Lebrijano. Foto: Luis Castrilla

Un simposio sobre Paco de Lucía, y dos galas, una en torno a Enrique Morente y otra sobre la obra de El Lebrijano, son los pilares sobre los que se asienta una nueva edición de la Bienal de Sevilla, que arranca este viernes, 12, entre la tradición y la vanguardia.

Como suele ocurrir en los grandes festivales flamencos que se vienen celebrando en estas últimas décadas, la tradición y las vanguardias se dan la mano y, en este sentido, la Bienal de Sevilla, desde este 12 de septiembre al 5 de octubre, es un ejemplo que nos invita a un intercambio dinámico y sin complejos, abierto a todas las tendencias, en un encuentro en el que de manera espontánea todas las actitudes y corrientes estéticas comparten ámbitos comunes dentro de una admirable reciprocidad.

En este sentido, el esfuerzo ha sido considerable con la intención de reunir, entre otras grandes figuras, a Merche Esmeralda, Manuela Carrasco, Paco Cepero, José de la Tomasa, Israel Galván, La Macanita, Rocío Molina, Isabel Bayón, Agujeta, Estrella Morente, Farruquito, Mayte Martín, María Pagés, Marina Heredia, Tomatito, El Pele o Esperanza Fernández, para un prestigioso ciclo, de poderoso alcance internacional.

Y aunque sería pretencioso -y no parece que sea ese el objetivo- intentar que en un acontecimiento de estas características quepan todos los que son, podemos afirmar que la Bienal es una muestra lo suficientemente representativa de la realidad flamenca en este momento, un relato cálido de lo que ocurre hoy mismo en el ámbito de un arte que se encuentra inmerso en un continuo proceso evolutivo, impulsado por la imparable capacidad creadora de sus protagonistas.

Estos aspectos se evidencian tanto en la programación de conciertos, con el cante y la guitarra en calidad de elementos principales, como en la de espectáculos de distintos formatos. Para ello, el equipo liderado por Cristóbal Ortega ha dispuesto de numerosos escenarios adaptables a las diferentes necesidades, desde los ya clásicos e imprescindibles, como el magnífico Teatro de la Maestranza, para grandes aforos, el Lope de Vega, el Central o el Alameda, hasta los que podemos considerar como espacios de alto valor histórico, joyas de la riqueza patrimonial sevillana: la Capilla del Palacio de San Telmo, el antiguo Convento de Santa Clara, el Monasterio de la Cartuja o el Real Alcázar.

Tres son los pilares sobre los que la Bienal ha diseñado su estructura en esta ocasión: un simposio titulado Paco de Lucía, fuente y caudal, y dos galas: la primera, inaugural, se presenta con el título de Enrique Morente, Granada, Sevilla, Nueva York… y la segunda, de clausura, donde se anuncia un concierto-homenaje extraordinario dedicado a Juan Peña el Lebrijano. "Es un recorrido a lo largo de mi trayectoria artística, con paradas en algunas etapas representativas. Después de cuarenta y dos discos grabados y toda una vida entera cantando, creo que habrá que tener una rigurosa disposición selectiva en cuanto a las músicas, que, por cierto, no todas serán interpretadas por mí sino que participará un grupo de magníficos artistas, como Inés Bacán, Juan José Amador, Dorantes, Diego Carrasco, Pedro María Peña, José Valencia o Tomás de Perrate, algunos de ellos miembros de mi familia".

Porque El Lebrijano pertenece a una importante casa de músicos gitanos, con nombres inscritos para siempre en las mejores páginas de las crónicas flamencas, que han contribuido al desarrollo del género, con una particular manera de concebirlo y expresarlo.

"El cante y la búsqueda de nuevas fórmulas para manifestarlo me mantienen vivo y con energías. Pero en estos momentos, compartir la Bienal con el recuerdo de dos amigos entrañables y dos artistas de la grandeza de Paco y Enrique, me llena de emoción. Es un honor, aunque también me trae a la memoria épocas maravillosas, como aquella, a principios de 1970, cuando publicamos el disco El Lebrijano con la colaboración especial de Paco de Lucía".