Si los inicios de Ivo -¿Divo ahora?- Pogorelich fueron muy prometedores, el tiempo ha pasado y cada vez son más las voces que reniegan de sus interpretaciones, y hasta resulta más que discutible su aproximación al compositor que da nombre al concurso que le lanzó a la fama por una clasificación injusta a los ojos de un miembro del jurado tan reputado como Martha Argerich.
Pogorelich se recrea en la búsqueda de todo tipo de contrastes dinámicos -lo que en Chopin no es un defecto-, con "fortes" de potencia sobrecogedora o "pianos" íntimos que, en cierto modo, nos recuerdan a Rubinstein en su fraseo. El yugoslavo alcanza momentos preciosos, pero el concepto general resulta un tanto arbitrario, al intentar obstinadamente una originalidad que no hace sino machacar las piezas.
Decididamente, y a pesar de algunos instantes mágicos, no es éste mi Chopin. Claro que son muchos los posibles gustos en la obra del polaco. Gonzalo
Pogorelich se recrea en la búsqueda de todo tipo de contrastes dinámicos -lo que en Chopin no es un defecto-, con "fortes" de potencia sobrecogedora o "pianos" íntimos que, en cierto modo, nos recuerdan a Rubinstein en su fraseo. El yugoslavo alcanza momentos preciosos, pero el concepto general resulta un tanto arbitrario, al intentar obstinadamente una originalidad que no hace sino machacar las piezas.
Decididamente, y a pesar de algunos instantes mágicos, no es éste mi Chopin. Claro que son muchos los posibles gustos en la obra del polaco. Gonzalo