte a la trama, pero no se puede tomar la parte por el todo, no puedes convertir esos elementos que sirven para enriquecer la trama en la esencia misma de la obra. Corren el riesgo de repetirse. Es lo que ya les pasa.

Periódicos, fuente de inspiración
-Usted tiene una obra en el estilo de estos autores: Fugadas.
-Sí, la escribí como un experimento, como un recurso dramático. Luego tengo otra de este estilo, de éstas de Mujer 1, Hombre 2: Páginas arrancadas.

-Parece que le gusta jugar con los estilos. Algo de sainete fantástico tiene Sabina y las brujas (o la noche de Sabina) mientras que con La mirada del hombre oscuro se anticipó a un tema que hoy ocupa las páginas de los periódicos: la inmigración ilegal.
-Sí. La noche de Sabina es una comedia que me encanta y que se estrena en diciembre como musical en Canarias, producida por el Cabildo Insular. Y respecto a La mirada... luego se hizo la versión cinematográfica, Bwana. Es una de las que más me gustan, junto con Rey negro.

-Los periódicos son una continua fuente de inspiración. Pero el teatro y la actualidad no sé por qué extraña razón no casan bien.
-Sí, guardo recortes de noticias que me sorprenden. Por ejemplo, Rey negro fue fruto de una entrevista que leí en El Mundo que me dejó alucinado. Mientras sucedía el horror de Ruanda, entrevistaron en Estados Unidos a un rey ruandés que vivía en la miseria pero mantiendo su dignidad. Eso me inspiró la obra. Y desde luego, no hay que confundir actualidad con realismo. éste es un debate que suelo tener con los que defienden un teatro no conflictivo, que quizá tenga una implicación filosófica que yo no llego a desentrañar. Milito en un teatro de reflexión sobre la realidad, que intenta buscar una comunicación con el público sobre temas que están ahí.

-Y siendo usted un autor que se inspira en la realidad, ¿cómo es que todavía no le ha hincado el diente al tema ETA?
-Bueno, hay una especie de cobardía de doble filo. Podría decir que por miedo a que me vayan a matar, pero no creo que vayan a venir a por un autor de fuera del País Vasco. Pero hay otro temor más sutil y que refleja una mayor cobardía, es el de ser malinterpretado, que puedan tomarme por lo que no soy, y de ser capitalizado por sectores con los que no soy afín ideológicamente.

-Algunos intelectuales han superado esos prejuicios pues los asesinos no distinguen ideologías, sólo la suya. Hablo de Fernando Savater y ¡Basta ya!
-Yo le admiro, pero creo que para eso hace falta una coherencia de pensamiento que no necesita del grupo para afirmarse y un valor cívico que esté por encima de la necesidad de demostrar permanentemente que se pertenece a uno u otro lado. El enorme sectarismo de nuestra democracia tiene aquí una trágica manifestación y conste que, lamentablemente, yo aún estoy luchando contra esa falta de valor. Mucha gente de mi generación que procede y está en la izquierda, en la que me incluyo, está presa del qué dirán, tiene un lastre ideológico para pronunciarse con independencia y no ha sido capaz de emanciparse de sus ideales. Mi generación está presa de unos esquemas y cuesta desplazarnos a otras posiciones por miedo a que crean que hemos cambiado.