Image: Helena Pimenta abre con Ruiz de Alarcón

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Escenarios

Helena Pimenta abre con Ruiz de Alarcón

28 junio, 2013 02:00

Un momento de La verdad sospechosa, de Helena Pimenta. Foto: Ceferino López.

El Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro arranca el 4 de julio, en el Hospital de San Juan, con La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón, que dirige Helena Pimenta al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico en una nueva versión Ignacio García May.

En el Hospital de San Juan se podrá ver, del 4 al 14 de julio, la prometedora versión de Ignacio García May de La verdad sospechosa, obra capital de Juan Ruiz de Alarcón que dirigirá para la ocasión Helena Pimenta al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Escrita entre 1618 y 1621, se atribuyó durante algún tiempo a Lope de Vega para finalmente ser incluida en las comedias del autor indiano. Que llegó a España procedente de México hablando en redondillas y se licenció en derecho en las aulas de la Universidad de Salamanca, donde pronto destacó por su dominio del lenguaje tanto como por su insaciable imaginación.

Virtudes que alcanzarían su máximo esplendor en La verdad sospechosa, una obra didáctica y moralizante que, partiendo de un enredo amoroso, pone de relieve el valor de la palabra en una sociedad cada vez más habituada a la mentira. "En otra época la palabra era suficiente para cerrar un acuerdo, pero ¿qué es mentir en un ámbito donde la mentira ya no es la excepción sino la norma?", se pregunta García May mientras echa mano de estadística. "Se calcula que decimos en torno a cuatro mentiras diarias. Las hay de diversas formas, desde la social a la maliciosa y destructiva, pasando por la piadosa o la de supervivencia. Al final todo el mundo se justifica con la esperanza de que las palabras se las lleve el viento...".

Para el dramaturgo no hay periodo de la historia que más se haya interesado por las falsas apariencias que el barroco ni disciplina artística más acreditada que el teatro para abordar estas cuestiones. "Siendo el teatro de esta época el de la palabra por excelencia, en La verdad sospechosa forma y fondo se encuentran en la historia de don García". Un mentiroso compulsivo que trata de ganarse el amor de doña Jacinta a base de embustes.

Todavía recuerda Helena Pimenta la versión que puso en escena la CNTC bajo la dirección de Pilar Miró en 1991. "A pesar de ser una de las grandes comedias del Siglo de Oro español, y de programarse con cierta frecuencia fuera de España, sobre todo en México, desde el punto de vista formal y temático pedía una nueva lectura escénica", cuenta la directora. "En ese sentido, era uno de los trabajos pendientes de la compañía".

En su montaje, el protagonista empieza a mentir, o más bien a fabular, durante la infancia. "A la sombra de su hermano mayor, a quien le estaba reservado el mayorazgo. La costumbre de mentir, como huída a través de la imaginación, para construirse un mundo en el que no sentirse inferior, ante sí mismo ni ante los otros, se agudiza poderosamente cuando, muerto su hermano, le corresponde ocupar su lugar en la familia y en la corte y responder a las rígidas exigencias en las que se mueven ambas estructuras". Miente pues para sobrevivir, pero sus trapacerías servirán de radiografía de una sociedad que de todo quiere sacar tajada.

En su afán taxonómico, Pimenta analiza sobre el escenario los diferentes tipos de mentira. "A veces de manera seria, otras en un tono más cómico o incluso grotesto". Lo más difícil, dice, ha sido diferenciar en el texto original la verdad de la mentira, que por momentos parecen ser la misma cosa. "Los límites están difuminados en el lenguaje teatral. Don García es un mentiroso muy creativo, una especie de actor dentro de otro actor. Todo eso es necesario para llegar a concluir, como el propio autor plantea, qué mentira es más peligrosa para la verdad necesaria que exige vivir en libertad". El texto tiene una innegable vocación moralizante. "Pero no sólo porque se castigue al final al mentiroso, sino porque invita a la reflexión. Todos viven fuera de su identidad real, en el anhelo constante de ser lo que no son y todos sufren las inclemencias de su condición social".

Reconoce la directora haber tenido que sobreponerse a la resaca del éxito de La vida es sueño. "Tras el estreno, sentí mucho vértigo, que fue desapareciendo a medida que profundizaba en el texto de Alarcón". El primer reto consistía en enfrentarse a una obra tangencialmente opuesta en lo que a forma, género, estructura y lenguaje se refiere. "Lo que no dejaba de ser muy saludable, pues así me evité caer en la tentación de copiarme a mí misma". Pimenta es partidaria de que sea la propia obra la que vaya mostrando el camino a seguir, desde la primera lectura en grupo hasta el ensayo general. "Hace tiempo que aprendí a aceptar la frustración, el dolor de estar perdida, de saber esperar, trabajando poco a poco, paso a paso, hasta que la obra adquiere una determinada forma".

Cada proyecto teatral es un viaje inescrutable. "Vas buscando una cosa y acabas encontrando otra distinta". Ella se propuso llegar al meollo del texto de Alarcón y ha terminado descubriendo "un inmenso mar que separa el deseo de la realidad, equivalente a ese otro océano que une México y Madrid". Para Pimenta el teatro, como la vida, "es construirse cada día en una relación constante con los demás". Y la atmósfera del Festiva de Almagro se presta especialmente bien a este tipo intercambio de emociones con el público. "Que por estos lares es muy disfrutón y conoce bien los clásicos. Abandonan la sala con más preguntas de las que traían".