En el asunto de las sinfonías de Haydn, Frans Bröggen es un maestro del que no se puede prescindir. Hay muchas formas de acercarse a estas partituras, pequeñas de volumen y grandísimas por su carga musical, y ninguna garantiza nada. Use uno instrumentos antiguos o actuales, aplique uno criterios estilísticos arcaizantes, románticos o modernos, al final, la batuta queda igual de desnuda ante la verdad musical neta que Haydn exige violentamente en cada frase.

Bröggen usa instrumentos antiguos y busca un sonido de época, pero no exagera en nada y pone por encima de la lógica musicológica la lógica musical. Así, las sinfonías 88 y 89 le suenan naturalísimas, sus tempos parecen los evidentes y sus gestos de fraseo los acepta el oído a la primera. Muy expresivos los movimientos lentos, deliciosos los minuetos, clarísimos los movimientos-sonata. Su Orquesta del siglo XVIII da un sonido increíblemente bueno que sólo se empieza a comprender al comprobar la calidad de los cuatro solistas de la Sinfonía concertante.