Javier Limón en su faceta de guitarrista. Foto: Eva Marqués / Debate

Javier Limón en su faceta de guitarrista. Foto: Eva Marqués / Debate

Música

Javier Limón, al compás de un sueño

El productor y artista publica unas memorias en las que confluyen ritmos de todo el mundo y grandes nombres de la música. Su personalidad explosiva y apasionada marca a fuego toda la narración

13 febrero, 2022 04:15

Hay libros de memorias fríos como un témpano en los que cuesta encontrar la manera de escalarlos por su tono resbaladizo, monótono y pétreo. Arrancan con los primeros recuerdos y rematan el trance con la última hora existencial amarrados a una encorsetada cronología. Pero hay otros en los que el autor dinamita las costuras de esa inercia imprimiendo su propia energía. Es el caso del productor y músico Javier Limón, auténtico acelerador de partículas capaz de contagiar su visión de las cosas al lector más profano.

Portada Limon

Portada Limon

Limón. Memorias de un productor musical. Javier Limón

Debate, 2022
248 págs. 21,90 Euros

Por eso no esperábamos unas memorias al uso, conociendo la pasión con la que suele afrontar todo cuanto toca el ganador de once Grammys. Arranca motores con una breve vista (y no vista) retrospectiva de sus primeros años, asaeteados ya por la música y sus sonidos, con la localidad onubense de San Bartolomé de la Torre como centro de sus primeros flechazos con los ritmos del profundo sur, impactos que marcarían después el nacimiento y desarrollo de su vocación musical. “Me acerqué al sonido jugando. Esa suele ser la manera en que mejor se aprende todo”, sentencia.

Durante los primeros capítulos seguimos una pista cronológica reconocible, cargada de reflexiones sobre el flamenco y sus formas (en ocasiones auténticos microensayos), de lugares como Nueva York o Madrid (con la aparición de cierta melancolía al narrar sus comienzos en el local de Batán), de nombres como Paco de Lucía (Cositas buenas), Enrique Morente (El pequeño reloj), Andrés Calamaro (El cantante), Jerry García (vía crucis madrileño incluido) y Bebo Valdés y Diego El Cigala, que con Lágrimas negras darían sólidos cimientos a un edificio llamado Casa Limón.

Vemos en este relato al productor, al músico y al artista disfrutando con sus recuerdos

Hasta ahí nuestro protagonista parece tener bien sujetas las riendas de un relato que ya era vertiginoso con los innumerables ‘despieces’ fluorescentes que marcan a fuego la edición del volumen y que le sirven para recordarnos (consciente o  inconscientemente) la naturaleza fragmentaria de la memoria. Pero al final del capítulo cinco avisa: “Este será el último en el que vamos a seguir un discurso cronológico”. Y así es como se revela Javier Limón con todo su carácter: intenso, apasionado, explosivo y controladamente anárquico. Aquí vemos al productor, al músico, al artista, disfrutando con el relato y montando sin silla sobre sus memorias, ya desbocadas, país a país y nombre a nombre.

Músicos y productores como Isidro Sanlúcar, el Chaboli, Keko o el Camborio, artistas como Luz Casal, José Luis Perales, Lolita, Sabina, Serrat, José Mercé, Sole Jiménez y la Shica, inician un viaje que continua por los ritmos y sus protagonistas presentes en todo el globo: brasileños, cubanos, argentinos, mexicanos, portugueses, griegos y turcos , entre otros muchos, hasta llegar un momento en el que el acelerador de partículas echa el freno poco a poco para detenerse en sus fértiles colaboraciones en el cine (Bienvenido a casa, de David Trueba) y lo que Limón denomina la “educación musical”, centrada en el Berklee College of Music de Boston, donde dirige el Berklee Latino y el Instituto de Músicas del Mediterráneo y desde donde vuelve a enchufarse al mejor talento musical. “Ha llegado el momento de aposentarme como el veterano de la reunión”, reconoce antes de poner punto final al volumen, coyuntura que aprovechamos para levantar la vista y volver a respirar.