Image: Walton sonidos para el fin de un imperio

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Música

Walton sonidos para el fin de un imperio

Se cumplen cien años del nacimiento del compositor británico

27 marzo, 2002 01:00

William Walton visto por Michael Ayrton

El próximo viernes se celebra el centenario de Sir William Walton, una de las grandes figuras de la música británica. Su lenguaje, tachado de conservador, es representativo de la música inglesa del siglo XX. Conoció muchos aplausos, sobre todo en el terreno cinematográfico, con títulos como Hamlet o Ricardo III.

Nacido en Oldham, cerca de Manchester, en el condado de Lancashire, Inglaterra, el 29 de marzo de 1902, fue el segundo de los hijos de Charles Walton, maestro de coro, organista y profesor de canto, y de su esposa, la contralto aficionada Louisa Turner. De niño dio clases de piano y violín, además de incorporarse al coro paterno, en la iglesia de San Juan de Oldham. Su padre pensó que podía completar su formación enviándole al coro de la Christ Church Cathedral, en Oxford, donde ingresó a los diez años de edad. La Primera Guerra Mundial casi le obliga a dejar los estudios musicales, cosa que impidió el Deán de la catedral oxoniense Thomas Strong, convencido de las cualidades del muchacho para ellos. De todas formas había ya en él un talento natural para la música y, poco después de su llegada a Oxford, empezó a componer. A los trece o catorce años de edad ya era capaz de escribir piezas corales bastante elaboradas y música para órgano.

Los consejos de Sir Hugh Allen, de Busoni, de Goosens y de Ansermet llegaron a hacer de él un excelente compositor, como puede apreciarse en el Cuarteto con piano de 1918. Dos años más tarde Walton abandonó Oxford y entre l920 y 1930 vivió en Chelsea. Viajó mucho, relacionándose fraternalmente con Osbert y Sacheverell Sitwell.

Apoyo moral
Los Sitwell fueron muy importantes para él, no ya por lo que supone cultivar la amistad de personas tan cultas y valiosas, sino por el apoyo moral y financiero recibido de los tres. De esos años son obras tan interesantes como Siesta, Façade, Portsmouth Point, la Sinfonía concertante con piano y el Concierto para viola (1929), que ya reveló su estilo, a medio camino de Sibelius y Hindemith.

En l922 había colaborado con Edith Sitwell en la concepción del divertimento danzable Façade, obra maestra que le convirtió en una especie de enfant terrible de la música inglesa a lo Ravel.

El famoso Concierto para viola, estrenado por Paul Hindemith como solista en el desaparecido Queen’s Hall de Londres, había sido escrito en Amalfi, durante uno de sus viajes a Italia, país que adoraba. El éxito de su obra en Londres se ratificó, en el ámbito internacional, al escucharse en Amsterdam su oratorio El festín de Baltasar, encargo de la BBC para el Festival de Leeds, donde se había ofrecido por vez primera dos años antes. Quizá sea la pieza sinfónico-coral inglesa más importante, junto a El sueño de Geroncio de Edwaed Elgar y Un niño de nuestro tiempo de Michael Tippet.

Después de la guerra, y cuando su arte se hallaba en plena madurez, Walton casi dejó de componer. Sólo atendía ciertos encargos. Su música para el cine ha mantenido el buen nombre del que gozaba. Basta oir la bien escrita First of the Few, de la que extrajo el preludio y fuga Spitfire (colérico), las de las películas shakespeareanas Enrique V, Hamlet, Ricardo III o, más tarde, la de La batalla de Inglaterra. También conviene recordar aquí sus ballets The Wise Virgins y The Quest, para el Sadlers Wells.

En 1939 el gran Jascha Heifetz había dado a conocer en Cleveland su hermoso Concierto para violín y hasta l947 no terminaría el no menos bello Cuarteto de cuerdas. El año anterior, durante un congreso en Buenos Aires, conoció a Susana Gil Paso, joven de veintidós años con la que contrajo matrimonio. Se dirigieron a Italia, instalándose en Forio d’ Ischia, en la parte occidental de Ischia, isla próxima a Nápoles. La finca se llamaba La Mortella (El mirto) y en ella cumplió Walton todos sus sueños mediterráneos, desde que conociera el mundo de la Graziella lamartiniana durante sus viajes con los Sitwell en los años veinte.

Troilus y Cressida
La idea de componer una ópera se formalizó en l947. Se puso a trabajar con Christopher Hassall, su libretista, sobre el tema de Troilus y Cressida. Le ocupó siete años y lo peor es que esta gran partitura fue tachada de inactual al estrenarse en l954 en el Covent Garden. Dos años más tarde Walton completó su trilogía de conciertos para cuerda con el espléndido Concierto para violonchelo, destinado al ilustre Piatigorsky.

Cada obra de Walton iba precedida de gran expectación antes del estreno y muchas veces, como ocurrió el año 1960 en el de la Segunda Sinfonía, de la polémica y de la incomprensión. Sir William fue considerado el mejor compositor británico vivo tras la muerte de Vaughan Williams (1958) y la imponente marcha Orb and Sceptre acompañó la coronación de la reina Isabel II en la Abadía de Westminster el 2 de junio de l953.

Nombrado caballero y ennoblecido con el título de Sir, Walton se convirtió desde l960 hasta el 8 de marzo de l983, en una de las personalidades más reconocidas de la creación musical británica, en la que sólo Benjamin Britten y Michael Tipett pudieron hacerle sombra.