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Ópera

Ópera: las 10 grandes apuestas de la temporada

El género lírico contraataca tras la pandemia con montajes de obras de Prokófiev y Luis de Pablo en el Real, la Trilogía de Mozart y Da Ponte en el Liceo, Verdi en el Palau de les Arts y Debussy en la Maestranza

27 septiembre, 2021 08:58

El ángel de fuego

Teatro Real

'El ángel de fuego'. Foto: Monika Rittershaus

Sin duda es una de las grandes novedades de la temporada. Una obra poderosa, que el propio Prokófiev consideraba como la mejor de sus óperas. Posesiones diabólicas, ritos exorcistas, histerias, alegorías, visiones angélicas, obsesiones… No es raro por todo ello que el estreno no pudiera llevarse a cabo en el momento en el que la ópera, comenzada en América en 1920 y terminada en Alemania en 1926, quedó lista y rematada. El estreno de la versión escénica tendría lugar en La Fenice de Venecia en 1955. La firmeza de la escritura, el fantasioso manejo de las voces, la soberana arquitectura teatral y la fabulosa orquestación quedarían patentes desde ese momento. La composición aparece dominada por dos temas fundamentales asociados al personaje central de Renata. Para dar forma a este intrincado panorama se necesita una batuta segura, flexible para alumbrar los numerosos claroscuros que alimentan la historia y que ofrezca de primera mano toda la sustancia dramática que poseen los proteicos pentagramas. La de Gustavo Gimeno, director en pleno ascenso, está dotada para ello. Y cuenta con un equipo de garantías dominado en lo escénico por la fantasía de Calixto Bieito, amante de estas aventuras colosales y que ambienta la acción en los años 50. Se cuenta con dos excelentes sopranos protagonistas: Ausrine Stundyte y Elena Popovskaya, estrellas de los dos repartos alternativos.

Trilogía Da Ponte

Liceo

'Cosí fan tutte', de la Trilogía Da Ponte de Mozart. Foto: Mats Bäcker

Buena idea la de representar las tres óperas, Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Così fan tutte, en jornadas sucesivas. Una apuesta brillante llevada a cabo por el director de escena Ivan Alexandre y el director musical Marc Minkowski en el teatro sueco de Drottningholm, en donde pudo apreciarse la entidad autónoma de las tres obras y a la vez sus elementos comunes: respeto a las unidades del teatro clásico y las analogías entre los personajes. Una suerte de festival que sin duda revelará interesantes aspectos musicales y caracterológicos, y que agrupa tres composiciones regidas por la unidad de espacio y tiempo. Bajo la férrea batuta, tan singular en lo rítmico, de Minkowski, actuará una serie de jóvenes voces, en algún caso ya cuajadas: los barítonos Thomas Dolié y Alexandre Duhamel, líricos y expresivos; el bajo-barítono Robert Gleadow, de emisión franca y asentada, a falta de una mayor oscuridad; las sopranos Anna-Maria Labin, y Arianna Vendittelli, líricas y soleadas (la primera, una Fiordiligi algo apurada) y los tenores Julian Henric (un Don Ottavio lírico y valiente en vías de un mayor refinamiento) y James Ley (un Ferrando algo académico, pero de bello timbre de lírico-ligero).

El abrecartas

Teatro Real

Hacía tiempo que el ya nonagenario Luis de Pablo no se acercaba al mundo de la ópera, en el que estuvo presente años atrás con obras como Kiu (quizá la mejor, más enjuta y equilibrada), El viajero indiscreto, La madre invita a comer, La señorita Cristina y Un parque. Todas de gran formato excepto la última, que es camerística. Con El abrecartas vuelve a colaborar con el escritor Vicente Molina Foix, autor de los libretos del segundo y tercer título citados. Una historia “de pérdidas, exilios y pasiones muy vivas” –que abarca solamente las 200 primeras páginas de la novela original– en las que están presentes Lorca, Aleixandre, Hernández y D’Ors, representados vocalmente por el tenor Airam Sánchez, los barítonos Borja Quiza y José Antonio López y el bajo David Sánchez. El mando musical estará en las manos del siempre competente en estas lides, él mismo también compositor, Fabián Panisello. La puesta en escena, luego de algún que otro avatar y malentendido, será cosa de Xavier Albertí.

