Martha Argerich, en una de sus recientes interpretaciones

Martha Argerich, en una de sus recientes interpretaciones

Escenarios

Mozart, Debussy y Rajmáninov para los pianos de Martha Argerich y Nelson Goerner

El dúo argentino vuelve al Auditorio Nacional de la mano de la Fundación Scherzo.

1 abril, 2024 01:52

Dentro del ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo estaba previsto un recital del gran Maurizio Pollini. Ya hace semanas se sabía que el artista venía suspendiendo sus actuaciones por razones de una salud en declive desde hace años y que finalmente ha terminado con su vida.

Desaparece así uno de los más grandes pianistas de los últimos cincuenta años. Un artista comprometido con la nueva música y que abordó el repertorio romántico con nuevas luces haciendo gala de un rigor estructural y de una técnica fuera de serie. Conspicuo en el estudio, riguroso en el concepto, Pollini, que grabó mucho y bien, afortunadamente, dejará un recuerdo imborrable.

Antes de su desaparición la Fundación Scherzo había encontrado ya una sustitución adecuada: el dúo constituido por los argentinos Martha Argerich y Nelson Goerner, pareja artística habitual que ya tocaron en Madrid y para el mismo ciclo hace un par de años; con un éxito impresionante. Esperamos que lo reverdezcan.

La compenetración entre ellos es evidente. No hay duda de que Goerner ha bebido mucho de su compañera

Se sabe por fin el programa: Mozart: Sonata in D K 381 para cuatro manos; Debussy: Petite Suite para cuatro manos; Milhaud: Scaramouche para dos pianos, y Rajmáninov: Danzas Sinfónicas op. 45 para dos pianos. La última composición cerró también su última visita.

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No es mala cosa desde luego contar con estos dos artistas tan bien avenidos que estarán en el Auditorio Nacional no el día 3 de abril, que era la fecha del italiano, sino este 1 de abril. La compenetración entre ellos es evidente.

No hay duda de que Goerner ha bebido, y mucho, de su compañera, y dado pruebas de toque fino, de serenidad y seguridad, de entendimiento muy plausible de las partituras. Junto a ella esas virtudes se proyectan aún más. En él reconocemos un sonido atractivo y muelle, un fraseo intencionado y una facilidad para cantar en los momentos adecuados.

Es la pareja ideal de la veterana y ya octogenaria, de la que aún podemos admirar -y su actuación hace un par de años en el Festival de Granada en el Concierto en Sol de Ravel así nos lo hizo saber- el poso, el genio, la pasión controlada, el cincelado fraseo, la madurez, que se mantienen incólumes proporcionando munición a una destreza pocas veces igualada en los últimos años.

Al menos con la enjundia y el significado de los que envuelven el estilo y las hechuras pianísticas de la dama, cuyo arte no ha dejado de crecer desde aquel lejano concierto en el Teatro María Guerrero de Madrid de finales de los años setenta para lo que poco después sería Ibermúsica.

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Ya en ese tiempo estaba en posesión de las virtudes que la han hecho famosa y que ha ido madurando. Su formación se fue cimentando con maestros como Scaramuzza, Gulda (el trabajo con él representó mucho), Askenase, Curcio, Benedetti-Michelangeli o Magaloff, quien le traspasó la técnica de Pugno.

Nacida en Buenos Aires en 1941, Argerich ha paseado su excéntrica personalidad por los grandes escenarios con ese notable bagaje, adornado con los rasgos de su propia cosecha. El resultado de todo ello fue una suerte de precipitado lleno de aristas, claroscuros excitantes, diamantinas pulsaciones, ardorosas escaladas y restallantes ejecuciones, que hacían hervir cualquier piano e imantaban al público más diverso. Y de las que en parte se ha contagiado su pareja artística.