
Asistentes al concierto de Eva Rock en el festival. Foto: Pep Rigol.
50 años del primer festival de rock de España: la "invasión de la cochambre" que escandalizó al franquismo
4.000 hippies y melenudos acudieron al festival, considerado el Woodstock español, celebrado en Burgos el 5 de julio 1975, meses antes de la muerte de Franco.
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"A Burgos le ha cambiado la cara, ahora tiene legañas", así anunció La Voz de Castilla el primer gran festival de rock de España el 5 de julio de 1975. Fue en Burgos, ciudad adusta y conservadora, que a finales de la década de los 70, con la dictadura agonizando, todavía representaba el núcleo fuerte del régimen franquista.
La prensa "del movimiento", en un tono pasivo-agresivo, advertía: "No estamos en la Isla de Wight y aquí no admitimos desorden. No es cuestión de pelos. Por de pronto, venid, traídos de una música que no entendemos, pero que es la vuestra. El teléfono de la policía está disponible por lo agradable, pero bienvenidos. No os pasará nada malo, mientras no os metáis con la España seria".
Aunque se comparó con el festival británico de 1968, el evento, conocido como Primeras 15 Horas de Música Pop, se vendió como el Woodstock español.
El artífice de esta marcianada fue José Luis Fernández de Córdoba, mítico promotor musical andaluz y mánager de grupos como Triana o Storm, quien logró convencer al Concejal de Festejos del Ayuntamiento de Burgos, Antonio García Martín, para llenar la plaza de toros de la ciudad de melenudos durante el último día de las fiestas locales.
Con una subvención de 2.300.000 pesetas de la época, Córdoba pudo configurar el cartel del festival con algunas de las bandas rock más importantes del momento, como Triana, Storm, Eva Rock, Burning, Hilario Camacho, Eduardo Bort y Gualberto (ex de los Smash), pero también canción de autor y jazz con la Orquesta Mirasol.

Cartel del festival 'Primeras 15 horas de música pop' en Burgos.
"Por entonces, yo era un niño de siete u ocho años y vivía en un pequeño pueblo de León, pero aún permanece en mi memoria la imagen de los tres o cuatro hippies de mi pueblo con los macutos al hombro tomando el autobús rumbo a Burgos. Parecían exploradores en busca de lo desconocido", recuerda para El Cultural Javier Panero, comisario, profesor de Bellas Artes en la Universidad de Salamanca y exdirector del DA2.
Que una ciudad como Burgos acogiera en sus calles a 4.000 veinteañeros greñudos llegados de toda España fue visto por alguno sectores "bienpensantes" como un peligro, de ahí el famoso titular que bautizó al festival, que cumple 50 años, "la invasión de la cochambre".
"Pero a nivel político no tuvo mayor incidencia y el efecto cultural fue muy limitado pues el festival tuvo poca asistencia", asegura Panero. "Visto en la distancia aquel titular de prensa denota que entre ciertos sectores conservadores más recalcitrantes, cualquier evento capaz de congregar miles de jóvenes se veía como una amenaza. Tal vez recordando la combativa lucha estudiantil en el año 68 en Madrid a la salida de los conciertos de Raimon...".
A diferencia de Woodstock, que fue gratuito, el festival burgalés costaba 200 pesetas en tendido y 400 en ruedo, pero mucha gente entró gratis y el festival en términos económicos fue un desastre. El periodista musical burgalés Diego Manrique sentenció en una crónica del festival: "El rock español aún no tiene poder de convocatoria".
Panero no asistió al concierto, pero por lo que ha podido saber a través de conversaciones con periodistas (Manrique, El Pirata), fotógrafos (Pep Rigol, Federico Velez, Eliseo Villafranca o José M. Santurtún), músicos (Flores cantante de Eva Rock) y aficionados que asistieron, aquello fue "musicalmente caótico".
"El sonido dejaba mucho que desear, porque los equipos alquilados por el promotor eran muy precarios, la luminotecnia era paupérrima... Sin embargo, el ambiente reinante entre quienes asistieron fue festivo y de gran expectación y no era para menos, porque el elenco de bandas contratadas era lo mejorcito de la época, la flor y nata del por entonces reinante rock progresivo".

El grupo Eva Rock en el festival de Burgos. Foto: Pepe Rigol.
Panero, coleccionista de algunas de las escasas fotografías del festival, recuerda con cariño las de la prometedora banda de heavy-glam salmantina Eva Rock, "unos tipos de melenas leoninas con botas de plataforma plateadas y las caras maquilladas con extraños signos, tan próximos a Bowie como a Kiss", que se disolvió poco después del festival sin llegar a grabar ningún disco, porque sus integrantes tuvieron que irse a la mili.
Rememora también imágenes del escaso y variopinto público —"Muchas zonas de la plaza estaban completamente vacías, excepto por la omnipresencia de policías (los famosos 'grises'), pese a que no se produjeron ni incidentes, ni desórdenes públicos—, chicos y chicas bailando en éxtasis "ahí sí, al estilo Woodstock", tipos en calzoncillos bebiendo vino de grandes garrafones de mimbre o haciéndose bocadillos con enormes hogazas de pan.

Festival de Burgos de 1975. Foto: Pep Rigol.
Córdoba, pícaro buscavidas y "famoso por sus métodos poco ortodoxos", nunca llegó a celebrar las Segundas 15 horas ciudad de Burgos. Sí organizó un año después un festival con un cartel similar en León, Primer Enrollamiento Internacional del Rock Ciudad de León (1976), que en lo sonoro pecó de los mismos problemas que el de Burgos y también fue un fracaso. "León, capital de la mugre", tituló entonces la prensa.
El festival de Burgos y su relativo fracaso de público, opina Panero, es una "prueba de que organizar un evento de esta naturaleza tenía algo de aventura heroica, tanto por la precariedad de las infraestructuras como por la deficiente cultura musical de los jóvenes de la época".
Hoy, que cada provincia cuenta con su propio festival y el calendario musical está completamente deslocalizado, la perspectiva es otra. "Por fortuna, las cosas han cambiado, visto el éxito de festivales como Sonorama en Aranda de Duero, podríamos darle la vuelta a aquella famosa frase de Diego Manrique y proclamar: el rock español tiene un gran poder de convocatoria".