La flauta mágica

Liceo

'La flauta mágica'. Foto: Michel Schnater

Una obra maestra impar, un resumen musical de las ideas de la ilustración y de las tesis masónicas vertidas en una partitura milagrosa construida como un cuento de hadas, cuajado de símbolos fácilmente reconocibles. Una narración luminosa en la que, no obstante, acechan las fuerzas del mal. Una partitura dotada de una milagrosa unidad y envuelta en un flujo melódico imparable que permite a las voces un extraordinario lucimiento a través de números del más diverso signo encuadrados en una estructura de singspiel clásico. Mozart se revela aquí, una vez más, ya muy cerca de su fin, como un creador genial. Se ha hablado muy bien de la producción que ofrece el Liceo con la firma de Simon McBurney, que recrea la fábula incorporando un grupo de actores que evocan un mundo mágico con la orquesta elevada al nivel del escenario. El reparto reúne unos cuantos nombres de primera magnitud empezando por el del tenor Javier Camarena, una voz muy apta para Tamino. A su lado ha de brillar la Pamina de Lucy Crowe. El sólido Stephen Milling es Sarastro, el Orador de la iniciación el liederista Matthias Goerne y la Reina de la noche Kathryn Leweck (que se alterna con la espirituosa Sara Blanch). En el foso Gustavo Dudamel, fogoso y temperamental, colorista y expresivo.

Macbeth

Palau de les Arts

'Macbeth'. Foto: Miklos Szabo

Inspirándose por primera vez en el universo de Shakespeare, Verdi supo otorgar los necesarios claroscuros a la tragedia, forjando dos criaturas protagonistas ambiciosas y excesivas. El personaje de Lady Macbeth es uno de los más terroríficos y dramáticos salidos de la pluma del músico de Busseto. La escritura esquinada, la orquestación lóbrega, la fantasía colorista, los altibajos de la línea vocal, convertida a veces en un expresivo recitativo, de especial virulencia en los dúos del matrimonio, el manejo del ritmo, tan acoplado al acontecer de la sinuosa narración, son otros tantos aspectos que confieren relieve e incluso grandeza a la obra. Macbeth es Carlos Álvarez en un momento de madura plenitud. Su oscuro timbre baritonal, sus modos expresivos le van como anillo al dedo al personaje, que tiene un gran reto en la escena de las apariciones. Su esposa es Anna Pirozzi, una más que aceptable drammatica d’agilità. Posee un metal rutilante y unos medios convincentes. Marco Mimica como Banco y Giovanni Sala como McDuff deben completar convenientemente el cuadro protagonista. El muy vitalista y ya avezado Michele Mariotti está en el foso. La producción, funcional y sobria, con escasos enseres en escena, viene de la Real Ópera Danesa y está firmada por Benedict Andrews.

Parténope

Teatro Real

Una ópera londinense de 1730 un poco punto y aparte en la producción haendeliana. Aquí se ventila un tema más ligero en el que no faltan los equívocos. Maravillosa y aérea orquestación, trompetería incluida, en el aria de Rosmira Io seguo sol fiero tra boschi le belve. Kaminski aprecia en esta obra “un nuevo gorjeo de estilo italiano, con texturas orquestales simplificadas y un singular garbo en las líneas melódicas”. Se necesita un equipo vocal muy importante, que se ha conseguido: dos ágiles sopranos, Brenda Rae y Sabina Puértolas, las buenas mezzos Teresa Iervolino y Daniela Mack, los contratenores Iestyn Davies, Franco Fagioli, Anthony Roth Costanzo y Christopher Lowrey, los tenores Jeremy Ovenden y Juan Sancho, y los barítonos Nikolay Borchev y Gabriel Bermúdez. En el foso, junto a la Sinfónica de Madrid, Ivor Bolton. La puesta en escena de Christopher Alden se inspira en Man Ray. Curiosamente, la misma obra será interpretada por William Christie y sus Arts Florissants en el Palau de les Arts (versión semiescenificada) y en el Liceo (concierto).

Tabaré

Teatro de la Zarzuela

Detalle del cartel promocional de 'Tabaré'

Tras el alumbramiento de Circe de Chapí, hay que centrar la atención en otra gran novedad del cartellone: Tabaré de Bretón, que se estrenó en el Teatro Real en 1913 con el tenor Francisco Viñas y que, luego de tres poco triunfales representaciones, durmió el sueño del olvido. Hasta ahora, cuando se ha decidido con muy buen criterio programarla. Sus pentagramas nos dan la imagen de un músico maduro y sabio que sintetiza el melodismo de la tradición italiana con ciertos modismos wagnerianos y, curiosamente, ecos del impresionismo francés. En ella se narran las luchas entre los indígenas charrúas de Uruguay y los conquistadores españoles y el imposible amor entre el caudillo Tabaré y la española Blanca. Libreto del propio compositor basado en el poema del uruguayo Juan Zorrilla San Martín. Contamos para esta recuperación con un trío central de altura: el oscuro tenor Andeka Gorrotxategui, la caudalosa soprano Maribel Ortega y el recio barítono Juan Jesús Rodríguez. En el foso, Ramón Tebar. Versión concertante. Lástima, pero hay que tener en cuenta las disponibilidades escénicas del teatro, que no son las del Real. Los amantes de nuestro género lírico tienen también una cita en la Semana de la Zarzuela en La Solana.

