Contrabajista de la Sinfónica de Kiev. Foto: Darius Kulesza

Contrabajista de la Sinfónica de Kiev. Foto: Darius Kulesza

Música

Sinfónica de Kiev, música en combate: “Tocar hoy es cuestión de vida o muerte”

Justo antes de cumplirse un año de la guerra, El Cultural conversa con sus músicos y su director a su paso por el Festival de Música de Canarias

19 febrero, 2023 01:19

“Hoy no hay ensayo. La guerra ha empezado”. Es el mensaje que el gerente de la Sinfónica de Kiev, muy temprano, escribió en el grupo de Telegram de la orquesta la mañana del 24 de febrero del año pasado. Lo reproduce de viva voz para El Cultural Dmytro Pashinksiy, clarinetista de 31 años enrolado en la principal formación filarmónica de Ucrania desde hace una década. Un día que iba a ser normal se convertía así en un punto de inflexión en su vida y en la de todos sus compatriotas, que en esas horas, desconcertados, se debatían entre salir de las ciudades expuestas al fuego enemigo y ayudar en la medida de sus capacidades a hacerle frente.

“Yo vivo en las afueras de Kiev, a unos 20 kilómetros, pero pude ver cómo impactaban algunos misiles en la ciudad”, recuerda Pashinksiy. “Es difícil explicar lo que sentí. Cuesta encontrar palabras”. Acaso complica la reconstrucción de aquella jornada aciaga el contexto en que el músico intenta explicarse. Estamos en la terraza de un hotel de Santa Cruz de Tenerife. Meteorología benigna, con un sol primaveral que propicia a que algunos ‘guiris’ chapoteen en la piscina. Otros degustan refrigerios en las distintas mesas y en las tumbonas.

En esa tesitura, la sensación de irrealidad se apodera de la conversación. Se produce una especie de cortocircuito al rememorar el horror en medio del paraíso canario, donde la agrupación kievita se desplazó para hacer una tournée con escalas en Fuerteventura, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. En esta última ciudad cerraron el 39º Festival Internacional de Música de Canarias. Un finale con las emociones en alto para una edición que ha vuelto por sus fueros tras los sobresaltos pandémicos, con unos niveles de asistencia a los conciertos de un 80% de media y -lo que es tan importante o más para Jorge Perdigón, su director- con entre un 20% y 25% de la concurrencia menor de 30 años (esto último -hay que decir- es una impresión a falta de confirmar todavía).

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Paschinskiy solo tiene uno más de esa treintena pero su cabello intensamente negro está veteado por algunas canas, quizá nacidas del estrés bélico. La noticia que leyó en su móvil no le cogió por sorpresa en cualquier caso. “En mi entorno, los días anteriores al ataque de Putin, había un intenso debate sobre si este finalmente se atrevería a cumplir con sus amenazas. Unos decían que sí, otros que no. Yo prefería no tomar parte”. La razón es que solo dos semanas antes había tenido una pesadilla en la que vislumbró la tragedia. “Soñé con militares desplegándose. Aquello me dio muy mala espina”. Su subconsciente operó como una Casandra certera.

Luigi Gaggero, el director musical y artístico, también se enteró del desastre por el mismo mensaje. Quedó noqueado. No estaba en Kiev por pura casualidad. Ese jueves negro se encontraba en Estrasburgo, donde da clases en la Academia Superior de Música. Gaggero, que asumió la titularidad de la orquesta a finales de 2018, tenía muy malas vibraciones. “Solo dos días antes me sentía aterrorizado. Se lo confesé al gerente pero él me tranquilizó”. Ni para Gaggero ni para Paschinskiy la agresión fue pues un sorpresa, como sí lo fue en buena parte del orbe occidental, donde la mayoría abrumadora de analistas se decantaban por que los ladridos del Kremlin no llevarían aparejado el mordisco.

"Estuvimos dos meses sin tocar. Era peligroso. Podíamos impedir que nuestros vecinos oyeran las alarmas". Dmytro Pashinksiy

“Estuvimos dos meses sin tocar nuestros instrumentos. Era peligroso. El sonido podía impedir que los vecinos oyeran las alarmas, así que era mejor estarse quietos. Además, uno estaba pendiente de cómo ayudar en otros aspectos. A mí, por ejemplo, me quedaba muy poca gasolina en el depósito, unos diez litros, y sabía que iba a ser un bien preciado para lo que se nos venía encima pero cuando veía gente cargada con maletas de camino a la estación de tren no podía por menos que ofrecerme a llevarles”, comenta Paschinskiy.

Finalmente, en abril, los miembros de la orquesta pudieron reunirse de nuevo en Varsovia. “Yo entendía que no iban a estar ‘en forma’ pero nunca he escuchado tocar a una orquesta tan bien como en aquel primer ensayo. Se notaba que hacerlo, en ese momento, era una cuestión de vida o muerte”, apunta Gaggero, que, precisamente, se enamoró de Ucrania en 2013, cuando le invitaron a un festival y comprobó que la gente allí no iba a los auditorios para pasar la tarde. “Encontré lo que buscaba, el sentido de la música. Vi que para ellos no era tan importante el cómo sino él por qué, que es un tipo de aproximación a la música que se ha ido perdiendo. En Francia, Alemania, Italia… hay orquestas con una capacidad técnica que raya la perfección pero a medida que han ido mejorando técnicamente han perdido también espiritualidad”.

