Rick Davies (Supertramp) en concert à Zürich en 1979. Foto: Ueli Frey

Rick Davies (Supertramp) en concert à Zürich en 1979. Foto: Ueli Frey

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Muere Rick Davies, fundador de Supertramp, a los 81 años

Creó la banda junto a Roger Hodgson en 1969 en Londres y fue la voz y el pianista detrás de algunas de sus canciones más icónicas, como 'Dreamer', 'Bloody Well Right' o 'Breakfast in America'.

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Rick Davies, cofundador, cantante, teclista y compositor de Supertramp, ha muerto a los 81 años en su residencia de Long Island (EE.UU.), víctima de un mieloma que se le diagnosticó hace cerca de una década. La banda británica confirmó la noticia con un comunicado en el que recordaba no solo su legado musical, sino también su carácter cálido y su fidelidad a su esposa, Sue, con quien compartió más de cinco décadas.

Nacido en Swindon, Inglaterra, el 22 de julio de 1944, Davies descubrió de niño el ritmo irresistible del jazz cuando escuchó por primera vez Drummin’ Man de Gene Krupa. Aquella revelación marcó el inicio de un camino en el que se mezclaron blues, rock’n’roll y una pasión irreductible por el teclado.

De su pequeño barrio obrero pasó a convertirse en el arquitecto de uno de los sonidos más reconocibles de la música popular de los años setenta y ochenta: el latido cálido y punzante de su piano Wurlitzer, inseparable de clásicos como Bloody Well Right, Dreamer o Breakfast in America.

Fue en 1969, en Londres, cuando Davies fundó Supertramp junto a Roger Hodgson. La alianza entre ambos —su voz grave y ronca frente al timbre cristalino y agudo de Hodgson— se convirtió en una de las fórmulas más singulares de la música británica. Esa dualidad vocal, reforzada por una instrumentación sofisticada, dio vida a un repertorio de contrastes: introspección y exuberancia, melancolía y celebración, siempre sostenidas por letras que retrataban tanto los dilemas existenciales como la ironía frente al mundo moderno, ilustrado perfectamente por la portada de su album Crisis? What Crisis? (1975).

Supertramp no nació como un fenómeno inmediato. Los primeros discos apenas lograron repercusión, y la banda tuvo que reinventarse varias veces. Pero en 1974 llegó el punto de inflexión con Crime of the Century, el álbum que consolidó su identidad sonora y los situó en la primera línea del rock progresivo-pop.

Supertramp durante la gira de 'Breakfast in America' en 1980. Foto: Wikimedia Commons

Supertramp durante la gira de 'Breakfast in America' en 1980. Foto: Wikimedia Commons

Aquel disco incluía School, Dreamer o Bloody Well Right, piezas en las que Davies brilló como pianista y cantante, cada nota del teclado punzando las cenizas que conservamos de los niños que una vez fuimos.

Dos años después, Even in the Quietest Moments mostraba un grupo maduro, capaz de alternar delicadeza y épica y que culmina con Fool´s Overture, una odiesa épica en toda regla que incluye las palabras de Winston Churchill al declarar la guerra. En 1979 llegó Breakfast in America, su obra más vendida y uno de los discos más icónicos de toda una generación, con himnos como Goodbye Stranger o The Logical Song.

Ese albúm también contiene Casual Conversations, una balada que ya presagiaba la ruptura entre Davies y Hodgson acompañada de un solo de saxófon que ya me es imposible escuchar o me volvería a desmoronar de nuevo durante un largo tiempo.

Davies se erigió como la constante de Supertramp, el capitán de un barco que atravesó cambios internos y externos. Cuando Hodgson dejó el grupo en 1983 para emprender su carrera en solitario, muchos vaticinaron la disolución. Pero Davies mantuvo vivo el proyecto con nuevas formaciones, siempre fiel a esa mezcla de virtuosismo y emoción que definía la banda.

Roger Hodgson y Rick Davies durante un concierto en el Drammenshallen en Noruega, 1979. Foto: Falt i det fri

Roger Hodgson y Rick Davies durante un concierto en el Drammenshallen en Noruega, 1979. Foto: Falt i det fri

Con él al frente, Supertramp siguió publicando discos, como Brother Where You Bound (1985), que incluía colaboraciones como la de David Gilmour en la guitarra, y mantuvo un notable éxito en giras internacionales.

La marca Davies era inconfundible: una voz grave y terrenal, contrastada con la de Hodgson, que transmitía una cercanía casi confesional; un estilo de piano con groove jazzístico y bluesero que dio identidad propia al grupo; y una personalidad discreta, que prefería dejar que la música hablara por sí misma. "Su voz llena de alma y su inconfundible toque en el Wurlitzer se convirtieron en el latido del sonido del grupo", recordaba la nota de Supertramp en su página web.

La carretera prometida

No todo fue fácil en su trayectoria. Las tensiones creativas con Hodgson, inevitables en una banda de doble liderazgo, desembocaron en la separación artística. Más tarde, en 2015, el diagnóstico de cáncer le obligó a cancelar una gira europea que estaba prevista con Supertramp.

Ese golpe marcó el inicio de una etapa más íntima, en la que siguió tocando con amigos de toda la vida en una formación local llamada Ricky and the Rockets. Alejado de los grandes escenarios, disfrutaba de la música en su estado más puro, compartiendo canciones sin más pretensión que la alegría de tocar.

Fuera del foco mediático, Davies era conocido por su calidez y resiliencia. Los testimonios de quienes lo rodearon hablan de un hombre leal, de humor seco y gran tenacidad. Su esposa, Sue Davies, con quien se casó en 1977, se convirtió en su compañera inseparable y en la manager de la banda desde 1984. La relación entre ambos fue un pilar fundamental en la vida del músico, un refugio frente a las presiones del éxito y la enfermedad.

El legado de Rick Davies se mide en cifras —decenas de millones de discos vendidos, giras multitudinarias, canciones convertidas en clásicos de la radio—, pero también en sensaciones. Para varias generaciones, su música fue la banda sonora de adolescencias, viajes, amores y despedidas. Su estilo trascendió la etiqueta del rock progresivo: supo tender puentes hacia el pop, el jazz o el soul sin perder profundidad.

Su vida confirma que las grandes canciones nunca mueren: permanecen como un eco que se reactiva en cada escucha. Crime of the Century sigue sonando con la misma intensidad medio siglo después; Breakfast in America sigue transportando a los oyentes a un viaje de descubrimiento y desencanto; Goodbye Stranger sigue siendo, como su nombre sugiere, un saludo perpetuo entre desconocidos que se encuentran en el lenguaje común de la música.

Rick Davies se marcha, pero su obra queda como testimonio de una época en la que el rock se atrevía a ser a la vez experimental y popular. Su huella, "imborrable en la historia del rock", como dijo la propia banda, se prolongará en cada nota de piano que despierte recuerdos.