Lucrezia Borgia

Teatro Campoamor

La ópera de Oviedo se lanza al terreno de la ópera romántica con este magnífico título perteneciente al mejor Donizetti. La habilidad del músico para acoplar la voz al sentimiento brilla en esta tragedia basada en la obra de Victor Hugo y estrenada en 1833. La sordidez del personaje central aflora en la escritura envuelta en suspiros, dudas y cavilaciones, que nos pintan un carácter melancólico, patético, fiero y condenado. Una prueba para una soprano sfogato con hechuras. En Oviedo actuará con sus dificultades la soprano canaria Yolanda Auyanet, cada vez más madura, aunque sin llegar a tocar el techo de las voces anchas y robustas. Pero es cantante de clase y de recursos. Aparece bien cortejada por el tenor Celso Albelo, siempre seguro y valiente, y el cumplidor bajo Roberto Tagliavini. El paje Orsini estará bien defendido por la mezzo Silvia Tro Santafé. Y el foso bien ocupado por la batuta del canadiense Ybes Abel, experto en este tipo de compromisos. La escena es cosa de Silvia Paoli. Orquesta Oviedo Filarmonía y Coro Intermezzo.

La clemenza di Tito

ABAO

'La clemenza di Tito'. Foto: Alan Humrose

Nueva presencia de Mozart con este último título de su producción operística. La más rancia y acrisolada ópera seria, ya algo apolillada en 1791, podía tener un sentido o una justificación, al ir dirigida a enaltecer la figura del soberano o señor, aquí el coronado Leopoldo II, dueño y señor de los Estados Bohemios. El libretista, Caterino Mazzolà, realizó, guiado en buena medida por el compositor, una labor de reestructuración de un libreto impuesto, original de Metastasio. La música, a veces un punto banal o superflua, posee una fuerza arrolladora en muchas de las arias y particularmente en el n.º 12 de la partitura, el quinteto con coro Deh, conservate, oh Dei, donde se produce el punto crítico de la tragedia y se concentran todas las tensiones. La ABAO ha convocado en el Palacio Euskalduna un reparto de excelentes mimbres, con el tenor Paolo Fanale, de amplio registro, en el papel estelar. A su lado la excelente soprano lírica plena Vanessa Goikoetxea en la muy difícil parte de Vitelia y la rotunda y camaleónica mezzo Daniela Barcellona en el capital personaje de Sesto. La ágil batuta de Riccardo Frizza actuará en el foso con la Sinfónica de Euskadi y con el Coro de Bilbao. Fabio Ceresa firma la un tanto alambicada puesta en escena.

Pelléas et Mélisande

Teatro de la Maestranza

'Pelléas et Mélisande'. Foto: Jörn Kipping

Hacía tiempo que este título legendario no visitaba el coliseo sevillano, por lo que hay que regocijarse ya que se trata de una de las óperas más misteriosas, originales y sugerentes de la historia. Obra audaz, en cierto sentido Pelléas es una antiópera, se ha dicho con frecuencia, y la definición no le desagradaba al propio Debussy, que en 1902 quiso hacer “otra cosa” y que partió del texto teatral en prosa del belga Maeterlinck. El deseo de respetar estrictamente la prosodia llevó al compositor a redactar una entonación semihablada, un parlato musical rico en sfumature, en matices expresivos, heredados de los hallazgos que él mismo había aplicado a sus melodías para voz y piano, como las Canciones de Bilitis. Tenemos además la dirección musical del veteranísimo Michel Plasson, muy versado en este repertorio, y la escénica del siempre inteligente e interesante, a veces también discutible, Willy Decker en producción que viene de Hamburgo. El reparto parece bastante ad hoc: el muy lírico y timbrado barítono Edward Nelson (barítono próximo al llamado Martin) como Pelléas, el bajo-barítono Kyle Ketelsen, noble y pausado, como Goulaud y la soprano noruega Mari Eriksmoen, cristalina, cálida y espirituosa, como Mélisande.