Un momento del concierto en el Auditorio Adán Martín de Santa Cruz de Tenerife, con Dmytro Panshiskiy con el clarinete (segundo por la dcha.)

Un momento del concierto en el Auditorio Adán Martín de Santa Cruz de Tenerife, con Dmytro Panshiskiy con el clarinete (segundo por la dcha.)

Tan prendado le dejó la experiencia que decidió armar su propio conjunto camerístico en el país eslavo. Así, en 2014, constituyó junto a varios instrumentistas el UKHO Ensemble, en el que también toca su mujer, pianista de nacionalidad ucraniana. El proyecto cuajó y grabaron algunos discos con prestigiosos sellos. Pero, cuando el manager de la Sinfónica de Kiev le planteó la posibilidad de asumir la dirección musical de la centuria kievita, no pudo resistirse a dar el salto al ámbito sinfónico. “Eso sí, solo puse una condición: tiempo. Quería ensayar cada programa durante al menos dos semanas”. Prueba de su concienzudo modus operandi.

A pesar de la precariedad de la institución en la actualidad, acogida provisionalmente en la ciudad alemana de Gera, Gaggero lo sigue aplicando. “Tenemos permiso de nuestro gobierno, lo cual demuestra su inteligencia”, señala. Hay que recordar que tras el zarpazo ruso, Volodímir Zelenski prohibió la salida del territorio nacional de los varones en edad de combatir. Pero en el ministerio de cultura ucraniano tenían claro que la sinfónica debía hacer la guerra por otros medios. Expandir la música de su tierra era una buena manera de no achicarse ante el poderío ruso, que en lo sinfónico también es apabullante: Shostakóvich, Chaikovski, Rimski-Kórsakov, Rajmáninov…

La arpista Catrin Mair Williams en Tenerife.

La arpista Catrin Mair Williams en Tenerife.

La idea era difundir por el mundo el repertorio ucraniano, mucho menos conocido que el de estos 'popes' rusos. Un buen ejemplo es el programa que pasearon por Canarias, compuesto por tres piezas. La Sinfonía nº1 de Maksim Berezovski, de aires mozartianos; el evocador Concierto para arpa y orquesta de Reinhold Glière; y, para rematar, la Sinfonía nº 3 de Borís Liatoshinski, que lleva por significativo subtítulo La paz vence a la guerra. Cuentan que su último movimiento no era del agrado de Stalin. El dictador georgiano, que hizo de Rusia un primus inter pares en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, mandó modificarlo. La Sinfónica de Kiev, no obstante, esgrimió el original. Faltaría más.

“Es una obra llena de contrastes. De algún modo, contiene la vida entera, pasa del miedo a la felicidad, del pesimismo al optimismo… Es una tensión constante entre fuerzas opuestas”, apunta Paschinskiy. “Yo no veo ningún motivo objetivo para considerarla por debajo de Shostakóvich o, para que no parezca que es una cuestión personal contra los compositores rusos, Brahms”, añade Gaggero, que, a pesar del matiz, sí suscribe la determinación de no dar cancha en este tiempo a los prolíficos autores del país que hoy les martiriza.

"No es cancelación lo que hacemos, pero creo que se puede entender que ahora no toquemos compositores rusos". Luigi Gaggero, director

“No es cancelación, que es algo que nos puede llevar a escenarios todavía peores de los que se pretenden resolver con ella. Es sencillamente un impulso humano. Yo tengo mucha simpatía por España pero si mañana venís a bombarderar Génova y matáis a mi familia dudo que lo primero que me apetezca sea tocar a Falla. Creo que se puede entender”, razona Gaggero. “Hará falta un tiempo, hasta que se cierren las heridas. En Israel hubo que esperar un poco para poder escuchar a Wagner”, contesta cuando se le consigna que algunos de esos compositores rusos descartados fueron también víctimas de derivas totalitarias en su propia tierra.

Hoy las heridas sangran abundantemente. Solo un poco antes del concierto de Las Palmas, una de las integrantes de la orquesta recibió una llamada de un vecino de Kiev. Los bombardeos que arreciaron tras la visita de Zelenski a la Unión Europea habían destrozado los cristales y el tejado de su casa. Subir al escenario tras semejantes sobresaltos -que, por desgracia, pueden ser peores- requiere mucha presencia de ánimo. Desde luego, este colectivo la viene acreditando en esta negra etapa.

Paschinskiy a veces piensa si debería dejar el clarinete y empuñar el fusil, como algunos amigos suyos, músicos incluidos. Es un dilema que, por momentos, angustia. “Pero también pienso que no sería de mucha utilidad en el frente, la verdad. Quizá ayude más a mi país con el clarinete”, dice con la mirada trasluciendo el agobio insoportable de clavado en cada ucraniano desde el 24 de febrero. Cuando se le pregunta qué esperanza tiene hoy, afirma contundente: “Que paren de matarnos, que paren de matarnos”. Que la paz venza a la guerra.