Image: La manipulación en Julio César se practicaba con discursos; la de hoy, con silencios

Image: "La manipulación en Julio César se practicaba con discursos; la de hoy, con silencios"

Escenarios

"La manipulación en Julio César se practicaba con discursos; la de hoy, con silencios"

Mario Gas, Sergio Peris-Mencheta y Tristán Ulloa son Julio César, Marco Antonio y Bruto en el montaje de Paco Azorín para la obra de Shakespeare que se estrena en el Festival de Mérida

24 julio, 2013 02:00

Julio César tenía un precio, y a Mario Gas, Sergio Peris-Mencheta y Tristán Ulloa Shakespeare les está pasando factura. En Mérida, suplicando siesta, los tres actores finiquitan las ruedas de entrevistas en torno a esta versión del clásico que, coproducida por el Festival, se estrena esta noche en el anfiteatro emeritense. Los tres, en ese orden de profusión, han dirigido teatro. En esta ocasión son actores, "mandaos", a las órdenes de Paco Azorín como adaptador, director y escenógrafo de un Julio César atemporal que mucho casa con los telediarios y las portadas de periódicos que corren. Y no es baladí, porque no hay nada tan visto que la actualidad de Shakespeare, de acuerdo, pero es que el ritmo de noticias empieza a parecerse mucho al conflicto de este provocador clásico que aborda la tiranía, el poder, el secuestro del orden gubernamental...

Gas, que coincide con sus compañeros en lo apetecible de este escenario dentro de las temporadas al aperto, pues es un espacio que "impresiona a la vez que resulta acogedor para el actor", confiesa que ha procurado guardar silencio a la hora de adaptar el espectáculo a esta arena. En cambio, se ha centrado en la filigrana de su personaje, Julio César, un papel "estupendo, aunque corto" y que entraña la dificultad de, en apenas cuatro escenas, tener que mostrar la variedad humana y política del emperador, un hombre del que se habla antes, durante y después de su muerte sobre el escenario: "Parece que está gustando mucho el montaje, yo me he centrado en mi papel y me he pronunciado sólo cuando me han pedido mi opinión. Mi función aquí es interpretar a Julio César con rigor, disciplina y también descanso".

Personaje al que todo actor le apetece hacer en un momento de su carrera, confiesa Gas que, en su caso, y después de ocho años dirigiendo sin parar, el capricho era mayor: "Es bonito y es complejo, porque no puede ser esquemático. No es un tirano, no es un soberbio, tienes que reflejar su fragilidad humana y también ese estar por encima de los demás, exige un dibujo nítido", enumera. Sobre la oportunidad de recuperar este clásico ("siempre es bueno regresar a cualquier Shakespeare") este verano de conspiraciones, aporta el ex director del Español que lo interesante de la versión que presentan es que hará pasar un buen rato pero, sobre todo, "pensar" al público que acuda a verla: "Claro que encontrarán relación con los conflictos que hay ahora, pero son ellos, los espectadores, los que deben poner nombres y apellidos a las actitudes de los personajes, los que deben comparar con los que hoy pervierten el lenguaje, los que oprimen al de abajo...".

Su compañero de reparto, Sergio Peris-Mencheta, desgrana esas conexiones del clásico con el calendario de 2013: "La única de diferencia es que los discursos en la obra existen, hay comparecencias, no silencio. Hoy prefieren no hablar, esa es la política moderna, la de la ausencia de palabras. Aunque sólo sea con ánimo de manipular, hoy se hace todo con el silencio. Por eso es buen momento también para, además de tragedias, hacer una comedia shakesperiana, porque tenemos unos cómicos maravillosos en los que inspirarnos, personajes que son dignos de un sainete", condena.

