Image: Directo al corazón

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Teatro

Directo al corazón

Portaceli dirige un texto de Fassbinder

28 junio, 2000 02:00

Un joven marroquí y una mujer madura se enamoran pero el rechazo que los demás les profesan impide que su relación sobreviva. Este es el conflicto de Miedo, comerse el alma, un texto de R.W. Fassbinder que se estrena en la Nou Tantarantana de Barcelona el 5 de julio.

Carme Portaceli se mantiene fiel a un determinado teatro que pese a haber abarcado los clásicos —de Shakespeare a Marivaux— se centra en la dramaturgia centroeuropea del siglo XX: Koltés, Botho Strauss, Tabori sin excluir al británico Pinter… También su fidelidad se mantiene a una compañía de actores y colaboradores, la de la sala barcelonesa Nou Tantarantana, donde el próximo 5 de julio estrenará su primer Fassbinder: Por, menjar-se l’ànima (Miedo, comerse el alma), un texto que reflexiona sobre la xenofobia.

"Hay muchos tipos de xenofobia", explica Portaceli, "y a menudo nos limitamos a hablar de racismo, que es lo más fácil. Pero hay xenofobia en todo aquello que la sociedad mira mal. La sociedad ve mal, por ejemplo, que un marroquí se enamore de una mujer blanca. Pero también que una mujer madura lo haga de un hombre de quince años más joven que ella. De ambas cosas se habla en este montaje, y ambas cosas suceden en la calle todos los días".

En efecto, la pieza de Fassbinder narra el encuentro entre una madura mujer alemana y un joven marroquí, dos seres marginados y solitarios que se sienten atraídos mutuamente. En la primera parte de la obra, el rechazo que les profesan los demás les servirá para fortalecer su unión; en la segunda parte, sin embargo, el rechazo nace en ellos mismos, que llegarán a aborrecerse por los motivos que antes esgrimieron los extraños. "Me gusta decir lo que decía Walt Whitman", sigue Portaceli: "Como ciudadana, me preocupo por lo mismo que mis conciudadanos. Por eso me interesa este texto. Y por eso, supongo, me interesan otros autores del siglo XX, que ya he montado o montaré. Me gusta lo que cuentan, quiero sentirme bien tratando de entenderles, no quiero ser un estorbo cuando se los explique al espectador… En definitiva, me siento bien en su compañía. En ese sentido, está claro por qué monto a Fassbinder. Es una compañía fantástica".

Primero fue película

Para ilustrar la sencillez y la inmediatez del texto, su directora se vale de una hermosa metáfora: "Es simple y directo al corazón. Cuando te enfrentas a el te sientes como quien coge la flecha, tensa el arco, apunta, suelta… y acierta en ladiana. Fassbinder no se preocupó aquí de ser sutil. Sólo quería ir directo al corazón".

Rainer W. Fassbinder escribió Miedo, comerse el alma en 1974 y más tarde dirigió su adaptación a la gran pantalla, que se estrenó bajo el título Angst essen Seele auf -en nuestro país se tituló Todos le llamaban Alí-. Hoy es considerada no sólo una pieza clave para entender la vasta filmografía de su autor, también como una de las mejores películas del "nuevo cine" alemán. Con motivo del estreno cinematográfico, dijo Fassbinder que se trataba de una película "sobre un amor imposible, pero del que aún cabe una posibilidad".

Para la adaptación catalana del texto -que ha corrido a cargo de los traductores Ramón Farrés y Theres Moser- Portaceli ha elegido un reparto formado, en su mayoría, por intérpretes fieles a su forma de trabajar, como Pepa López, Lluïsa Castell, David Bagés, Laura Jou o Gabriela Flores. "Considero algo elemental una cierta fidelidad entre los integrantes de la compañía. Creo plenamente en las compañías estables precisamente por ese motivo, porque sólo en ella crece de verdad el trabajo y la personalidad de cada uno. Aunque hoy en día es difícil mantener una compañía estable, más aún en una sala alternativa como la del Nou Tantarantana. Si esta gente trabaja conmigo es, desde luego, porque le interesa hacerlo. Igual que a mí con ellos", dice la directora. Sólo un miembro del reparto, el valenciano Nacho Fresneda se estrena a las órdenes de Portaceli. Para el espacio escénico, ideado por Paco Azorín, se ha elegido una suerte de alegoría de la peor cara de la curiosidad: un escenario lleno de ventanas, por las que constantemente se asoman personajes que miran, en silencio.

Se trata, en última instancia, "de salir del teatro con la mochila llena", dice la directora. "No me gusta ir al cine y olvidar la película que he visto en cuanto piso la calle. Es mala señal. En teatro, busco lo mismo. Entretenimiento con mayúsculas, como diría Brecht. Y que quede claro que pasárselo bien no significa sólo reír, también llorar. Se trata de que te emocione lo que te están contando, que tu mente esté en funcionamiento. Eso es todo".

La oferta de la actual edición del Festival Grec posibilitará que este espectáculo pueda verse en la sala alternatva hasta la primera semana de agosto.