Asumida su complexión de hombre a caballo, de capitán con espada -"he nacido para llevar mallas, no voy a conseguir nunca actuar en vaqueros", se resigna- Peris-Mencheta interpreta a Marco Antonio en esta propuesta en la que el supuesto ego de directores, confirma, no ha tenido ningún papel: "Viene muy bien alternar la dirección y la interpretación. Para mí, un director es el que consigue que uno confíe en él y Azorín lo ha logrado, aunque todos hemos aportado nuestros puntos de vista, algo que ha resultado muy enriquecedor", celebra. El actor está contento con esta tendencia suya a dar vida a personajes que luchan por gigantes motivos, sea el bien o el mal, a héroes, algo que deseó desde la infancia. Venía de dirigir La tempestad y se reconoce ya como un "asiduo" a Shakespeare, pero, además, a la hora de enrolarse en este Julio César, tuvo una motivación emocional: "Mi padre me ponía el monólogo de Brando de pequeño y yo veía cómo ese actor le daba la vuelta a la tortilla. Se me quedó grabado y, seis años después, me di cuenta de que quería dedicarme a ser actor. De alguna manera, este papel cierra un círculo".

Para este Marco Antonio, Peris-Mencheta ha procurado que la sombra de Brando dejara de volar sobre su cabeza y centrarse en el texto: "No voy a la Wikipedia hasta que no he leído la obra en profundidad. Luego sí, luego voy a todas las 'Pedias' posibles para ver quién fue, cómo vivió, qué dijeron de él, cómo se relaciona con los demás... Aunque el director pueda decirme luego que es un malvado, yo atiendo a sus luces y sus sombras como observo las de cualquiera de nosotros. Porque sus sombras son muy interesantes para hacerlo crecer, y también lo son sus luces, puesto que a la vez es un personaje eminentemente empático. Si fuéramos seres tricerebrados, si fuéramos cerebro, corazón y tripas, él habitaría en el corazón. No sabe que va a morir César ni cómo va a reaccionar el pueblo, no sabe que va a ser salvado por la campana. Es un tipo que sobrevive y que vive el momento a momento, tiene algo de hedonista y de viva la vida".

Este Marco Antonio de Matices entrañaba, además, otra dificultad, el hecho de que aparezca en escena cuando la función lleva ya 40 minutos. Su irrupción es el punto de inflexión, el giro de la obra. A él le evoca sus tiempos de jugador de rugby: "Me recuerdo sentado en el banquillo de suplente. Cuando me tocaba salir, notaba cómo los demás tenían ya la cara arrancada, lo sufridos que estaban. Y tú te decías, venga, mucho Reflex y a comerte el mundo. Aquí es lo mismo".

El que tiene un papel más largo, Tristán Ulloa, en el rol de Bruto, es también el que está más cansado del traqueteo 'cesariano'. Estas son las claves de su trabajo: "Es un personaje con mucho peso, con un gran conflicto personal por un lado e ideológico por otro, de manera que se plantea cuál de los dos debe estar por encima. ¿Debe mandar el bien común o el personal? Es estoico y es noble y he procurado estudiarlo mucho a través del texto. Una vez que eres libres de las palabras, que puedes volar tranquilo, debes atender al hecho de que sea un personaje histórico, pero sin olvidar que es la visión de alguien, Shakespeare, que concibió la historia de tal manera que parece que estuviera escrita hace poco". Para Ulloa, la clave de este montaje reside en reconocer lo mucho que nos podría enseñar la historia y lo poco que, por desgracia, ha logrado enseñarnos: "Su vigencia es extraordinaria, parece que esté concebida para este marco incomparable de corrupción, de trasiego de poder sin que el pueblo reciba ningún tipo de explicación".

Los tres actores destacan el "calibre" de este montaje y la habilidad de Azorín para llevarlo a escena en este contexto, de hablar de unos idus sin tiempo y casi sin lugar, extrapolables a cualquier momento y a cualquier país. Les acompañan en la conjura José Luis Alcobendas (como Casio), Agus Ruiz, Pau Cólera, Carlos Martos y Pedro Chamizo. En Mérida ha sido llegar, ver y vencer, pues ya han colgado el cartel de no hay entradas.